Boadella, entre Berlanga, Mu?oz Seca y Pem¨¢n
La cena, de Els Joglars, en los teatros del Canal, se dir¨ªa una nota a pie de p¨¢gina (o un descarte) de El retablo de las maravillas, donde Boadella fustigaba con superior solera la vacuidad solemne, el papanatismo y la palabrer¨ªa rentable. El punto de partida no puede ser m¨¢s propicio para la s¨¢tira: el Gobierno espa?ol prepara una cumbre internacional sobre el cambio clim¨¢tico y encarga el condumio de clausura a un presunto genio gastron¨®mico llamado Maestro Rada. Influencia Uno: obviamente, Berlanga. La primera media hora es un galope brioso, un magistral plano secuencia que Don Luisg¨¦ habr¨ªa firmado (y filmado): los correteos y tropiezos de los pelotas (directores generales, secretarios, funcionarios), los discursos pijos de la ministra de Medio Ambiente (excepcional, como siempre, Pilar S¨¢enz) y la formidable escena en la que todos se re¨²nen sentaditos en el suelo porque la dama ha enviado mesas y sillas "a las favelas de Brasil". Poco a poco se revela, a brochazos, la Influencia Dos. La ministra lee la lista de participantes en la cumbre, integrada por "Evo Morales, Rigoberta Mench¨², la secretaria de Obama y Pilar Bardem": rugidos de aprobaci¨®n entre la parroquia. Aqu¨ª Boadella, combinando la zumba y la carne barata para la fiera, est¨¢ muy cerca del Mu?oz Seca de la ¨¦poca de la Rep¨²blica, que tiraba con bala sobre todo lo que oliera a izquierda: los sindicatos en La Oca ("Obreros Cansados y Aburridos") o los avances sociales en Anacleto se divorcia. Sigue la funci¨®n, en cota alta, con un episodio de estirpe tatiniana: los desafueros de una cocina salvajemente disfuncional, creada por una desp¨®tica arquitecta americana. Golpes de puro genio: el grifo insultador, que cuando lleva cinco segundos abierto grita "?Hijo de puta, est¨¢s acabando con el planeta!", y la m¨²sica ambiental para cocinar tortillas. Los actores, excelent¨ªsimos (equipo m¨¦dico habitual: Jes¨²s Agelet, Xavier Boada, Jordi Costa, Minnie Marx, Llu¨ªs Oliv¨¦, Dolors Tuneu), no cesan de multiplicarse en un v¨¦rtigo fregolista; las luces y la puesta rozan la perfecci¨®n. A media funci¨®n, acompa?ado por su escudero / sicario Slym, comparece el Maestro Rada, mes¨ªas de la "cocina sostenible y vanguardista". Ramon Fontser¨¦ est¨¢ que se sale, para variar, y su secreto (harto presumible: una puesta al d¨ªa de la "modesta proposici¨®n" de Swift) se anuncia con frases de lustroso repeluco: "No sobran personas, pero hay muchas repetidas". Boadella siempre ha mostrado una secreta fascinaci¨®n por los grandes embaucadores, y este Rada es una de las criaturas m¨¢s siniestras y mejor perfiladas de su galer¨ªa, un Sweeney Todd casi transilvano con las fauces del horno bien abiertas. La farsa podr¨ªa virar de Berlanga al Ferreri m¨¢s agrio (y siempre con gui¨®n de Azcona) si no fuera porque sus discursos a los cocineros del parador ("?Asesinos de vegetales!") se hacen condenadamente latosos, casi tanto como las respuestas de su antagonista, el tradicional chef Jordi Blas: que s¨ª, hombre, que donde est¨¦n unos huevos fritos bien hechos, que se quite el humo de centollo al regaliz, que eso lo tenemos claro. Al bajonazo de ritmo contribuyen, a) unos interludios pantom¨ªmicos muy relamidos (la ni?a a la que le matan la mariposita, la ni?a a la que le estalla el globo del mundo en las manos, el descubrimiento del sexo de los ¨¢ngeles) con subrayados de Vivaldi, y b) una tercera influencia (la he dejado para el final, pero emerge muy al principio) menos evidente que las anteriores: don Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n, el Pem¨¢n de El S¨¦neca, aquella jur¨¢sica serie televisiva protagonizada por Antonio Martelo, que encarnaba "el buen sentido del pueblo llano", entre otras charramecas. El S¨¦neca de Boadella es un juez andaluz (Xavi Sais), que recibe en su despacho a un tal M¨¢nyez (Xavier Boada), ayudante de cocina, testigo de las atrocidades de Rada y, por encima de todo, progre arquet¨ªpico hasta decir basta. Un juego con cartas marcadas, marcad¨ªsimas: el progre suelta las mayores imbecilidades imaginables, y el juez le apuntilla cada vez sin despeinarse, mirando al tendido: "Hombre, no me va a comparar ust¨¦ a los m¨¢rtires cristianos con los terroristas isl¨¢micos...". La baza ¨²ltima de Boadella radica en igualar a la baja hasta llegar al subsuelo: para satirizar el ecologismo como negocio y la nueva cocina como "demanda de dioses laicos" necesita que el progre sea un cretino inveros¨ªmil, y el neococinero, un demente criminal. Vale, es su opci¨®n. Es tramposa, pero es su opci¨®n. Lo que ya no es de recibo, teatralmente hablando, es que nos remache verbalmente (y hasta la extenuaci¨®n) lo que nos acaba de mostrar o lo que podr¨ªa mostrarnos: en los a?orados d¨ªas de Teledeum no nos hubiera "contado" la conexi¨®n (tambi¨¦n un tanto manida, todo hay que decirlo) entre eucarist¨ªa y canibalismo. Yo creo que La cena ser¨ªa un gozo de a¨²pa si prescindiera de esos interludios de guarder¨ªa fina y tajeara cuarto y mitad de los redundantes di¨¢logos de esa pareja. Y, ya puestos, tambi¨¦n le dir¨¦ que no todas las dianas est¨¢n a la altura de su ingenio. ?El socialdem¨®crata en el poder, posando de bueno y esquilmando el erario? Le?azo bien dado y otro de mi parte, nada que objetar. ?El manduquero fantasm¨®n? Muy bien, se lo repito, el perfil sat¨¢nico, pero el resto es sopa recalentada: ya recibi¨® lo suyo en El retablo con la feroz jornada de "cocinas abiertas", un pasaje digno de Dino Risi. ?El "intelectual progresista"? ?Con esos mimbres de polichinela? ?Uh, qu¨¦ miedo! ?Qu¨¦ pedazo de enemigo! Venga, maestro, que en otro tiempo y otras plazas tore¨® bichos m¨¢s bravos. No me diga que no ha encontrado personajes infinitamente m¨¢s da?inos y con m¨¢s jugo teatral en la Espa?a de hoy, con la que est¨¢ cayendo. Por si ha estado usted muy ocupado entre los seis meses de ensayos (bienvenidos sean: que no falte de n¨¢) y la inauguraci¨®n del templo (por cierto, muy feo, muy caro y muy sordo: a partir de la fila diez cuesta entender a sus muy entrenados actores), le recomiendo que abra m¨¢s los ojos: no le har¨¢ falta mirar muy lejos. -
Boadella siempre ha mostrado una secreta fascinaci¨®n por los grandes embaucadores
La cena. Teatros del Canal. Madrid. Hasta el 12 de abril
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