?Desparpajo? Quia, desverg¨¹enza
Esperanza Aguirre, los esp¨ªas de la Comunidad de Madrid, El Bigotes, El Albondiguilla o un viaje de novios a la Polinesia no demuestran el gracejo, sino la impudicia pol¨ªtica
A l paso coqueto de la presidenta madrile?a por los alrededores de la Puerta del Sol, las comadres que han salido al fresco la saludan muy sonrientes -"?guapa, m¨¢s que guapa!", "?resalada, m¨¢s que resalada!", la piropean- para luego cruzarse entre ellas animados calificativos con los que definir a Esperanza Aguirre. "Es tan sencilla", dice una; "sincera, sobre todo es muy sincera", dice otra. Y as¨ª siguen: espont¨¢nea, natural, directa... Correligionarios, atentos sirvientes y periodistas palmeros tambi¨¦n coinciden: "?Qu¨¦ desparpajo el de nuestra Esperancita!".
Jos¨¦ K., doblemente ce?udo esta ma?ana -hecatombes ideol¨®gicas, como siempre, y una acidez de est¨®mago ¨¦pica-, se ha armado para la ocasi¨®n con sus manoseados Casares y Corripios. Le encocora tratamiento tan generoso a alguien que ¨¦l cree m¨¢s digno de la censura en¨¦rgica que de la condescendencia habitual con la que acogen sus m¨²ltiples desmanes hasta sus enemigos pol¨ªticos. Pero nuestro amigo no comparte visi¨®n tan meliflua; cree firmemente que la presidenta madrile?a no es osada, ni desenvuelta, ni dicharachera, ni ocurrente; es, simplemente, una desvergonzada pol¨ªtica. Adicta a la desfachatez, sus muchos propagandistas y deudores de sus favores quieren hacer de ella una protagonista de zarzuela graciosa, reidora, jacarandosa y sandunguera. Jos¨¦ K. se revuelve y se niega a pasar por el aro. Est¨¢ convencido de que el jaleado desparpajo de nuestra dama -"facilidad y desenvoltura, especialmente en el hablar", dice el Casares- no define con justeza al personaje. ?l opta por la desverg¨¹enza pol¨ªtica -"falta de verg¨¹enza, insolencia, impudicia", seg¨²n el mismo don Julio-.
Vemos a la pizpireta rodeada de sus imitadores y aun de algunos tan aplicados que la superan
Uno cierra los ojos y se imagina al sastre tomando medidas a Camps en la habitaci¨®n del Ritz
Todo lo referente a la actitud de la presidenta ante la trama de espionaje, por un lado, y del caso G¨¹rtel, por otro, le parece a nuestro disp¨¦ptico amigo un ejemplo perfecto, brillante, esplendoroso, de sus insolentes maneras. Nada pasa, dice ella, son los otros quienes mienten. Sus monaguillos podr¨¢n aplaudir su forma de degollar, sin el menor escr¨²pulo pol¨ªtico, la comisi¨®n de investigaci¨®n sobre el m¨¢s que probado espionaje, pero no pasar¨¢ mucho tiempo sin que ella misma vea c¨®mo le estalla el conflicto en los entresijos de sus dominios, con las navajas de unos consejeros buscando la femoral de otros consejeros o, quiz¨¢, de alg¨²n vicepresidente apuntando a los higadillos de alg¨²n vicealcalde. Recuerden, por si alguien se ha olvidado, que el caso sigue en los juzgados y la fiscal¨ªa est¨¢ dispuesta a continuar investigando. As¨ª que fea, por desvergonzada, y tonta, por torpe, la maniobra del aborto -por Dios, Esperanza- de la grotesca comisi¨®n.
Y ahora, l¨¦anse los autos de Garz¨®n, vemos a la pizpireta rodeada de sus imitadores y a¨²n, de algunos tan aplicados que la superan. ?Notan ustedes el desparpajo en la voz del inefable Correa cuando habla de maletines llenos de billetes? ?Es desparpajo, tambi¨¦n, guardarse los sobres con esos mismos billetes para el sano disfrute familiar? No, responde terne Jos¨¦ K.: unos y otros son s¨®lo la pat¨¦tica representaci¨®n de la desverg¨¹enza. Gentes aparentes, de mucha corbata Herm¨¨s y cartera Louis Vuitton, visitadores frecuentes de saraos de post¨ªn, f¨®rmulas uno y oficinas de altos dirigentes del PP desde hace ya muchos a?os. Una fauna biempensante y sobrecogedora -por cogedora de sobres- entreverada de conseguidores, ¨¦mulos de Clou-seau y figurantes de una irreal corte de los milagros.
Pero tan acostumbrado est¨¢ nuestro Jos¨¦ K. a sufrir y penar, que es capaz de arrancar de cualquier rescoldo un punto de alegr¨ªa, y una lucecita de moderado regocijo se abre paso all¨¢, al final de un largu¨ªsimo t¨²nel. Ha descolgado provisionalmente el p¨®ster de Aidez l'Espagne y ha clavado con chinchetas las fotos de todos los implicados -y sus adl¨¢teres- en ambas tramas, aparecidas en su peri¨®dico de siempre, que, por cierto, como a los hijos, uno les puede insultar pero le arranca los ojos a quien les roce. As¨ª que toma otros dos almax, respira hondo y con mirada beat¨ªfica, cabeza inclinada, ojos semicerrados, sonrisilla asomando t¨ªmidamente, fantasea ante tan cautivadora galer¨ªa, memorable en su esperpento. Desliza la vista Jos¨¦ K. por esta fabulosa colecci¨®n, se dice a s¨ª mismo que aqu¨ª hay mucha tela que cortar, se sonroja por el chiste tan burdo, e inicia el paseo.
