Ocurri¨® en Andaluc¨ªa
S¨ª, ocurri¨® en Fuentes de Andaluc¨ªa, provincia de Sevilla, en el verano de 1936, un a?o en el que se envenen¨® el agua libre, porque la vida estaba a punto de convertirse en un pozo. Son¨® por el pueblo el motor de un cami¨®n. Se adue?aron de las calles algunas camisas azules de falangistas y las ropas de los paisanos que estaban dispuestos a competir en marcialidad con los uniformes. De pronto las esquinas se llenaron de pistolas, de escopetas, de ¨®rdenes, de gritos. Un presentimiento de p¨®lvora se confund¨ªa con el calor de las tapias y con el miedo de los postigos.
Un grupo de mujeres, algunas casi ni?as, fueron detenidas. Dar un escarmiento era una simple excusa para abrirle las puertas y las ventanas a la barbarie, y dejar que la violencia cayese sobre los nombres y los futuros recuerdos. Lo repitieron despu¨¦s muchas veces, aunque siempre en voz baja, otras mujeres del pueblo. Los falangistas metieron en el cami¨®n a Mercedes Medrano con sus 18 a?os, y a Josefa Gonz¨¢lez con sus 16 a?os y sus ojos incr¨¦dulos, y a la hija de la Polonia con sus 15 a?os, y a la hija de Manuel de la Melliza con sus 14 a?os, y a otras vecinas, cada una con su edad, sus apodos, su orgullo y sus l¨¢grimas.
El cami¨®n tom¨® rumbo a La Campana, pero se detuvo antes de llegar, en una finca llamada El Aguaducho. Par¨® el motor, volvieron a gritar los hombres, las mujeres bajaron del cami¨®n. Estaban condenadas a participar de la fiesta. Era la hora de comer, y fueron condenadas a preparar y servir la comida. Despu¨¦s fue la hora de los est¨®magos llenos y la lujuria, y sufrieron la humillaci¨®n alcoh¨®lica de las violaciones. Por fin son¨® la hora de la muerte, y fueron asesinadas y arrojadas a un pozo. Un olor a venganza animal, a ferocidad surgida desde las entra?as miserables de la historia, se adue?¨® del paisaje.
El grupo de amotinados, cargado de esp¨ªritu militar y de fiebre patri¨®tica, volvi¨® a Fuentes de Andaluc¨ªa despu¨¦s de culminar su crimen. Los asesinatos val¨ªan de poco si no se celebraban. La muerte, por mandato de la superioridad, deb¨ªa ser una puesta en escena, un argumento de terror, una prueba palpable de que el golpe militar iba en serio, sin piedad posible. Resultaba conveniente disipar cualquier duda, y por eso la pandilla de h¨¦roes se pase¨® por el pueblo, exhibiendo en la punta de las escopetas, como banderas macabras, la ropa interior de las mujeres violadas y asesinadas.
Los seres humanos tienen pocos consuelos cuando la barbarie les cae encima. Los jud¨ªos que viajaban en trenes hacia los campos de exterminio sacaban los rostros por las ventanillas de los vagones esperando que alguien los viese, los recordase, pudiese dar testimonio hist¨®rico de su itinerario hacia la muerte. La futura memoria, el deseo de que la injusticia pueda ser recordada, no evita la tragedia, pero convierte el dolor en parte de un relato a largo plazo, y la intuici¨®n del porvenir ofrece una modesta compa?¨ªa en la soledad de la miseria. Por eso las mujeres de Fuentes de Andaluc¨ªa conservaron a lo largo de los 40 a?os de dictadura el recuerdo de sus vecinas asesinadas, y contaron en voz baja a sus hijos los detalles de la desgracia. Nadie desaparece del todo mientras se mantiene viva la llama de su historia.
La literatura ha servido en muchas ocasiones para recordar las caras que consegu¨ªan asomarse por las ventanillas de los trenes dirigidos hacia las c¨¢maras de gas. Las palabras del escritor, como los cuentos de nuestros mayores, sirven para recordar, para oponerse al olvido. Tambi¨¦n la solidaridad pol¨ªtica es un ejercicio de memoria. Izquierda Unida, en colaboraci¨®n con Unidad C¨ªvica Andaluza por la Rep¨²blica, ha organizado, 73 a?os despu¨¦s, un homenaje a las mujeres de Fuentes de Andaluc¨ªa. Bajo los campos de trigo viven historias tristes que merece la pena contar.
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