?rase otra vez...
La literatura infantil se renueva, pero los superventas son los cl¨¢sicos de siempre, como 'Caperucita' - El miedo at¨¢vico a la soledad, el abandono o la violaci¨®n no tiene sustituto
?rase una vez y otra y otra que Caperucita lleg¨® a casa de su abuelita y... La literatura infantil se renueva con grandes ilustradores, pero los superventas siguen siendo los cuentos de siempre en m¨²ltiples versiones. ?Los ni?os eligen los cl¨¢sicos o son los padres los que transmiten cuentos que ya les narraron sus abuelos?
Espa?a es uno de los pa¨ªses europeos que m¨¢s literatura infantil editan, aunque en los quioscos siguen ocupando lugar preferente los cuentos troquelados de La ratita presumida. Los cl¨¢sicos, muchos de ellos de tradici¨®n oral y recopilados por los grandes maestros, como Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm o Charles Perrault, conviven con una amplia producci¨®n contempor¨¢nea de calidad nacional e internacional.
Alguien invent¨® a Caperucita para evitar que las ni?as fueran al bosque
En el original, la bruja intent¨® matar a Blancanieves tres veces
"Los cl¨¢sicos son patrimonio de la humanidad" , dice Roser Capdevila
Los ni?os piden que se les repita el cuento para ganar seguridad
"Todos vivimos al margen de la literatura infantil hasta que tenemos un ni?o cerca, y entonces se recurre a las referencias del pasado, pero si das un paso descubres los cuentos actuales", dice Pep Molist, cr¨ªtico literario. El relato infantil vive un buen momento, resurge la figura del cuentacuentos y se crean novedades. Sin embargo, nada ni nadie puede superar al lobo, la bruja y la madrastra. Son representaciones del conflicto, y sin conflicto no hay cuento.
"Los cuentos tradicionales son un buen instrumento para conducir los conflictos inconscientes. El ni?o se encontrar¨¢, cuando lee Pulgarcito, con los sentimientos de peque?ez e impotencia; con el sentimiento de abandono en Hansel y Gretel, con la envidia en Blancanieves, con los celos en Cenicienta...", explica la psic¨®loga cl¨ªnica Beatriz Azagra.
Los padres cada vez tienen menos tiempo para contar y menos tiempo para la imaginaci¨®n. "La sociedad actual requiere dedicaci¨®n al trabajo, a las compras, al ocio... y realmente el momento para disfrutar con los hijos es muy poquito, aunque es cierto que hay una nueva generaci¨®n de madres muy preocupadas que ya buscan el cuento antes de tener a su beb¨¦", explica Numancia Rojas, experta en el arte de contar y ense?ar a contar. "La crisis tiene algo bueno: vamos a tener que recurrir a lo ancestral, a la conversaci¨®n en familia".
En la casa de la ilustradora Roser Capdevila hay mucha luz y detalles de las famosas trillizas de su creaci¨®n en cada rinc¨®n. Cuando no se trata de dibujos, son fotos de sus hijas, las reales. "Los cl¨¢sicos son patrimonio de la humanidad", reivindica. "No son de un autor concreto". La prueba de que los cuentos populares no entienden de fronteras la tiene en su propia experiencia. "Hace a?os me invitaron a Jap¨®n y expliqu¨¦ un cuento en una de las escuelas. Son ni?os muy receptivos. Mediante dibujos les cont¨¦ el cuento de Pulgarcito, y result¨® que ellos lo conoc¨ªan exactamente igual. A Pulgarcito se lo com¨ªa un buey".
Los cl¨¢sicos se reeditan continuamente. Las editoriales apuestan por las nuevas creaciones, pero tambi¨¦n juegan con la nostalgia. Una de las ¨²ltimas colecciones son los Cuentos inolvidables, de Ferr¨¢ndiz, con t¨ªtulos como Mari Pili en bisc¨²ter y El Urbano Ram¨®n.
"Desde el punto de vista comercial funciona la nostalgia del pasado. Los compran los que eran ni?os hace 30 o 40 a?os, o los abuelos y abuelas", explica Virgilio Ortega, director editorial de Planeta DeAgostini.
Ortega defiende tambi¨¦n la creaci¨®n de nuevas historias. "En estos momentos estoy en Bolonia -la mayor feria mundial de literatura infantil- y salgo de una exposici¨®n de ilustradores infantiles. Son aut¨¦nticos artistas. Enmarcar¨ªa esos dibujos y los pondr¨ªa en mi casa. Y no est¨¢n llegando tanto como se merece", exclama desde el otro lado del tel¨¦fono. "Se est¨¢n creando libros muy buenos, pero no todos se est¨¢n promocionando", lamenta Ortega.
