El ¨²ltimo parte de guerra
Ma?ana se cumplen 70 a?os del ¨²ltimo parte de guerra sellado por el Estado Mayor del Cuartel General del General¨ªsimo, cuya versi¨®n manuscrita rezaba as¨ª: "En el d¨ªa de hoy, cautivo y desarmado el Ej¨¦rcito Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus ¨²ltimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El General¨ªsimo Franco. Burgos 1? abril 1939".
As¨ª, con resonancias clausewitzianas, se declaraba la terminaci¨®n de la guerra y se daba paso a la instalaci¨®n de la victoria, como culminaci¨®n de los "a?os triunfales", iniciados con el alzamiento del 18 de julio del 36. Pero la cuesti¨®n de hoy es el an¨¢lisis del ¨²ltimo parte de guerra, en el que sorprende la menci¨®n a los derrotados en los t¨¦rminos de "Ej¨¦rcito Rojo", con may¨²sculas en el vocablo Ej¨¦rcito y en el vocablo Rojo; mientras que el vencedor se reserva para s¨ª mismo la modesta denominaci¨®n de "tropas nacionales" empleando la min¨²scula para la inicial de cada una de esas dos palabras. Esas "tropas nacionales" tampoco se apellidaban espa?olas porque esa denominaci¨®n hubiera excluido a los combatientes "moros", alemanes e italianos.
Terminada la contienda no hubo magnanimidad en la victoria ni buena voluntad en la paz
Tambi¨¦n es chocante la construcci¨®n gramatical, que resulta muy forzada por el uso del hip¨¦rbaton, para invertir el orden que deben tener las palabras con arreglo a la sintaxis regular: sujeto, verbo y predicado. De modo inexplicable, los escribas del Cuartel General renuncian a escribir con normalidad que "las tropas nacionales han alcanzado sus ¨²ltimos objetivos militares", y nos enfrentan a una redacci¨®n enrevesada que comienza por el verbo -"han alcanzado"-, sigue por el sujeto -"las tropas nacionales"- y concluye por el predicado -"los ¨²ltimos objetivos militares"-.
Adem¨¢s, conviene fijarse enseguida en la expresi¨®n de "Ej¨¦rcito Rojo", elegida como denominaci¨®n espec¨ªfica para el enemigo derrotado. Porque el "Ej¨¦rcito Rojo", m¨¢s all¨¢ de su fuerte connotaci¨®n aleg¨®rica, carec¨ªa de ser una realidad tangible. Si se hubiera querido llamar a las cosas por su nombre en ese ¨²ltimo parte de guerra se hubiera adjudicado la derrota al "Ej¨¦rcito de la Rep¨²blica" o a sus residuos finales, que operaban bajo la denominaci¨®n de "Ej¨¦rcito del Centro".
La historia deja constancia de que quien se rindi¨® en Breda fue Mauricio de Nassau y no el inexistente Ej¨¦rcito de Lutero y que el vencido en Waterloo fue Napole¨®n y no los jam¨¢s reclutados Ej¨¦rcitos de Rousseau, de Voltaire y/o de los enciclopedistas y la Ilustraci¨®n. Del mismo modo que aquella madrugada del 8 de mayo de 1945 en el Cuartel General de Eisenhower fue el jefe del Estado Mayor alem¨¢n general Jodl quien firm¨® la rendici¨®n de la Wermacht, sin menci¨®n alguna al "Ej¨¦rcito Nazi", que nunca existi¨® como tal, y as¨ª sucesivamente.
Aqu¨ª, sin embargo, a la altura del 39, en la ribera del Arlanz¨®n, los acampados en Burgos parec¨ªan mantenerse "impasible el adem¨¢n", adictos al lema joseantoniano de que a los pueblos los mueven los poetas. Otra cosa es que enseguida se comprobara c¨®mo a la poes¨ªa quedaba superpuesto el prestigio del terror, invocando las exigencias del gui¨®n de la Cruzada.
En todo caso, el prestigio del terror era un elemento psicol¨®gico favorecedor para inocular las dosis convenientes de docilidad. Claro que la expresi¨®n "Ej¨¦rcito Rojo" puede tambi¨¦n ser un intento de presentar la del 1? de abril como una victoria obtenida sobre el Comunismo Sovi¨¦tico. De este modo, el General¨ªsimo pretend¨ªa encumbrarse a s¨ª mismo como vencedor de Trotsky y Stalin.
En la hip¨®tesis m¨¢s ben¨¦vola podr¨ªa pensarse que el ¨²ltimo parte de guerra derivara del antiguo precepto de las Ordenanzas seg¨²n el cual "la consideraci¨®n y aun la honra del enemigo vencido son compatibles con la dureza de la guerra y est¨¢n dentro de la mejor tradici¨®n espa?ola". En esa l¨ªnea, las Ordenanzas prescriben tambi¨¦n que a nadie ha de cegar la victoria; que en ella se extremar¨¢ la disciplina y que con el enemigo vencido se respetar¨¢n los derechos y las leyes y usos de la guerra.
Pero, como enseguida se vio, de eso nada. Del lema con el que Winston Churchill encabezaba sus memorias -"En la derrota, altivez; en la guerra, resoluci¨®n; en la victoria, magnanimidad; en la paz, buena voluntad"-, fue imposible encontrar rastro alguno a partir de aquella primavera de 1939 y de las siguientes que volvieron sin atender el pron¨®stico reidor fijado en las estrofas del Cara al sol. Ni magnanimidad en la victoria, ni buena voluntad en la paz, que s¨®lo llegar¨ªa 39 a?os despu¨¦s con la Constituci¨®n reconciliadora de 1978.
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