Chano Lobato, el arte irrepetible
Se muri¨® pensando en cambiar un remate de los tangos, pidiendo un tinto de verano y sin dejarse ver. Coqueto y flaco, alegre y enamorado de la vida y del flamenco. "Hasta el final fue ¨¦l", dice su hijo Chanito, que lo dej¨® acostado, viendo en televisi¨®n el principio de la Semana Santa. En la mesilla estaban sus libros de cine, su segunda gran pasi¨®n, alguno de flamenco, y la insulina que siempre le acompa?¨®. Linda, su perrita, que seg¨²n dec¨ªa ¨¦l bailaba a comp¨¢s, dej¨® de comer y de beber tres d¨ªas antes de su muerte, y el domingo anunci¨® el desenlace llorando durante todo el d¨ªa. Ahora est¨¢ deshidratada y hu¨¦rfana.
Como el flamenco. Porque Chano Lobato encarnaba el arte flamenco. Nadie como ¨¦l representaba los valores del cante cl¨¢sico. Afici¨®n y coraje, profesionalidad y humor, fatigas y pellizco, respeto al tesoro heredado y una voluntad de hierro para cantarlo todo y cantarlo todo bien, con su comp¨¢s, su aire y el quej¨ªo justo. Jam¨¢s aburri¨® al p¨²blico porque su sentido del escenario era ¨²nico, y de hecho, amas¨® y cre¨® mientras daba sus ocho o nueve vueltas al mundo el mejor directo de la historia. Cantaba y contaba en simbiosis perfecta. Y al final la memoria nunca sab¨ªa qu¨¦ elegir, si el cante o el cuento.
Nunca se preocup¨® de rebatir a los que le etiquetaron como cantaor festero, pero por sole¨¢ era irreprochable, su pincelada por siguiriyas y cabales conmov¨ªa al m¨¢s fr¨ªo, por rumbas seg¨²n Enrique Morente fue el mejor de la historia, y en los cantes r¨ªtmicos de C¨¢diz -alegr¨ªas, buler¨ªas, tanguillos...- fue la referencia de la que han bebido todos los cantaores j¨®venes inteligentes.
El t¨ªo Chano terminaba de enamorar al auditorio con los embustes de Peric¨®n y Ezpeleta, que fue mejorando a base de talento narrativo y una gram¨¢tica prodigiosa. Como entrevistado era una mina. Una vez le pregunt¨¦ por la Guerra Civil en C¨¢diz. Y dijo: "Yo nac¨ª en la calle de la Botica, enfrente de la c¨¢rcel, y aquello era una tragedia viva. Un primo m¨ªo, Pepillo, le puso una maleta a un santo, como diciendo que aquel santo ya se iba... Lo fusilaron".
Le gustaba tanto el escenario que hubiera trabajado gratis. Y alguna vez lo hizo. La ¨²ltima actuaci¨®n fue en junio pasado, en el Puerto de Santa Mar¨ªa. En el viaje, como siempre, fue escribiendo las letras que iba a cantar. Hab¨ªa actuado all¨ª dos a?os antes, y decidi¨® cambiar el repertorio para no repetirse. "Seguro que va a venir uno que estuvo la otra vez, y va a pensar que hago siempre lo mismo", le dijo a su hijo. Lleg¨® casi sin poder andar, del brazo de Chanito, y cuando subi¨® al escenario se transform¨®, cant¨® y acab¨® bailando. Sin repetirse. Como ¨¦l dec¨ªa: "Artista hay que ser dentro y fuera. Para ser artista primero hay que ser persona. Y si no, vete a poner tornillos, que para el arte no vales".
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