Avenida de Am¨¦rica Latina
Este Madrid que no se acaba nunca terminaba a la altura de Nuevos Ministerios cuando Rub¨¦n Dar¨ªo lleg¨® desde Buenos Aires en 1887. Fue el primero de los escritores latinoamericanos modernos en instalarse en una ciudad que hoy parece, por barrios, una m¨¢s de Am¨¦rica Latina. Cualquiera que asistiera en el estadio Vicente Calder¨®n al Espa?a-Ecuador de hace seis a?os pensar¨ªa por el color de la grada que, en lugar de a Pir¨¢mides, el metro le hab¨ªa llevado a Quito.
?Qu¨¦ ha sido Madrid para los escritores hispanoamericanos? Durante d¨¦cadas, una puerta, es decir, un lugar de paso. Hacia Europa, por ejemplo. Lo fue para el vanguardista Vicente Huidobro camino de Par¨ªs y para Octavio Paz camino de la fama y, en 1937, del congreso de intelectuales antifascistas de Valencia. Tambi¨¦n para Pablo Neruda, camino de todas partes. Ellos y sus amigos espa?oles de la generaci¨®n del 27 eran los herederos transatl¨¢nticos del propio Dar¨ªo.
Durante la posguerra lleg¨® Vargas Llosa a estudiar el doctorado en la Complutense
En los setenta, la ciudad fue refugio para quienes hu¨ªan de las dictaduras
Pasada la guerra, en el 59, lleg¨® Vargas Llosa a estudiar el doctorado en la Complutense y, sobre todo, a escribir La ciudad y los perros en una tasca de Men¨¦ndez Pelayo, a tiro de piedra de la pensi¨®n El Jute, su casa madrile?a de entonces. Hoy tiene una a dos pasos de las Descalzas Reales. Durante los setenta Madrid fue tambi¨¦n puerta de salida y refugio para los que escapaban de las dictaduras del Cono Sur. Entre ellos estaban el uruguayo Mario Benedetti y su compatriota Juan Carlos Onetti, que m¨¢s que vivir en Madrid viv¨ªa en una cama. Eso s¨ª, instalada en el n¨²mero 31 de la Avenida de Am¨¦rica. Tambi¨¦n se instalaron aqu¨ª narradores argentinos, como Daniel Moyano y Antonio Di Benedetto, a los que les toc¨® la mala suerte de llegar en los a?os ochenta, justo cuando los espa?oles, saturados de boom, se pusieron a leer a otros espa?oles.
Hoy que Madrid es una ciudad de inmigrantes lo es tambi¨¦n de escritores inmigrantes. Y de inmigrantes escritores. Para conocer sus peripecias basta con leer Memorias de una dama, la reciente novela de Santiago Roncagliolo, que sobrevivi¨® en estas calles antes de comerse el futuro. Parad¨®jicamente, la incomunicaci¨®n entre vecinos hace que un lector de Montevideo conozca a un escritor de Bogot¨¢ no por la v¨ªa m¨¢s corta sino porque ¨¦ste publica en una editorial de Madrid (o de Barcelona) o porque se le rese?a en un peri¨®dico madrile?o.
Pero La Meca de la literatura latinoamericana no se llama Madrid. Ni Espa?a siquiera. La Meca se llama, por orden alfab¨¦tico, Alfaguara, Anagrama, Mondadori, Pre-Textos... De ah¨ª que la puerta ahora se haya convertido en un puente. A veces, por arriba, un sitio por el que caminar hacia la historia. A veces, por debajo, un lugar en el que protegerse de ella.
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