La crisis y la gesti¨®n municipal
Desde hace unos meses, los ayuntamientos estamos muy presentes en los medios de comunicaci¨®n. Y de esta presencia medi¨¢tica resulta un balance m¨¢s negativo que positivo. En estos a?os de boom inmobiliario, la existencia de casos de corrupci¨®n relacionada con el urbanismo ha dejado la idea de un municipalismo tibio con la especulaci¨®n, cuando no sospechoso de connivencias. Aparecemos tambi¨¦n como obst¨¢culo a la actividad econ¨®mica privada por la lentitud y la complejidad de la tramitaci¨®n de licencias, y como defensores de normativas obsoletas y burocracias inoperantes.
La ¨²ltima guinda que nos han atribuido es la responsabilidad en las dificultades de liquidez de muchas empresas por nuestra morosidad o por nuestros retrasos en el pago a contratistas y proveedores. ?Pues s¨ª que somos influyentes! No importa que muchos ayuntamientos paguemos a 60 d¨ªas de recibir facturas (mucho menos tiempo que en la mayor¨ªa de las actividades privadas). La idea que queda es que la morosidad municipal condena a muchas empresas. Y no es verdad. No quiero hacer una defensa corporativa de los gobiernos locales, pero s¨ª quiero destacar una realidad escasamente valorada respecto de la gesti¨®n de la inmensa mayor¨ªa de los ayuntamientos, apelando a un ligero ejercicio de memoria hist¨®rica reciente.
En 1979, con la llegada de la democracia municipal, los ayuntamientos gestionaban el 13% del gasto p¨²blico espa?ol. Ten¨ªan escasa capacidad y proporcionaban pocos servicios. Pero lidiaron la crisis de la reconversi¨®n industrial. Fueron los tiempos de las ZUR (zonas de urgente reindustrializaci¨®n), de la dotaci¨®n de infraestructuras, equipamientos y servicios urgentes para atender a una ciudadan¨ªa que se estrenaba en democracia y en una relaci¨®n de exigencia ante los poderes p¨²blicos inaudita: urbanizaci¨®n de barrios, zonas verdes, colegios, etc¨¦tera. En los a?os noventa se rehabilitaron centros urbanos degradados, se montaron nuevos servicios para nuevas demandas sociales: formaci¨®n ocupacional, guarder¨ªas y ludotecas o centros de d¨ªa para la tercera edad. En el siglo XXI, los ayuntamientos asumimos la gesti¨®n de la creciente diversidad y la complejidad de la vida ciudadana, con nuevos problemas de convivencia, con nuevos riesgos para la cohesi¨®n y el bienestar. Nos hemos encargado de la integraci¨®n de cerca de un mill¨®n de inmigrantes en Catalu?a y de aproximadamente 3,5 millones en el resto de Espa?a. Ahora se nos confiere la responsabilidad de gestionar una de las medidas estrella del Gobierno para paliar los estragos de la crisis en el empleo: los 8.000 millones de euros del Fondo Estatal de Inversi¨®n Local, que despierta grandes expectativas de creaci¨®n de puestos de trabajo.
Un estudio de la Diputaci¨®n de Barcelona calcula en el 33% el gasto municipal destinado a los llamados "servicios impropios", que no son de competencia municipal. ?Por qu¨¦? Porque el gobierno local es el m¨¢s cercano y accesible, y los ciudadanos le plantean todas sus demandas. El municipalismo las asume y las resume en una expresi¨®n que muchos alcaldes hacemos nuestra: "Todo lo que sucede en la ciudad es de mi competencia, y lo que no, es de mi incumbencia". Los ayuntamientos nos aprestamos a cumplir con nuestro deber de gestionar la crisis y buscar soluciones a los problemas de nuestras ciudades, pero seguimos gestionando el mismo 13% del gasto p¨²blico.
La ministra de Administraciones P¨²blicas, Elena Salgado, afirm¨® recientemente que este a?o se cerrar¨¢ el acuerdo para la nueva financiaci¨®n local, que deber¨ªa permitir una mejora sustancial de la tesorer¨ªa de muchos municipios con dificultades para cumplir sus obligaciones. Es imprescindible que as¨ª sea. Por el bien de la ciudadan¨ªa.
Pere Navarro es alcalde de Terrassa.
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