Cartas de la Espa?a peregrina
Un volumen monumental recoge la correspondencia entre Camilo Jos¨¦ Cela y los principales escritores del exilio - La obra recopila 839 misivas
"El individuo no es jam¨¢s un plano sino un poliedro". Esto que parece un aforismo, en el fondo es un autorretrato, el de Camilo Jos¨¦ Cela (1916-2002). La frase se la dijo el autor de La colmena al periodista de televisi¨®n Joaqu¨ªn Soler Serrano y, en efecto, Cela fue un personaje poli¨¦drico: el discreto escritor que se estren¨® con un libro de poemas y el estrell¨®n medi¨¢tico que recib¨ªa a los periodistas en la ba?era; el castizo y el experimentador; el intimista y el abonado al esc¨¢ndalo y el taco f¨¢cil; el acad¨¦mico de la lengua y el torero que fracas¨® en cosos "del grupo 3? C: plazas abiertas y sin enfermer¨ªa". Al Cela pr¨®ximo al r¨¦gimen franquista se le superpon¨ªa el que sufr¨ªa la censura de ese mismo r¨¦gimen; al que sudaba cada p¨¢gina, el que parec¨ªa saber desde el principio que su meta era el premio Nobel de literatura que iba a llegarle en 1989.
Uno de esos muchos Cela es el que en oto?o de 1955 se instala en la calle Bosque de Palma de Mallorca, en el barrio de Son Armadans. All¨ª iba a editarse -entre 1956 y 1979 y a lo largo de 276 n¨²meros- una de las publicaciones clave de la cultura espa?ola de la segunda mitad del siglo XX: Papeles de Son Armadans. El propio Cela la define como "la primera revista liberal de la posguerra" y, en una carta a Emilio Prados, como una "sosegada esquina de la historia de Espa?a en la que los espa?oles de buena voluntad podamos hablar, sin gritar, y entendernos y hacernos entender".
Como la Guerra Civil hab¨ªa mandado al exilio a buena parte de esos "espa?oles de buena voluntad", Cela decidi¨® contar con ellos para su revista. Fruto de aquella iniciativa conciliadora fue un largo intercambio epistolar que se recoge ahora en el volumen Correspondencia con el exilio, que Destino pondr¨¢ a la venta el pr¨®ximo d¨ªa 24. El libro, con un 80% de material in¨¦dito y un brillante pr¨®logo del novelista Eduardo Chamorro, re¨²ne 839 cartas escritas por 13 autores entre 1935 y 1988, cuya edici¨®n ha corrido a cargo de Jordi Amat.
Como cuenta Amat desde Barcelona, el caso de Cela es ¨²nico. No s¨®lo guardaba hasta los telegramas que dictaba por tel¨¦fono, sino que conservaba todas las misivas que recib¨ªa y copia de las que enviaba: "Es raro que un escritor tenga ¨ªntegra en su casa su correspondencia cruzada". Es la que se publica ahora con excepci¨®n de las cartas de Max Aub, cuya reproducci¨®n no ha sido autorizada por sus herederos.
Con todo, el conjunto es un fil¨®n que, seg¨²n Amat, rompe muchos clich¨¦s sobre la relaci¨®n de los exiliados con Espa?a y sobre el propio autor de La familia de Pascual Duarte. "Papeles es su gran ejercicio de compromiso c¨ªvico con la cultura espa?ola", dice Jordi Amat. "De los muchos celas posibles, el m¨¢s digno es el de estas cartas". Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, primero secretario y luego subdirector de Papeles de Son Armadans, comparte esa opini¨®n: "Cela era un especialista en Cela, una persona muy atrabiliaria y dif¨ªcil de trato, pero tambi¨¦n era muy generoso. Yo le propuse contar con los exiliados -la Espa?a peregrina, como se dec¨ªa entonces- y ¨¦l acogi¨® la idea con entusiasmo".
Como recuerda Amat, junto a la de Dionisio Ridruejo, la correspondencia de Cela -90.000 cartas conservadas en su fundaci¨®n de Iria Flavia (A Coru?a)- es la m¨¢s importante para conocer la cultura espa?ola de la posguerra. Su relaci¨®n epistolar con los escritores exiliados es, pues, un cap¨ªtulo decisivo que, adem¨¢s, muestra al Cela m¨¢s cercano. Tambi¨¦n al m¨¢s diplom¨¢tico. Una de las frases que m¨¢s se repite en estas casi 900 p¨¢ginas, dicha a no menos de media docena de destinatarios, es: "En mi revista manda usted".
