Fantas¨ªa dominical
?Me cantar¨¢s Happy birthday, Marilyn?".
?Qu¨¦ le pasa a Jorge Moragas? ?Por qu¨¦ est¨¢ tan nervioso el coordinador de presidencia y de relaciones internacionales del Partido Popular? Un tipo como ¨¦l, con esa seguridad tan aparente, con la iron¨ªa siempre a punto... Pero, ante todo: ?Por qu¨¦ habla con Marilyn Monroe? Esto es muy extra?o. Otro diputado, el candidato socialista a las pr¨®ximas elecciones europeas, Juan Fernando L¨®pez Aguilar, canta junto a Miguel R¨ªos durante un improvisado concierto de rock. La actriz Pilar L¨®pez de Ayala pone en marcha una extravagante m¨¢quina de producir nieve para evitar el deshielo en los polos. Gemma Nierga, directora y presentadora del programa La ventana, de la cadena SER, protagoniza un musical. Y Mart¨ªn Rivas, actor de la serie televisiva El internado, se convierte en un ladronzuelo. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando este domingo?
Mart¨ªn Rivas: "de peque?o me costaba mucho robar algo"
Moragas: "La pel¨ªcula del PP ser¨ªa 'En busca del Arca perdida"
Todo comenz¨® un soleado d¨ªa de la presente primavera, cuando la revista dominical de un peri¨®dico so?¨® con prender la mecha de estas alucinaciones. El reportero pregunt¨® a Mart¨ªn Rivas por su sue?o m¨¢s codiciado. Y el actor de 24 a?os, candidato al Goya al mejor actor revelaci¨®n por su papel en Los girasoles ciegos, respondi¨® sin demora: "Siempre me hubiera gustado ser un pillo, un buscavidas como Dodger el Tramposo, el amigo de Oliver Twist en la versi¨®n cinematogr¨¢fica de Carol Reed".
Dicho y hecho. El actor y el reportero se trasladan hasta una calle con muros de ladrillo victoriano, enclavada en el viejo y mugriento Londres de las Workhouse y las Leyes de pobres. Mart¨ªn Rivas parece ansioso por deshacerse de su cazadora de cuero marr¨®n, sus jeans lavados a la piedra y las zapatillas deportivas para convertirse en un personaje de Dickens. "Cuando ¨¦ramos peque?os, mi hermana y yo ten¨ªamos gastada la cinta en VHS del musical Oliver. La ve¨ªamos constantemente. Nada m¨¢s aparecer el guardi¨¢n del orfanato nos ech¨¢bamos a temblar. Es el primer recuerdo cinematogr¨¢fico que conservo".
Sin embargo, la infancia gallega de Rivas con su familia no tuvo nada que ver con la del peque?o Oliver. "Vivimos en muchos sitios, Tui, Vimianzo, Dubl¨ªn... Mi madre era profesora de instituto y mi padre escrib¨ªa en casa, as¨ª que nos acomod¨¢bamos a los destinos de ella. Yo ten¨ªa un sentido de la responsabilidad demasiado grande como para ser un randa, como se llama a los pillos en Galicia. Me costaba mucho robar algo, por eso me seduce la figura del p¨ªcaro. Nunca pas¨¦ de colarme en el autob¨²s y mangar alguna revista porno...".
Uno piensa que no ser¨¢ para tanto, pero s¨ª que hay un antes y un despu¨¦s de contemplar los ojos de Mart¨ªn Rivas al desnudo. Se despoja de sus gafas de sol modelo Pantoja-moderno y descubrimos al icono contempor¨¢neo de la peque?a pantalla, al ¨ªdolo de imberbe e insultante belleza. Enseguida comprendemos por qu¨¦ con 12 a?os hizo su primera prueba como figurante en una serie para la televisi¨®n gallega. Hoy conserva esa mirada transparente que despu¨¦s le llev¨® desde Santiago de Compostela hasta Madrid. Un viaje de la mano del responsable de casting de Globomedia, Luis San Narciso, quien le fich¨® para El internado y le catapult¨® a la fama. Tras su bautizo en el cine, a las ¨®rdenes de Jos¨¦ Luis Cuerda en Los girasoles ciegos, ha estado a punto de firmar su primer papel protagonista junto a Mar¨ªa Valverde. "Al final, no voy a hacerlo. Ten¨ªa que compaginarlo con la serie y he preferido centrarme en una sola cosa. A veces hay que saber frenar un poco".
