Sin mirar a la c¨¢mara
Una de las ¨²ltimas escenas de El ni?o con el pijama de rayas muestra a un soldado mirando el interior de una c¨¢mara de gas por la mirilla de la puerta. Una escena similar puede verse en Am¨¦n, de Costa Gavras. En ning¨²n caso al espectador se le muestra lo que ven esos ojos.
La filmaci¨®n de las c¨¢maras de gas es la piedra de toque en la pol¨¦mica sobre la recreaci¨®n art¨ªstica de la Shoah. Si el primer hito de esas recreaciones fue la serie Holocausto, el segundo y definitivo fue La lista de Schindler. Lo que para unos es el gran veh¨ªculo de informaci¨®n de masas sobre el genocidio jud¨ªo, para otros es la encarnaci¨®n de todos los vicios del cine de ficci¨®n. Con motivo de su estreno en 1993, Claude Lanzmann, el autor de Shoah, una "construcci¨®n documental" considerada la obra cumbre sobre el tema, lanzaba dos cr¨ªticas a Steven Spielberg que resum¨ªan todo lo que, en su opini¨®n, no debe hacerse: usar actores que imiten el sufrimiento de personas reales y reconstruir los escenarios en los que tuvo lugar.
Lanzmann, de hecho, hab¨ªa hecho con su pel¨ªcula todo lo contrario: a?os despu¨¦s de los hechos, los protagonistas relatan lo que vivieron, pero en los escenarios tal y como est¨¢n en el presente. Que el gueto de Varsovia sea hoy un barrio burgu¨¦s es para Lanzmann el mejor testimonio de lo que significa el olvido. Todo lo dem¨¢s es para ¨¦l "poner en im¨¢genes lo inimaginable". Metido en una espiral de una rotundidad poco habitual —y menos en alguien que se dedica al cine— el director franc¨¦s arremete incluso contra las im¨¢genes de archivo que "petrifican el pensamiento y aniquilan todo poder de evocaci¨®n". Es decir, de memoria.
En su cr¨ªtica a La lista de Schindler, titulada sintom¨¢ticamente Holocausto, la representaci¨®n imposible, el cineasta escrib¨ªa: "Si hubiese encontrado un filme ya existente —un filme secreto, porque estaba estrictamente prohibida cualquier filmaci¨®n— rodado por un SS que mostrase c¨®mo tres mil jud¨ªos, hombres, mujeres, ni?os, mor¨ªan juntos, asfixiados en una c¨¢mara de gas del crematorio II de Auschwitz, si yo hubiera encontrado eso, no solamente no lo hubiera mostrado, sino que lo hubiese destruido". Aunque Lanzmann concluye que no ser¨ªa capaz de decir por qu¨¦, la mayor¨ªa de sus argumentos van en una direcci¨®n que trata de cerrar todas las salidas al negacionismo: no hacen falta pruebas para "lo que no necesita ser probado".
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