Convivencias al l¨ªmite
Unos 800 menores se encuentran internados en diversos centros espa?oles dedicados a trastornos graves de conducta, donde chocan con educadores sometidos al estr¨¦s de un trabajo dif¨ªcil, pobremente pagado y puesto en entredicho por el Defensor del Pueblo
Vecinos de Azuqueca de Henares (Guadalajara) evocan, con cierto espanto, los a?os en que los chavales del centro de protecci¨®n de menores Casa Joven Juan Carlos I montaban unas broncas de campeonato. "Uno de ellos, con un hierro en la mano, lleg¨® a enfrentarse a la Guardia Civil. Lo vi yo con estos ojos", subraya el septuagenario Pedro en una calle cercana. El adolescente desafi¨® a la autoridad: "Venga, venid a por m¨ª si ten¨¦is cojones, hijos de puta". Corr¨ªan otros tiempos y otras circunstancias en Casa Joven, a 48 kil¨®metros de Madrid, uno de los centros fustigados por el Defensor del Pueblo en su informe sobre 27 de los 58 centros de trastornos de conducta graves abiertos en Espa?a.
?Son violentos los adolescentes o pierden los estribos cuando se les trata mal?, pregunta Enrique M¨²gica
Dentelladas y pu?etazos a dos educadoras de Casa Joven y La Casa por adolescentes salidos de madre
Las conclusiones m¨¢s impactantes, aquellas relacionadas con la abusiva administraci¨®n de tranquilizantes, los prolongados aislamientos o las brutales inmovilizaciones, causaron alarma social. Los procedimientos punitivos se llevaron todos los titulares. "?Te ocurri¨® algo malo?", pregunt¨® una cadena de televisi¨®n a un joven interesado en intervenir telef¨®nicamente en un programa. "No, a m¨ª me fue bien", respondi¨®. "Perdona, pero entonces (su testimonio) no interesa", le respondieron desde el equipo de producci¨®n.
Durante una reciente comparecencia ante la Comisi¨®n Mixta Congreso-Senado, el Defensor del Pueblo, Enrique M¨²gica, admiti¨® no poder "salir al paso de los innumerables titulares que no coinciden ¨ªntegramente con nuestras afirmaciones". Ciertamente fue imposible limitar una onda expansiva. La zozobra social era entendible, pues gente relacionada con los menores, o los mismos chavales en prensa o foros de Internet, denunciaron perrer¨ªas: encerrados a capricho, castigados a caminatas de tres o cuatros horas descalzos, a limpiar suelos de 7.30 a once de la noche, atiborrados a pastillas, o atados a una silla con cinta aislante, a la intemperie, fuera verano o invierno.
La Fiscal¨ªa General orden¨® diligencias procesales y numerosos profesionales cayeron en el des¨¢nimo o en la indignaci¨®n, pues pagaron justos por pecadores al verse todos en la picota p¨²blica, como presuntos culpables, sin apenas atenuantes. Al inmerecido descr¨¦dito se suma un trabajo nada f¨¢cil, mileurista y no exento de riesgos f¨ªsicos. Casi todas las personas consultadas, entre ellas dos educadoras agredidas, una con las cicatrices de dos mordeduras en la mu?eca y la otra con el ojo morado por un pu?etazo, recibieron llamadas de sus allegados con un estado de opini¨®n generalizado: "?Los at¨¢is a la cama? ?Los encerr¨¢is? Pero ?qu¨¦ les est¨¢is haciendo?". Excepto las ovejas negras, los capataces m¨¢s proclives al palo que a la persuasiva paciencia, la tarea de los verdaderos educadores es encarrilar y levantar la autoestima de los menores, habitualmente a ras de suelo.