-?Le preocupa que puedan encasillarle en la televisi¨®n?
-Creo que soy demasiado joven para que se me pueda encasillar en algo.
Y Mart¨ªn Rivas se larga a birlarle unas manzanas al frutero de esta calle londinense. Sonr¨ªe, el muy granuja. Pero su tel¨¦fono m¨®vil est¨¢ a punto de sonar con intenci¨®n de devolverle a la realidad. Ma?ana le recoger¨¢n a las seis de la madrugada para llevarle al rodaje de un nuevo cap¨ªtulo.
El reportero se despide de Mart¨ªn y enciende su reproductor de radio. Enseguida se topa con la voz m¨¢s seductora y la sonrisa m¨¢s colosal de las ondas: Gemma Nierga (Girona, 1965). Reina de la tarde. L¨ªder absoluta de audiencia, seg¨²n la ¨²ltima oleada del EGM del a?o pasado, con 751.000 seguidores de su programa La ventana, en la cadena SER. Una mujer con un sue?o: protagonizar un musical. "A los 18 a?os me matricul¨¦ en la Facultad de Periodismo, pero no dej¨¦ de interpretar ballet y teatro en un centro c¨ªvico del Poblenou de Barcelona hasta que me qued¨¦ embarazada de mi hijo Pau. Incluso cuando hac¨ªa Hablar por hablar, de madrugada, iba a los ensayos de diez a doce de la noche. Me ayudaba a relajarme antes de entrar en antena. As¨ª que ni tele, ni radio, ni nada. Mi verdadera fantas¨ªa es estar encima de un escenario cantando las canciones de un espect¨¢culo como, por ejemplo, Mamma mia!".
S¨®lo ha hecho falta pedir prestado el vestuario de este musical, que volver¨¢ a estar de gira por Espa?a desde el pr¨®ximo verano en el teatro Arriaga de Bilbao. Nierga est¨¢ preparada para su gran estreno junto a Olga Nebra y Anna Puigboltas, su guardia pretoriana ante el micr¨®fono. "Las tres somos un poco Mamma mia!", justifica Gemma con el nerviosismo previo al debut. "Anna y yo llevamos juntas desde nuestro aterrizaje en La ventana, all¨¢ por 1997. Olga lleg¨® poco despu¨¦s". Y de esa entente cordiale nace el buen rollo con el que llevan m¨¢s de una d¨¦cada contagiando a sus oyentes. "Ellos nos conocen bien. Y a m¨ª me tienen calada", susurra Gemma antes de salir a escena. "Al principio, cuando ten¨ªa 30 a?os, intent¨¦ ser otra. Pero la radio no te permite la artificiosidad. La falsedad se detecta enseguida".
?Qu¨¦ empiece el show! Las chicas entran en escena muertas de risa. Est¨¢n plet¨®ricas. Divinas. Dispuestas a darlo todo, enfundadas en licras de color blanco rematadas con cristales de Swarovski. Plataformas plateadas. Confeti. M¨²sica de ABBA. "?Dancing queen!". Y se tronchan. "?Ponme Chiquitita!", reclama Gemma. "?Eso ser¨ªa el desparrame total!", subraya Olga. Todos bailamos y cantamos. El estreno es un ¨¦xito. Pero ellas deben preparar el programa de la tarde. Y nosotros queremos seguir so?ando.
As¨ª que nos vamos hasta otro escenario, el de la sala El Sol, en la madrile?a calle de los Jardines. Juan Fernando L¨®pez Aguilar (Las Palmas de Gran Canaria, 1961), ex ministro de Justicia y actual candidato del PSOE a las elecciones europeas, confes¨® que su sue?o era tocar un rock and roll junto a Miguel R¨ªos. Y ahora espera, vestido completamente de negro y con su guitarra al hombro, la llegada del decano del rock en espa?ol, que prepara la pr¨®xima gira de conciertos de su ¨²ltimo disco: Solo o en compa?¨ªa de otros. R¨ªos hace acto de presencia con aspecto envidiable. Y abraza al pol¨ªtico. "?Empezamos con Santa Luc¨ªa?".