- Mar¨ªa Zambrano. Su amistad con Cela es anterior a la Guerra Civil y suya es la carta que abre el volumen, fechada en 1935. Su intercambio epistolar con la pensadora es el de mayor intensidad emocional. Cela empieza recordando los tiempos en que era un "adolescente delgadito" que la visitaba en su casa junto a Maruja Mallo y Miguel Hern¨¢ndez y termina felicit¨¢ndole, en 1988, por el premio Cervantes. Por el camino, las dudas de ella sobre si volver a Espa?a -un sentimiento que la "mueve como a un p¨¦ndulo de movimiento continuo"- y el desgarro por la muerte de su hermana Araceli en una cl¨ªnica psiqui¨¢trica de Ginebra: "Especializada como estoy en sufrir derrotas, ¨¦sta es la mayor de mi vida (...) No tengo palabra para esta soledad (...) Soy la mitad tan solo". Cela es con Zambrano exquisitamente cercano. "Soy hombre que rinde culto al recuerdo", le dice. A Emilio Prados le repite lo mismo pero de otra manera: "Soy una especie de gran puta de la amistad, que me entrego sin reservas y hasta el final".
- Rafael Alberti. Despu¨¦s de varios intentos en vano, Cela venci¨® la "pu?etera pereza andaluza" y, sobre todo, las reticencias del autor de Marinero en tierra a colaborar en una revista espa?ola con los planes del n¨²mero homenaje a Vicente Aleixandre y D¨¢maso Alonso y, sobre todo, con un proyecto que recorre toda la correspondencia de Cela con los exiliados: Los poetas del 27 vistos a distancia, una antolog¨ªa de la c¨¦lebre generaci¨®n que, pese a todo, nunca llevar¨¢ a t¨¦rmino. En 1958 Alberti env¨ªa desde Buenos Aires "los primeros poemas que por propia voluntad publico en Espa?a despu¨¦s de 20 a?os".
En 1965 Cela le propone publicar un Autoantolog¨ªa en Alfaguara, la editorial que acababa de fundar con sus hermanos. Cuando el poeta le pregunta por la posible censura, el novelista contesta: "Es cierto que en Espa?a hay censura pero no lo es menos que, con una lidia oportuna e inteligente, puede ser derrotada. En todo supuesto pienso que la batalla debe plantearse y, en su caso, usando la artiller¨ªa gruesa". Caballero Bonald certifica que Cela us¨® varias veces esa artiller¨ªa. Lo mismo que sus contactos con Fraga: "El censor de Palma, que como buen censor era un pobre hombre. Una vez se permiti¨® tachar algo y Cela mont¨® en c¨®lera. El censor se achant¨®. Los contratiempos con la censura fueron pocos".
- Am¨¦rico Castro. Sus 327 cartas -m¨¢s de 300 p¨¢ginas- son casi un libro dentro del libro. Las reticencias del historiador eran rocosas: "No acepto, ni colaboro con mi presencia, a nada que huela a comprensi¨®n (...) Desde hace 20 a?os no he escrito nada para ser publicado ah¨ª; me gustar¨ªa poder cambiar esa l¨ªnea antes de terminar mi vida, pero no veo signos de tolerancia ni de comprensi¨®n". Al final la propia revista de Cela fue uno de esos signos y entre ¨¦l y Castro se forj¨® una amistad que inclu¨ªa compartir periodos de vacaciones en Mallorca. Otro proyecto frustrado fue, de hecho, una edici¨®n del Quijote con pr¨®logo de Castro, ep¨ªlogo de Cela y edici¨®n de Mart¨ªn de Riquer.
Con todo, el autor de El pensamiento de Cervantes hizo valer ante su amigo su edad y su magisterio. En 1964 abre con un "cada d¨ªa me siento m¨¢s ligado a usted" una serie de cartas demoledoras en la que afea al novelista la "pendiente peligrosa" por la que empiezan a caer sus libros: "Le¨ª lo de las Izas [rabizas y calipoterras] y tuve la impresi¨®n de que se esta Ud. da?ando su propia literatura (...) Los 'co?os', las 'mierdas' y sus cong¨¦neres en s¨ª no son nada". Cuando Cela se duele, respetuosamente, de lo que siente como incomprensi¨®n, Castro le dice: "No le he vapuleado a Ud., no es eso. Admiro su arte, creo como el Times de Londres que es Ud. el mejor escritor surgido despu¨¦s de la segunda 'destrucci¨®n de Espa?a' -as¨ª considero yo a la funesta Guerra Civil-".