La facturaci¨®n anual del sector de literatura infantil y juvenil fue de 330 millones de euros en 2008, lo que supone un crecimiento en los ¨²ltimos cuatro a?os del 21%.
Thule es una de las editoriales que tratan de innovar. Jos¨¦ D¨ªaz, su editor, se queja de que el mercado "es un tanto conservador". Ellos apuestan por los cuentos de nueva creaci¨®n, aunque tambi¨¦n se apuntan a los cl¨¢sicos versionados. Tienen un cuento que se llama La boca del lobo, la historia explicada desde el punto de vista del lobo de Caperucita, que reconoce apenado que todo fue un accidente. "No est¨¢ mal que se cuenten de nuevo los cl¨¢sicos, pero nosotros buscamos otra cosa. Espa?a est¨¢ en un primer nivel mundial en ilustraci¨®n, pero en cuanto a la letra existe la creencia de que el texto para ni?os es un texto para tontos", remarca D¨ªaz.
Otro de los cuentos editados por Thule se llama El libro inclinado, de Peter Newell (EE UU, 1912). Es la historia del carrito de un beb¨¦ que se le escapa a su madre y va atropellando a todo el mundo. "Es curioso ver c¨®mo una historia de entonces es tan moderna". Se lo pueden preguntar a Caperucita Roja, tantos a?os repetida.
Numancia Rojas defiende esta primera versi¨®n de la historia: "En la ¨¦poca de Luis XIV se produjeron una serie de violaciones en los campos de las poblaciones cercanas a Par¨ªs. Las v¨ªctimas eran adolescentes. Alguien invent¨® a Caperucita Roja para asustar a esas j¨®venes y evitar as¨ª que fueran al bosque. Si realmente quer¨ªan inventar un cuento maravilloso, ?por qu¨¦ el lobo espera a Caperucita en la cama y no se la come en el bosque? El rojo de su vestido simboliza la adolescencia, cuando llega la menstruaci¨®n".
Otro, Antonio Rodr¨ªguez Almod¨®var, ha publicado La verdadera historia de Caperucita, en la que el le?ador no salva a nadie, sino que la ni?a se da cuenta de que quien est¨¢ en la cama es el lobo. En esta historia no existe la figura del macho-salvador de ninfas inocentes.
Cada pa¨ªs tiene sus preferencias. En Espa?a, los favoritos son Caperucita Roja, Cenicienta, Las siete cabritillas, Los tres cerditos, Blancanieves, La ratita presumida, Hansel y Gretel y La Bella Durmiente, enumera Teresa Tellechea, editora de SM. En Reino Unido, uno de los m¨¢s solicitados es Ricitos de Oro y los tres osos; en Francia, La princesa y el guisante, mientras que en Alemania gusta Hansel y Gretel.
Las editoriales se repiten con los t¨ªtulos, pero no m¨¢s que los ni?os. ?Por qu¨¦ el ni?o se obsesiona con el mismo cuento? Lo pide uno y otra vez, semana tras semana. Los padres buscan distraer su atenci¨®n, le ofrecen otros t¨ªtulos, van juntos a la librer¨ªa, pero no hay remedio. El ni?o quiere ese cuento.
"Hay ni?os que se enganchan con determinados cuentos o con determinadas pel¨ªculas. No hay que preocuparse. Les tranquiliza escuchar o ver siempre lo mismo. Al ni?o la incertidumbre no le gusta, le inquieta. Como ya sabe que va a acabar bien, tiene un control sobre esa angustia", explica Arancha Fern¨¢ndez, psic¨®loga cl¨ªnica del hospital madrile?o La Paz.
Al memorizar el cuento, el ni?o puede construir un primer andamiaje mental, algo as¨ª como formatear el disco duro. Es importante contarles siempre de la misma forma la historia para su seguridad mental, por eso protestan cuando se les var¨ªa una coma.
Los cuentos de hadas, seg¨²n Azagra, permiten al ni?o disociar los sentimientos y manejar la ambivalencia. Existen las hadas y la madrastra, el pr¨ªncipe y el lobo, pueden disociar en personajes buenos y malos y manejarse con ellos, de la misma forma que deber¨¢ hacer con sus sentimientos.