El proceso hacia esa meta es tortuoso porque se trata de chavales con patolog¨ªas diversas, que rechazan cualquier tipo de actividad y normas porque, en muchos casos, no hubo quien se las pusiera. Paralelamente, ni?os con problemas psiqui¨¢tricos conviven con otros aquejados por trastornos de conducta, am¨¦n de no existir en Espa?a una titulaci¨®n en psiquiatr¨ªa infantil. Lo cierto es que insultan y agreden a compa?eros y educadores; "pero no pasa nada, es nuestro trabajo diario, que, a pesar de ser muy duro, merece la pena desempe?ar si conseguimos que modifiquen alguna de estas conductas", se?ala Roberto Barrado, educador de Casa Joven, con 10 a?os de experiencia. El grado de agitaci¨®n puede ser extremo, y entonces lanzan mesas y sillas contra lo primero que pillan; rompen cristales, puertas y ventanas; destrozan persianas, luces y enchufes, y mastican y tragan el t¨®xico contenido en las pilas del mando a distancia del televisor tratando de autolesionarse.
Jos¨¦ Chamizo, Defensor del Menor de Andaluc¨ªa, indica que cuando el equipo de Enrique M¨²gica dice lo que dice, algo habr¨¢; pero conviene distinguir bien entre las constataciones de sus asesores en las visitas y las afirmaciones de los internados. No pocos denunciaron medicaciones a la fuerza, "pero resulta que igual el m¨¦dico les prescribi¨® medicaci¨®n". Y ha surgido un nuevo perfil de adolescente trastornado: no procede de barrios marginales, sino de familias convencionales. "Tienen padres responsables que no pueden con el hijo, pero no quieren desampararlos. Hemos pedido que haya plazas para tratar a estos chicos".
La figura legal del desamparo, la renuncia temporal a la patria potestad, es necesaria para que la Junta de Andaluc¨ªa se haga cargo de ellos. Carmen Belinch¨®n, directora general de Infancia y Familias, dice que probablemente requieren "una intervenci¨®n distinta, aunque cada centro y cada profesional deben asumir sus responsabilidades. Distinto es que igual tengamos que contemplar una nueva reglamentaci¨®n para que no exista la actual alarma".
El mundo del menor tutelado es complejo, turbulento, sujeto a la diaria batalla entre los equipos de educadores, psic¨®logos y psiquiatras encargados de su integraci¨®n y los cerca de 12.000 chavales protegidos por las autonom¨ªas en pisos asistidos, centros de acogida y de residencia b¨¢sica.
Los m¨¢s rebeldes, inadaptados o enfermos suman 800, alojados en los centros dedicados a trastornos graves de conducta. La Administraci¨®n paga por su cuidado una media de 3.810 euros mensuales. Las cifras son aproximadas y cambiantes debido a la diversidad de conteos y registros, y al paso que a veces se produce desde pisos tutelados a centros de trastornos graves, seg¨²n las circunstancias.
El caso es que los nuevos internos llegan de familias de clase media que no han podido inocular a sus hijos la cultura de la responsabilidad y el esfuerzo, seg¨²n constata la psicoterapeuta Teresa Pont, autora de Profiling, el acto criminal. "Se les intenta hacer las cosas lo m¨¢s f¨¢ciles posible, no se les ense?a autocontrol, apenas se les dice que no", dice, tratando de explicarse las causas.
El revuelo causado por el informe del Defensor del Pueblo ha dolido mucho a los trabajadores de Casa Joven. La entrevista con la directora, el subdirector, el psic¨®logo, los educadores y la cocinera dominicana del establecimiento terap¨¦utico se desarrolla en la cafeter¨ªa de un hotel pr¨®ximo, porque la Junta de Castilla-La Mancha deneg¨® a este peri¨®dico la entrada en las instalaciones del centro de menores. "Tenga en cuenta que son ni?os o adolescentes tutelados", aleg¨® un portavoz. Los profesionales decidieron reunirse con el periodista para defender su trabajo, explicarlo y puntualizar, o rechazar, juicios que creen descontextualizados o maliciosos, emitidos desde el resentimiento de "unos educadores despedidos", seg¨²n afirman, por negligencia en el incumplimiento de las pautas educativas.
"El informe est¨¢ fuera de contexto y contiene bastantes incongruencias cuando habla de Casa Joven", subraya Roc¨ªo Villafranca, su directora. Entre otras, cita ¨¦sta: en la p¨¢gina 142 constata "la satisfacci¨®n de los menores con la atenci¨®n prestada en el centro", y en la 370, lo contrario: "Se muestran muy descontentos, transmiten su descontento por el abuso de autoridad, denuncian exceso de sanciones y contenciones".