El historiador se muestra irreductible tambi¨¦n cuando Cela le pide que acuda a un coloquio promovido en Carcasona (Francia)por Eduardo Pons Prades. Para razonar su negativa, Castro escribe al propio Prades una larga carta que es toda una declaraci¨®n de intenciones: "El porvenir de los espa?oles depender¨¢ mucho m¨¢s de su conducta diariamente prosaica, que de sus planes pol¨ªticos (...) Llevo veinte a?os intentando convencer a unos cuantos de que lo que pasa es indisoluble de lo que ha pasado, y de la pertinacia en no darse cuenta de ello, de confesar en p¨²blico los desatinos y atrocidades, y lanzarse con denuedo a obrar de modo diametralmente opuesto. El resultado es que no tengo trato con un solo emigrado en ambas Am¨¦ricas. ?Cabe mayor ¨¦xito?"
- Jorge Guill¨¦n. La censura y las modas literarias de la posguerra produjeron en 1958 un curioso cruce de cartas entre Cela y el autor de C¨¢ntico. Al hablar de Lorca, Guill¨¦n habla de un t¨¦rmino popularizado "para distinguir a quienes manotean y vociferan: 'tremendistas'. Tremendista no fue la generaci¨®n en que descollaba un poeta tr¨¢gico, el ¨²nico grande entre nosotros desde Calder¨®n. El 'duende' de Lorca nada ten¨ªa que ver con el tremendismo gesticulante". A vuelta de correo Cela le pide que elimine esas alusiones: "Piense, antes de decidir, que el feo y est¨²pido mote de tremendista es a m¨ª -y bien me duele- a quien se lo han colgado los meapilas de la literatura y los comecirios de la cr¨ªtica". Ajeno en Venecia a las pol¨¦micas intestinas, Guill¨¦n retira el p¨¢rrafo sin mayor ceremonia. Lo mismo que sustituye "asesinato" por "muerte" al referirse a Lorca. "Que fue un asesinato es cosa que est¨¢ fuera de toda posible duda", le escribe Cela. "Ahora bien, ?somos nosotros, los que as¨ª pensamos, los que tenemos la sart¨¦n por el mango? M¨¢s bien no".
- Emilio Prados. "Si usted no quiere figurar, no hay antolog¨ªa", escribe Cela al contarle su proyecto de antolog¨ªa del 27 a Prados, con el que emplea pronto un tono m¨¢s arrabalero que con el resto: "Mi querido y gran miserable", le llama en alguna ocasi¨®n. "Menos coqueter¨ªa, co?o", le dir¨¢ tambi¨¦n cuando el poeta le enumere sus prop¨®sitos de futuro: Tirar la lira, comenzar el aprendizaje de un oficio lucrativo, solicitar el ingreso en alg¨²n partido pol¨ªtico de cuota m¨®dica, establecer pol¨¦mica una vez ingresado en ¨¦l hasta lograr la expulsi¨®n, "joderse si lo incluyen a uno en alguna antolog¨ªa de intelectuales realistas o puros".
- Luis Cernuda. Si Cela rompi¨® sus relaciones con Ram¨®n J. Sender cuando ¨¦ste relata en una entrevista una estancia en casa de Cela de un modo que el autor de Madera de boj considera "una falaz mentira", Luis Cernuda fue el que pidi¨® al director de Papeles que no le enviase m¨¢s la revista para protestar por una rese?a que hiri¨® su sensibilidad. Aun as¨ª, en 1959 le dio tiempo a publicar en ella uno de los ensayos m¨¢s famosos de la literatura espa?ola moderna: Historial de un libro, un personal repaso a su poes¨ªa completa. Aunque Cela hab¨ªa tramitado con Seix Barral la publicaci¨®n de un libro de ensayos de Cernuda, ¨¦ste no dud¨® en escribir a un tercero hablando de Papeles de Son Armadans como el "papel higi¨¦nico" de su fundador.
- Corpus Barga. La correspondencia de Corpus con Cela es de las m¨¢s breves, lo mismo que con Altolaguirre, Le¨®n Felipe y Francisco Ayala, que le pide su apoyo para la candidatura de Borges al premio Nobel. No obstante, contiene una impagable reflexi¨®n del autor de Los pasos contados sobre la narrativa de la Guerra Civil. A la altura de 1961 expresa su deseo de leer las novelas sobre la contienda en forma de serie. ?Su efecto deseable? "Alejar la guerra, como pas¨® en el siglo XIX con la guerra de la Independencia, parec¨ªa una guerra de otra edad, del tiempo de C¨¦sar (...) Los novelistas espa?oles de la ¨²ltima guerra espa?ola han llegado en avi¨®n".
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