L¨®pez Aguilar enchufa su guitarra el¨¦ctrica. Rasguea los acordes de una de las baladas m¨¢s famosas de Miguel R¨ªos. El granadino comprueba que el tipo que tiene al lado sabe lo que se trae entre manos y agarra el micr¨®fono. "A menudo me recueeerdas...". Este d¨²o ins¨®lito sigue con Cuerpo de ola, de Hilario Camacho. La actuaci¨®n culmina con una versi¨®n de Johnny be good a la que modifican el estribillo: "Go, yankees go, home... Yankees go home". L¨®pez Aguilar se faja en los punteos. Miguel R¨ªos desembucha: "No quiero decir que se te da mejor esto que la pol¨ªtica, porque fuiste un buen ministro, pero estoy a punto de hacerlo". La pregunta se torna inevitable al bajar del escenario:
-Se?or candidato, ?le hac¨ªa m¨¢s ilusi¨®n cumplir este sue?o que ganar las elecciones europeas?
-La pol¨ªtica se debe mucho a las expectativas y a la aprobaci¨®n de los dem¨¢s; y ya que los dem¨¢s esperan que gane, ser¨ªa un fr¨ªvolo si no reconociera que me hace mucha ilusi¨®n ganarlas. Pero, personalmente, una sonrisa como la que he podido tener ah¨ª arriba con Miguel, es dif¨ªcil sacarla a relucir en pol¨ªtica. Ni siquiera cuando te nombran ministro; est¨¢s demasiado preocupado por lo que se te viene encima.
-Si la cosa no le va bien en las urnas, ?se lanzar¨¢ a la carretera?
-Ojal¨¢ pudiera hacerlo... La verdad es que ser¨ªa bonito tocar con Miguel durante la campa?a. ?Montamos un Santa Luc¨ªa?
Ah¨ª les dejamos, concretando una cita. ?Cu¨¢l ser¨¢ la fantas¨ªa de un pol¨ªtico rival de este socialista? Preguntamos a Jorge Moragas (Barcelona, 1965), diputado y coordinador de presidencia y de relaciones internacionales del Partido Popular. Un d¨ªa cambi¨® la diplomacia por la pol¨ªtica. Pero antes, durante sus a?os de estudiante, se le pas¨® por la cabeza dejarlo todo por el cine. "Mi padre me disuadi¨®, pero no descarto rodar alg¨²n d¨ªa un gui¨®n escrito por m¨ª".
Nos plantamos en el rodaje de La tentaci¨®n vive arriba, de Billy Wilder, para recrear la m¨ªtica escena de Marilyn Monroe con sus faldas al vuelo del respiradero del metro en la neoyorquina Lexington Avenue. Corren los a?os cincuenta del siglo pasado. Moragas mira de reojo a Marilyn. Reparte instrucciones a los muchachos de producci¨®n. Algunos han ido a comprar botellas de bourbon y bocadillos de pastrami. Queda mucha noche por delante.
-?Cu¨¢l ser¨ªa la pel¨ªcula del Partido Popular?
En busca del arca perdida, la aventura de un partido que intenta recuperar el poder venciendo todo tipo de obst¨¢culos e inconvenientes. Mariano Rajoy ser¨ªa Indiana Jones, claro. Y recuerdo que al final de la peli de Spielberg, Jones encuentra el arca...
-?Para cu¨¢ndo una pel¨ªcula de Moragas?
-Estoy preparado para dirigir un corto. Ahora trabajo 15 horas al d¨ªa y lo tengo dif¨ªcil, pero me podr¨ªa organizar.
As¨ª es Moragas. El ex diputado aragonesista Jos¨¦ Antonio Labordeta dijo de ¨¦l: "Hay un diputado del PP que es diplom¨¢tico, no s¨¦ c¨®mo se llama. Va al Congreso con mochila. Menuda gilipollez". Para m¨¢s inri, escribe un blog llamado La mochila de Moragas. Y no se achanta f¨¢cilmente. "Labordeta es un se?or mayor al que hay que respetar... La mochila es un instrumento de mi generaci¨®n. Y adem¨¢s, ?no iba yo a llegar al Congreso con una cartera sin ser ministro! Ya habr¨¢ tiempo para carteras...".