?Qu¨¦ se puede decir del Bigotes, planta de banderillero retirado, portando airoso pedazo puro, en el pase¨ªllo de cuando Aznar enloqueci¨® y cas¨® a su hija como si fuera la reina de Inglaterra? ?Y de esos rizos del retrechero Correa en el mismo y singular evento escurialense? ?Y c¨®mo no imaginarse a los consejeros de do?a Esperanza con mirada admirativa frente a las potentes motos en las que iban a espiar su aguerrida banda de ineptos ojeadores? Pero la relaci¨®n es larga y extra?amente mestiza de caballeros enjundiosos y bufones grotescos. A Jos¨¦ K. le gusta mucho, por ejemplo, el nene con altas probabilidades de ligarse a Angelina Jolie, aprendiendo muchas cositas de o¨ªrselas a sus mayores en casa. Porque "pap¨¢" Fabra, ese gran ejemplo de desverg¨¹enza colocadora, ya le habr¨¢ ense?ado a su yern¨ªsimo algunos ep¨ªtetos cari?osos contra EL PA?S que ya los tendr¨¢ muy o¨ªdos en el trabajo, de boca de su vicepresidente y su presidenta, siempre tan afectuosos con este medio. Y ¨¦l, tan tierno y tan rico, va y los repite. ?No es una monada, chico tan vacuo y lenguaraz diciendo tonter¨ªas con ese aire de solemnidad?
Antes de seguir con el on¨ªrico desfile, y por si acaso los abogados, Jos¨¦ K. recuerda que todos los que all¨ª, y aqu¨ª, aparecen son presuntos. Como es palabra excesivamente sonora, propone llamarles p. y as¨ª los lectores ya saben qu¨¦ se quiere decir. Continuemos, pues, el repaso con el p. Camps, por ejemplo. Uno cierra los ojos y se imagina a ese sastre tan requerido, tomando medidas en la habitaci¨®n del Ritz de la esbelta figura del presidente de la Generalitat valenciana para el traje de raya diplom¨¢tica o, quiz¨¢, para la chaqueta austriaca. ?Le tira de la sisa, don Francisco? ?Le he dicho que est¨¢n a punto de llegar las trabillas de Italia? Y qu¨¦ decir del mismo y esforzado operario visitando, en su despacho, con su cinta m¨¦trica, sus tijeras dentadas y sus pizarrines al p. secretario general del PP valenciano para ajustarle unos cuantos trajes... ?Para d¨®nde carga usted, don Ricardo? ?Le gustar¨ªa una lana australiana fresquita?
Pero tambi¨¦n aqu¨ª en Madrid, entre tanto y tanto p., Jos¨¦ K. tiene a sus preferidos. El p. Albondiguilla es tentador, al igual que el p. alcalde que canjeaba Jaguares, pero ¨¦l se inclina por el p. Benjam¨ªn Mart¨ªn Vasco, prohombre de Arganda del Rey. Administrador cabal, se ve designado presidente de la Comisi¨®n de Investigaci¨®n del espionaje; ufano, seguro de s¨ª mismo, acepta. Pocos d¨ªas despu¨¦s, el p. Mart¨ªn Vasco debe dimitir porque seg¨²n el auto del juez Garz¨®n, recibi¨®, en mano, varios sobres con cantidades que llegaron a los 230.000 euros donados por el p. Correa, que, generoso, tambi¨¦n se hizo cargo, p. de la boda, p. de algunas chucher¨ªas de una famosa joyer¨ªa, y p. del viaje de novios. Aparece apuntado "Polinesia". ?Acaso no llama a la ternura este p. prohombre, quien en compa?¨ªa de su reciente esposa, responde alegre al aloha de las sugerentes bailarinas ind¨ªgenas con una cadeneta de billetes entregados en mano por cualquiera de los p. golfos apandadores que pueblan el sumario garzonesco? Pero Jos¨¦ K. no quiere ser injusto y guarda un parrafito para el gran y genuino desvergonzado: el periodista fel¨®n de los agujeros negros, que sin estar en el cartel, salta a la plaza, como el bombero torero, para defender a su hero¨ªna de los malandrines que la acechan. Armado de pandereta, inundado de cintas multicolores, se sit¨²a delante de la tuna, y con art¨ªsticas cabriolas y graciosas piruetas, pretende dirigir el colosal desfile de los tunantes. L¨¢stima que, como siempre, se le adivinen por las costuras las mentiras habituales y las sacas llenas de basura.
Jos¨¦ K., sonrisa m¨¢s larga, se regodea en el paisaje y a?ade una peque?a broma: all¨¢, en lontananza, se divisa cabalgando, cual S¨¦ptimo de Caballer¨ªa, a Mariano Rajoy, a Dolores de Cospedal y dem¨¢s heroicos dirigentes del PP, prestos a sacar a su formaci¨®n de esta apestosa merienda de p. sinverg¨¹enzas, acorralados por el vibrante y en¨¦rgico ataque del joven presidente y su aguerrido partido. ?Verdad que es para partirse de la risa?
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