"Pap¨¢, todo el mundo tiene que morir alguna vez"
Giustino Parisse se fundi¨® en un largo abrazo con su colega y amigo Lorenzo Colantonio; se sec¨® las l¨¢grimas y le dijo: "Ahora yo estoy del otro lado. T¨² haz tu trabajo". Giustino, de 50 a?os, iba a ser por primera vez en su vida parte de la cr¨®nica. Y estaba dispuesto a contestar a todas las preguntas. Hab¨ªan trabajado juntos durante m¨¢s de 20 a?os hasta que los nombraron a ambos vicedirectores del peri¨®dico regional Il Centro, el segundo de mayor difusi¨®n en la zona afectada por el terremoto.
Giustino tiene fama de hombre exigente consigo mismo y con los dem¨¢s. Hace unas semanas sufri¨® un amago de infarto y al d¨ªa siguiente ya estaba trabajando en la redacci¨®n. Los recortes de personal a causa de la crisis que sufre la prensa a¨²n le hab¨ªan llevado a volcarse m¨¢s en su trabajo, a estar m¨¢s horas en su oficina de L'Aquila. Se hab¨ªa convertido en un especialista en se¨ªsmos. Llevaba dos meses consultando la p¨¢gina de Internet del Instituto Geof¨ªsico Militar, dirigiendo las informaciones sobre si los temblores de tierra que sufr¨ªa la comarca ser¨ªan o no precursores de mayores se¨ªsmos. Y de pronto, a las 3.32 del lunes, en su casa del pueblo de Onna, se abri¨® la tierra y murieron su hijo, Domenico, y su hija, Maria Paola, de 18 y 16 a?os. Su padre, de nombre tambi¨¦n Domenico, de 75 a?os, falleci¨® en otra casa; y su madre se debate a¨²n entre la vida y la muerte.
Giustino repite entre l¨¢grimas a su compa?ero que vio c¨®mo mor¨ªan sus dos hijos y que no pudo hacer nada por ellos. La casa se los trag¨® y quedaron indemnes ¨¦l y su esposa, Dina Sette. La joven Maria Paola consigui¨® reunir en un segundo la lucidez, los reflejos y la madurez suficientes para despedirse de esta vida consolando a su padre. "S¨®lo tuvo tiempo de decirme: 'Pap¨¢, todo el mundo tiene que morir alguna vez', y el techo se le cay¨® encima".
Eso sucedi¨® nada m¨¢s comenzar el terremoto. Pero una hora despu¨¦s, Giustino escuch¨® a su hijo Domenico pedir ayuda. Estaba enterrado bajo 10 metros de escombros. S¨®lo piedra y madera entre el padre y el hijo. "Giustino luch¨® como un le¨®n contra una enorme pieza de cemento", relat¨® su amigo Lorenzo Colantonio en la cr¨®nica que publicaba ayer en el diario. Un vecino de Giustino lo tuvo que convencer de que era imposible sacar a Domenico, que no hab¨ªa m¨¢s remedio que esperar a los servicios de socorro. Trece horas despu¨¦s del primer temblor, Domenico fue rescatado, pero ya estaba muerto. Y su padre prefiri¨® quedarse con la imagen del chaval en vida. "No he podido salvar a mis hijos. Treinta a?os de sacrificio se han ido en un segundo. Ya no le encuentro sentido a la vida", repet¨ªa a su compa?ero.
La sede del diario Il Centro en L'Aquila, de la que Giustino es el m¨¢ximo responsable, ha quedado destruida. Unos empleados se han quedado sin parte de sus familias y otros han tratado de seguir informando. Cuarenta periodistas de plantilla y 100 colaboradores no saben si habr¨¢n perdido tambi¨¦n sus puestos de trabajo.
A los compa?eros que le llamaban por tel¨¦fono, Giustino les dec¨ªa que para ¨¦l ni la vida ni el trabajo tienen ya sentido. Un vecino que tambi¨¦n perdi¨® a su hija en un accidente el a?o pasado, trataba de confortar a Giustino: "Fuerza, Giustino. Yo he podido superarlo y t¨² tambi¨¦n podr¨¢s".
Lo contaba ayer su amigo Lorenzo Colantonio desde este lado de la cr¨®nica.
Cifras del siniestro
- Muertos: 228 y 15 desaparecidos con pocas esperanzas de ser encontrados con vida.
- Heridos: 1.500, de ellos 500 hospitalizados
y 100 en condici0nes especialmente graves.
- Personas sin hogar: La estimaci¨®n ha sido revisada de los 70.000 iniciales a 17.000, para los que se han instalado m¨¢s de 2.400 tiendas de campa?a.
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