-?Pero qu¨¦ hay dentro de la mochila de Moragas?
-Una [libreta] Moleskine, unas gafas de bucear... es que me gusta mojarme... cargadores de m¨®viles, llaves de varias casas... yo vivo aqu¨ª, en Madrid, en un peque?o apartamento, pero cuando puedo me escapo con mi mujer y mis dos hijas, de nueve y siete a?os, al Ampurd¨¢n... tambi¨¦n llevo alg¨²n libro y una m¨¢quina de fotos. Cuando viajo con Rajoy intento estar al quite por si surge alguna escena que merezca ser inmortalizada.
Abandonamos el cine amateur por una cita con uno de los rostros m¨¢s frescos de la gran pantalla: el de Pilar L¨®pez de Ayala (Madrid, 1978). Acaba de llegar de India, donde ha representado en un festival Las 13 rosas. Como si no hubiera tenido suficientes viajes durante el a?o pasado -entre otros, el periplo mexicano del rodaje de S¨®lo quiero caminar (Agust¨ªn D¨ªaz Yanes) y una temporada en Francia para participar en Comme les autres (Vincent Garenq)-, se ha empe?ado en que nos vayamos hasta el Polo Sur.
-?Por qu¨¦ un lugar tan fr¨ªo, con el d¨ªa tan bonito que hace?
-Porque me preocupa el deshielo. Es algo muy grave. Me gustar¨ªa que se informase m¨¢s sobre este asunto, que nos llegase el mensaje como lo hacen las campa?as de tr¨¢fico para prevenir accidentes. Es muy triste ver a los osos aislados, a los animales en peligro. Y los Gobiernos tienen una responsabilidad muy grande sobre el cambio clim¨¢tico.
los ping¨¹inos rey se encuentran en ¨¦poca de apareamiento en la Ant¨¢rtida. Pilar les trae una nueva diversi¨®n: ha inventado una m¨¢quina de fabricar nieve para combatir el deshielo. Estos animalitos han comido su raci¨®n de arenques y parecen contentos con la llegada de la intrusa. Uno de ellos se ha enamorado de Pilar. Es comprensible. Y ah¨ª est¨¢ ella, sobre unos taconazos, como si no hiciera un fr¨ªo que pela.
Pilar L¨®pez de Ayala parece sobrevolar la adversidad con la misma elegancia con la que estos ping¨¹inos visten su piel. Acaba de entrar en la treintena. Atr¨¢s qued¨® la chica de Majadahonda (Madrid) que compaginaba el instituto con sus primeras participaciones en series de televisi¨®n. Despu¨¦s palade¨® las mieles del ¨¦xito con su papel de Juana la loca (2001). "Desde entonces intento no tener muchas expectativas, disfruto con lo que venga". Cuando vuelva a Madrid seguir¨¢ preparando el gui¨®n de una pel¨ªcula que tiene previsto rodar en Espa?a, si bien al cierre de este reportaje a¨²n no hab¨ªa firmado su participaci¨®n. Lo que s¨ª asegura es mantener vigente una m¨¢xima: no arrepentirse de ninguno de los papeles que ha interpretado. "Las decisiones que he tomado han sido siempre a la hora de leer el gui¨®n; otra cosa es que algunas pel¨ªculas hayan salido despu¨¦s de forma diferente".
El reportero se despidi¨® con pesar de la hechizante voz de Pilar. Regres¨® a la oficina del suplemento dominical, donde cont¨® a todos su extra?a odisea. Le vieron tan ilusionado, que nadie quiso advertirle sobre lo que hab¨ªa pasado durante su ausencia. Pero ¨¦l se percat¨® de que sus compa?eros mostraban un semblante preocupado. Decidi¨® que lo mejor ser¨ªa sentarse a escribir. Hilvan¨® las notas de su cuaderno con los recuerdos de todo lo que hab¨ªa visto y o¨ªdo. Despu¨¦s entreg¨® el texto a sus jefes para que pudieran manchar las p¨¢ginas de la revista junto a las im¨¢genes que certificaban todas aquellas fantas¨ªas. Y se march¨® a descansar.
