Cuarter¨®n de aceite
Tiempo desabrido este de la crisis econ¨®mica, aunque acaba de comenzar la primavera meteorol¨®gica, para acordarnos del verde esplendoroso del brote en la rama, del gorjeo de los p¨¢jaros que anidan, de las primeras margaritas, del zumbido de los insectos que aparecen con los primeros calores o del molesto polen. Porque la crisis se ve¨ªa venir desde lejos en forma de burbuja fantasmag¨®rica de cemento y ladrillo; en forma de macroproyectos l¨²dicos, con fort¨ªsimas inversiones p¨²blicas, que terminan con p¨¦rdidas ruinosas; en forma de derroche, por parte de nuevos ricos en el poder, del dinero de todos, en un pasado reciente que imaginaban de vacas gordas, y en un estado de finanzas que cre¨ªan tan s¨®lidas como las suizas. Ahora se?alan los responsables de C¨¢ritas y la Juventud Antoniana de Vila-real -poblaci¨®n pr¨®spera donde las haya que atrajo desde casi siempre mano de obra for¨¢nea- que a ellos acude por ayuda y alimentos una familia, formada por los padres y dos hijos, que llegaron a tener por sustento durante un d¨ªa una barra de pan, una patata, un cuarter¨®n de aceite y sal. Afirman los encargados de esas organizaciones caritativas que en esa ciudad de La Plana pueden llegar a los cinco mil parados, que son muchos. Y muchos m¨¢s los de origen extranjero que carecen del apoyo familiar cercano, como lo tienen tantos oriundos valencianos o castellonenses. Casos puntuales y graves que se repiten. Gentes que no recurren a la mendicidad porque no son pordioseros, sino trabajadores sin trabajo y empe?ados en hipotecas y cr¨¦ditos que deben pagar y, si pagan, acaba el dinero por no llegarles a lo m¨¢s necesario. Son los nuevos pobres, lo que creyeron en una realidad ilusoria de bonanza econ¨®mica, que result¨® poco o nada.
Sopla al atardecer una brisa suave que arrastra el perfume del azahar en nuestros campos. Pero en nuestras calles levant¨® la crisis un viento desapacible que no invita al lirismo sino a la solidaridad con quienes atraviesan una situaci¨®n poco holgada, o a la mala leche hacia quienes promovieron aparentemente pr¨®spera situaci¨®n econ¨®mica, basada en el enriquecimiento r¨¢pido y la especulaci¨®n. ?Hemos olvidado ya el "viva los pais" y la compra de lujosos coches, tras la m¨¢s que gananciosa venta de terrenos para construir no se sabe cu¨¢ntas miles de viviendas, y para distraernos con no se sabe cu¨¢ntos campos de golf? Pero esos nuevos pobres pueden pasear con la cabeza alta y digna por nuestros pueblos y ciudades: no tienen por qu¨¦ avergonzarse de sus estrecheces econ¨®micas. Al fin y al cabo ellos no vuelan en aviones privados al norte de ?frica para celebrar espl¨¦ndidos cumplea?os; ni se compran trajes que cuestan m¨¢s de mil euros, porque saben sobradamente que con mil euros, y dado que la inflaci¨®n es baja debido entre otras cosas a un bajo consumo..., que con mil euros todav¨ªa se pueden comprar muchas barras de pan, bastantes kilos de patatas y varios cuarterones de aceite.
No, desde luego, no est¨¢ la estaci¨®n del a?o como para componer versos a los grillos que cantan a la luna. Porque quienes deber¨ªan tapar sus verg¨¹enzas y no intentan ni ocultarlas, no se ven obligados a acudir a C¨¢ritas ni a la Juventud Antoniana. Y no son tan s¨®lo se?ores con o sin bigotes, o dirigentes tentados por la mordida, que de esos, de haber justicia, se encargan los jueces; se trata tambi¨¦n del espabilado de turno que encuentra acomodo y buen salario como asesor en la Diputaci¨®n de Castell¨®n, porque en su pueblo la concejal¨ªa no da para m¨¢s. Y tambi¨¦n porque la instituci¨®n provincial tiene todos los visos de un cortijo privado. Un cortijo privado que, eso s¨ª, funciona con el dinero de todos. Est¨®magos agradecidos que ni necesitan la barra de pan ni el cuarter¨®n de aceite.
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