El estilo pol¨ªticamente correcto tambi¨¦n influye en el cuento. No todo el mundo sabe que la madrastra intent¨® matar a Blancanieves tres veces. Antes de la manzana envenenada, lo hab¨ªa probado con una p¨²a de peine envenenada; tras su fracaso la quiso estrangular con un lazo rojo. ?sa es la verdad verdadera, pero la versi¨®n de Disney lo ha dejado en s¨®lo dos intentos. Y la cosa no acab¨® con beso en la versi¨®n popular. Los enanitos llevaban a Blancanieves en una caja de cristal, y uno de ellos tropez¨®. Con el golpe, Blancanieves expuls¨® el trozo de manzana y despert¨®.
"Explicamos siempre los mismos cuentos, y en versiones ap¨®crifas. La educaci¨®n exige que todo sea pol¨ªticamente correcto, pero a pesar de todo no puedes evitar que los ni?os se enamoren de los Simpson y de Shin Chan. Puedes crecer en un mundo de algod¨®n, pero te aburres. Ha habido dos ¨¦pocas pol¨ªticamente correctas, la ¨¦poca victoriana y ahora, que vivimos una ¨¦poca en que los cuentos son pol¨ªticamente correctos", explica la profesora universitaria Teresa Dur¨¢n.
La profesora de edici¨®n de literatura infantil Estrella Borrego considera que los cuentos pueden hablar de todo, "tambi¨¦n de la crueldad". "El secreto est¨¢ en el c¨®mo y, eso s¨ª, el final siempre tiene que ser positivo, esperanzador. En cualquier caso, la censura la ejerce el propio lector. Los ni?os saben muy bien lo que les gusta y por qu¨¦. Y odian las mentiras", afirma.
Los padres y los maestros son los que tienen que elegir. Ellos tienen la responsabilidad. "Echo de menos que la literatura infantil no sea una asignatura obligatoria en Ciencias de la Educaci¨®n", dice Carme Gil, escritora de relatos para los m¨¢s peque?os. La semana pasada public¨® su quincuag¨¦simo noveno libro, El tesoro de la laguna. Su cuento favorito, sin embargo, es La ratita presumida, porque siempre se lo contaba su madre.
Los padres pueden confiar en el librero para abordar la nueva literatura infantil. "El problema est¨¢ en seleccionar entre todo lo que se edita. Generalmente no se elige el mejor producto, sino el que m¨¢s se publicita", a?ade Gil. Y aqu¨ª es donde entra el poderoso y omnipresente mundo de Disney, capaz de cautivar al ni?o. "Disney hace su labor. Las ilustraciones son fant¨¢sticas, pero los textos son ?o?os. Los ni?os conocen los cl¨¢sicos por Disney, y es una versi¨®n parcial y generalmente censurada. El problema de la literatura infantil es que se considera a los ni?os tontos y sufre censura por parte de las editoriales y tambi¨¦n por parte de los padres", explica Gil.
En Disney aseguran que su mundo es igual a fantas¨ªa. "No se trata de endulzar o no, sino de hacer que los ni?os tambi¨¦n disfruten de la imaginaci¨®n, donde todo puede pasar", dice una portavoz.
El cl¨¢sico de animaci¨®n La Bella Durmiente ha celebrado este a?o el 50? aniversario convertido en un icono del imperio que mont¨® Walt Disney. La historia de la princesa Aurora es uno de los grandes ¨¦xitos de los estudios estadounidenses. Prueba de que Aurora emociona son sus seguidores en la red social Facebook, donde esta princesa cuenta con m¨¢s de 13.000 fans, dos mil m¨¢s que Blancanieves, que tambi¨¦n habita en Internet.
La ilustradora alemana Stefanie Pfeil defiende las historias del pasado. Ella naci¨® muy cerca de Kassel, donde crecieron los Grimm. "Eran tan brillantes que vale la pena que se conozcan".
Cada vez m¨¢s se recurre al cuentacuentos, una figura que siempre ha existido, pero que ahora se profesionaliza. Diego Magdaleno lleva 12 a?os en ello. Curiosamente, no cuenta las mismas historias a su hija que a su p¨²blico. "Es necesario que haya un personaje malo, algo que se tiende a evitar, pero eso no es bueno. En la vida hay lobos. Los personajes malos no pueden desaparecer". Su hija Candela siempre le pide Caperucita Roja. ?l prefiere otro, el cuento de Paco, un rat¨®n que viaja a la Luna y all¨ª descubre que no es un queso y color¨ªn colorado este cuento se ha acabado.
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