Los desquiciamientos juveniles dif¨ªcilmente admiten pa?os calientes. "Que me diga el Defensor del Pueblo qu¨¦ quiere que hagamos cuando un chaval de 17 a?os, con un cuerpo enorme, con la adrenalina a tope, quiere agredir a un compa?ero o a un educador", indica Gabriel, un fornido educador. "T¨² le dices: 'Oye, no puedes hacer eso, no puedes hacer eso', y ¨¦l sigue adelante. No te queda otra opci¨®n que inmovilizarlo, puntualmente, en el suelo, para que reflexione. Para m¨ª que el Defensor ha mezclado cosas de antes, de hace muchos a?os, cuando esto era un campo de batalla".
Empero, la pregunta de Enrique M¨²gica parece pertinente: "?Son violentos los adolescentes y por eso se les aplican m¨¦todos agresivos, o bien porque se les aplican reglamentos rigurosos agresivos e inapropiados que ninguna persona soportar¨ªa, los adolescentes pierden los estribos y el respeto al tratamiento?" La Junta de Andaluc¨ªa entendi¨® mejor las dudas de la sociedad y facilit¨® a este peri¨®dico el acceso a un centro de trastornos graves; eso s¨ª, sin permitir de ning¨²n modo que el periodista pudiera hablar con los menores.
El centro visitado ha sido La Casa, en Purchena (Almer¨ªa). Es espacioso, vitalista en su dise?o. "Aqu¨ª les inculcamos unos valores que ellos todav¨ªa no conocen. Y no es f¨¢cil. Pero se carga uno una mochila de empat¨ªa, con una plantilla preparada como la nuestra, y ellos responden bien", subraya Jos¨¦ Luis Campoy, director del centro andaluz, situado a cien kil¨®metros de Almer¨ªa, en plena naturaleza.
El centro funciona con una econom¨ªa de fichas: los chicos, si cumplen, suman puntos y premios, y si no cumplen, pierden puntos y pierden cosas. Por ejemplo, la tele en la habitaci¨®n. Las actividades arrancan a las 7.15. Estudio, descanso, deportes, excursiones o cine los domingos, y a medianoche deben estar apagados los m¨®viles, los MP3 o la PlayStation autorizados por la direcci¨®n.
"Buscamos que los chavales est¨¦n ocupados la mayor parte del tiempo. Se les dan todas las facilidades para formarse", asegura Campoy, con 15 menores y 19 educadores a su cargo. Las charlas sobre habilidades sociales, control de impulsos o drogodependencia y el trabajo psicol¨®gico son fundamentales en el programa educativo de la mayor¨ªa de los centros controlados por las autonom¨ªas.
El defensor del menor de Madrid, Arturo Canalda, rechaza las simplificaciones. "Cuando aparece la noticia de que un centro de menores tiene rejas en las ventanas, ?se pretende que sea una c¨¢rcel o simplemente las han puesto porque ha habido ni?os que se han querido tirar? Pero eso no ha salido", dice. "Quiz¨¢ ser¨ªa bueno establecer un reglamento de r¨¦gimen interior com¨²n para este tipo de centro. Es decir, que las situaciones similares se traten de manera similar. Por ejemplo, en las medidas de contenci¨®n". Esta conversaci¨®n entre un inspector y un adolescente contenido es reveladora.
-Estos cabrones (los educadores) me est¨¢n puteando.
-?Y eso?
-Pues un guardia de seguridad me tir¨® al suelo y me puso las rodillas encima de la espalda.
-?Y por qu¨¦ te trat¨® as¨ª?
-Es que le hab¨ªa pegado dos hostias al educador.
No obstante, la impulsividad del trastornado es m¨¢s tolerable que la irresponsabilidad del empleado de seguridad de Pic¨®n de Jarama (Paracuellos) que redujo a un chaval, caus¨¢ndole un traumatismo craneal, con dos golpetazos de la barra de detecci¨®n de metales.