A la ma?ana siguiente, el reportero volvi¨® a la redacci¨®n del peri¨®dico. Se sinti¨® alarmado por el silencio reinante en el edificio. El rumor de tel¨¦fonos, habitual incluso en s¨¢bados como aqu¨¦l, parec¨ªa apagado o fuera de cobertura. Tampoco se cruz¨® con nadie hablando con el m¨®vil por los pasillos. Al entrar en la planta del suplemento encontr¨® la estancia di¨¢fana, completamente desangelada. Salvo por la presencia de los ordenadores, daba la sensaci¨®n de que hubieran barrido las mesas. No hab¨ªa papeles desperdigados. Ni libros. Las fotos y carteles que decoraban las paredes hab¨ªan desaparecido. No quedaba un solo rastro de presencia humana. Y lo que le inquiet¨® m¨¢s todav¨ªa: las teclas de los ordenadores estaban movi¨¦ndose solas.
Aquel baile de letras rellenaba autom¨¢ticamente los huecos en blanco de las p¨¢ginas del peri¨®dico del d¨ªa siguiente. S¨²bitamente, una voz galv¨¢nica escupida desde un altavoz pulveriz¨® el silencio reinante en la sala.
-?Qu¨¦ haces ah¨ª, mequetrefe?
-?Qui¨¦n habla?
-Soy el Tecleador Supremo de este peri¨®dico. Estoy detr¨¢s de ti.
El reportero se aproxim¨® hasta un cachivache repleto de luces intermitentes.
-?D¨®nde est¨¢n los periodistas?
-Debes de ser el ¨²nico que no sabe que ya no hacen falta. A partir de hoy, los peri¨®dicos los escriben las m¨¢quinas. Es lo que dicta la nueva ley de prensa.
-?Pero si ayer nadie me dijo nada de esto! ?Y nuestra historia sobre los sue?os?
-Est¨¢ en el almac¨¦n de desechos. Ser¨¢ mejor que te largues. A partir de ahora, aqu¨ª est¨¢ prohibido so?ar.
El reportero se march¨®. Estaba furioso. Tanto tiempo en el mundo de los sue?os le hab¨ªa hecho perder el contacto con la terrible realidad. De camino hasta su casa tuvo que resguardarse en varios portales de un diluvio primaveral. El diluvio se convirti¨® en una tormenta que arranc¨® farolas, ramas de ¨¢rboles y vallas publicitarias.
A la ma?ana siguiente, los bomberos arreglaban los destrozos provocados por las lluvias. El reportero se acerc¨® hasta el quiosco del barrio, donde se extra?¨® al encontrar el suplemento dominical del peri¨®dico para el que hasta entonces hab¨ªa trabajado. All¨ª estaba su historia sobre las fantas¨ªas. ?Qu¨¦ demonios hab¨ªa pasado? "La tormenta de anoche provoc¨® un cortocircuito que colaps¨® los autotecleadores de todos los peri¨®dicos", respondi¨® el quiosquero. "Las empresas informativas han declarado que quiz¨¢ no sea tan buena idea dejar todo a merced de las m¨¢quinas. Se han rebelado contra la ley de prensa. Ayer volvieron a reclutar a los periodistas para escribir los diarios. Y de paso, han rescatado los suplementos dominicales de los almacenes de desechos. ?Te importa apartarte para que siga atendiendo a la clientela?".
El reportero compr¨® un ejemplar y pidi¨® un caf¨¦ en el bar de la esquina. Era una ma?ana preciosa. Al abrir la revista, comprob¨® que el suplemento dominical hab¨ªa convertido sus sue?os en realidad. Sonri¨® al escuchar el pitido de su tel¨¦fono m¨®vil. Era su jefe. Siempre le llamaba los domingos a la misma hora. Para gru?ir un poco. Y para reclamar ideas que pudieran ponerse en marcha a lo largo de la semana siguiente.
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