"El momento m¨¢s delicado es cuando entran", dice Sergio, director del centro de chicas Afanas, en la bah¨ªa de C¨¢diz. "Me pongo en la piel de ellas. Llegan a un sitio nuevo, no conocen a nadie". Ese d¨ªa les dan un recibimiento c¨¢lido. "Todas necesitan cari?o, mucho cari?o, y hablar mucho con ellas, porque hay familias que apenas les prestan atenci¨®n. Y a veces su forma de exteriorizar la tristeza es la violencia. No han recibido una socializaci¨®n adecuada".
Bien lo sabe Irene, de Casa Joven, con las cicatrices de dos dentelladas en la mu?eca. Aunque a veces sobrevenga el abatimiento, sigue adelante porque cree en el proyecto. "Es muy fuerte lo que se ha estado diciendo. Tal como est¨¢ redactado el informe, parece que cuando el ni?o te dice que no, le tiras al suelo, le atas y le pegas", dice. "No, por favor. Las cosas no son as¨ª. Nosotros establecemos lazos afectivos con los chicos y queremos que se reintegren en la sociedad. Nuestro trabajo es vocacional".
?Y qu¨¦ movi¨® al Defensor del Pueblo a inspeccionar los centros de menores? Enrique M¨²gica dijo en una entrevista con este peri¨®dico que "todo empez¨® cuando un grupo de educadores vino aqu¨ª a contar lo que estaba pasando en su centro porque se hab¨ªan compadecido de los ni?os". Dos de ellos trabajaron en Casa Joven. "Es muy poco ¨¦tico que esperasen dos a?os despu¨¦s de estar trabajando aqu¨ª para denunciar las irregularidades a las que se refieren y no lo hubieran hecho antes", lamentan sus ex compa?eros. "De hecho, quer¨ªan seguir trabajando aqu¨ª, y cuando fueron despedidos empezaron su lucha fren¨¦tica contra la Fundaci¨®n O'Bel¨¦n (que gestiona Casa Joven y otros centros) mandando informes a las instituciones". Fueron despedidos "por no desempe?ar correctamente su labor de educador", aseguran los que fueron sus compa?eros. "Yo he trabajado con los dos educadores que salieron en televisi¨®n (Ricardo y Daniel) y no te dicen, por ejemplo, que le dejaron subir un televisor a su habitaci¨®n a un chico con graves problemas de agresividad", subraya Gabriel. "Un televisor con un cristal as¨ª de gordo a un menor que constantemente romp¨ªa cosas y que lanz¨® ese televisor contra un educador. Eso no lo comentan". A los ex educadores que acudieron al Defensor del Pueblo, sus ex compa?eros les imputan no haber actuado coordinadamente con el equipo educativo de Casa Joven, restando eficacia y fuerza a las instrucciones.
En el centro andaluz de Purchena no tienen ese problema. "Mam¨¢, aqu¨ª no puedo (esquivar el reglamento del centro) porque ¨¦stos est¨¢n unidos", comentaba a su madre un chaval internado en La Casa, seg¨²n dicen sus empleados. "No somos sus amigos, no podemos serlo porque somos sus educadores. ?sa es nuestra funci¨®n". Piensan que los chavales lo ven de otra manera: buscan amiguetes para tratar de ganarse un trato preferente.
Casa Joven y otros centros no niegan que haya chavales con malos recuerdos porque fueron internados contra su voluntad, pero est¨¢n seguros de su agradecimiento, porque as¨ª se lo han hecho saber. La directora de Infancia y Familias de la Junta de Andaluc¨ªa, Carmen Belinch¨®n, insta a "sentarnos todos para hablar sobre los adolescentes y establecer los l¨ªmites"; y el Defensor del Menor, a la renuncia de los castigos personales, del maltrato ps¨ªquico y de las humillaciones que atentan contra la dignidad de los menores.
![Varios menores charlan en una calle de Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/IIDW64ZEKI6ZWB2VS5GU2PVOG4.jpg?auth=5b42a588d1d680c9723ae38924b2e0484122fabf177d2079e8aebdba3862dadf&width=414)
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