Obama sigue siendo Obama
A punto de cumplir sus primeros cien d¨ªas en el poder, el presidente de Estados Unidos mantiene su prestigio mientras pone los cimientos de "una nueva fundaci¨®n" del pa¨ªs
Una de las costumbres establecidas por Barack Obama en la presidencia es la de leer cada d¨ªa diez cartas enviadas a la Casa Blanca por ciudadanos corrientes, con problemas comunes, es decir, enormes. Algunas de ellas las responde ¨¦l mismo, con su pu?o y letra. Otras las pasa a sus ministros y colaboradores para que les den una contestaci¨®n m¨¢s precisa. Es una de las formas que Obama tiene de evitar el destructivo s¨ªndrome de ensimismamiento del poder.
Mantiene la tradicional cita madrugadora en el Despacho Oval con los responsables de los servicios de inteligencia y de seguridad. Pero ha a?adido a la agenda de trabajo diaria un encuentro con los encargados de la pol¨ªtica econ¨®mica, una decisi¨®n que no requiere justificaci¨®n en los tiempos que corren.
Asume que ser el primer presidente negro y serlo durante una cat¨¢strofe mundial exige hacer historia
El Estado ha adquirido un ins¨®lito protagonismo en las empresas privadas al limitar el sueldo de los ejecutivos
Su pol¨ªtica de mano tendida a rivales como Ir¨¢n, Cuba o Corea del Norte puede encontrar una respuesta hostil
Hay, por supuesto, muchos otros detalles superficiales y relevantes que han cambiado en la Casa Blanca en estos ¨²ltimos meses, desde la decoraci¨®n (m¨¢s moderna) hasta los horarios (m¨¢s nocturnos), las relaciones sociales (m¨¢s intensas), la edad de sus empleados (m¨¢s baja) y el n¨²mero de blackberries que circulan por sus pasillos (infinitamente superior).
Pero el mayor cambio, sin duda, es la luminosidad que el famoso edificio del n¨²mero 1600 de la avenida Pensilvania proyecta estos d¨ªas de primavera, cuando los cerezos llenan de flores las orillas del Potomac y en los jardines p¨²blicos se plantan tulipanes. Son tiempos po¨¦ticos en Washington. El contraste con el pasado es descomunal. Con negro sentido del humor, David Letterman dec¨ªa recientemente que cuando Michelle Obama plantaba el nuevo huerto de la mansi¨®n presidencial se encontr¨® con restos de los compa?eros de caza de Dick Cheney. En el silencio de la noche, dice el c¨¦lebre humorista, a¨²n se escucha el eco del vicepresidente tocando el ¨®rgano en los s¨®tanos de la Casa Blanca.
Ahora hay un nuevo presidente, ¨¦sta es otra Casa Blanca y Estados Unidos es otro pa¨ªs. Cien d¨ªas despu¨¦s, todav¨ªa se sigue celebrando ese hecho. Barack Obama puede ya haber decepcionado a algunos y tambi¨¦n es posible que siga sin convencer a quienes nunca creyeron demasiado en ¨¦l o a quienes, simplemente, no creen que un presidente de Estados Unidos, cualquiera que sea, tenga ning¨²n beneficio que hacer a la humanidad. Pero sigue siendo una fuente de ilusi¨®n para la mayor¨ªa de sus compatriotas y, por lo que han demostrado sus viajes al extranjero, tambi¨¦n es motivo de admiraci¨®n y respeto entre muchos ciudadanos del resto del mundo. Muchas cosas se han hecho ya en estos cien d¨ªas y muchas m¨¢s est¨¢n prometidas o pendientes de hacerse. Ciertas iniciativas han recibido cr¨ªticas y se han producido tambi¨¦n errores considerables. Pero la esperanza no se ha disipado. La expectaci¨®n sigue en todo lo alto. El globo no se ha pinchado.
La ¨²ltima encuesta, elaborada por la agencia Associated Press, le concede a Obama un ¨ªndice de aprobaci¨®n del 64%. En la media que diariamente prepara la p¨¢gina web Real Clear Politics supera el 60%. Se encuentra, por tanto, muy por encima de George Bush en estas fechas y dentro del promedio de los presidentes m¨¢s populares de la historia. Una mayor¨ªa de los norteamericanos considera que el pa¨ªs marcha en la buena direcci¨®n y, aunque confiesa grav¨ªsimas dificultades econ¨®micas en estos tiempos de crisis, tiene confianza en que el presidente est¨¢ poniendo en marcha los instrumentos adecuados para superar la situaci¨®n.
"Obama ha usado los primeros cien d¨ªas de su presidencia para levantar el estado de ¨¢nimo de la poblaci¨®n y crear esperanzas de un futuro mejor", afirma el especialista en encuestas de AP.
?sa es, en realidad, la raz¨®n por la que fue elegido. Su singular recorrido personal, su juventud, su raza, su estilo comedido y sincero lo hicieron parecer siempre un pol¨ªtico diferente, la opci¨®n regeneradora que el pa¨ªs necesitaba despu¨¦s de unos a?os de George Bush que hab¨ªan dejado la moral nacional y el prestigio del pa¨ªs por los suelos.
Asumi¨® el poder entre la peor crisis econ¨®mica desde la II Guerra Mundial y con la promesa de poner en marcha una verdadera revoluci¨®n. "?ste es el momento de actuar con audacia e inteligencia, no s¨®lo para resucitar nuestra econom¨ªa, sino para construir la nueva fundaci¨®n de una prosperidad duradera", dijo en su primer discurso ante una solemne sesi¨®n conjunta del Congreso.
La revoluci¨®n no ha llegado en cien d¨ªas. Los equilibrios del poder siguen siendo, b¨¢sicamente, los mismos, y hay analistas que se quejan de que la actuaci¨®n de Obama contra los lobbies, los grupos de inter¨¦s y las fuerzas oscuras que financian campa?as y presionan a los pol¨ªticos en el poder no ha sido lo suficientemente en¨¦rgica a¨²n. Obama no es todav¨ªa Roosevelt ni su pol¨ªtica transformadora ha dejado a¨²n la huella del new deal.
Pero ¨¦se es, justamente, el objetivo, aseguran portavoces de la Casa Blanca. Obama ha asumido que ser el primer presidente negro y serlo, adem¨¢s, coincidiendo con una cat¨¢strofe mundial exige, entre otras responsabilidades, la obligaci¨®n de hacer historia, en la manera en que Roosevelt la hizo o con la potencia renovadora que Ronald Reagan impuso. "El presidente Obama, a diferencia de muchos dem¨®cratas, comprende la naturaleza de la seducci¨®n que Reagan produc¨ªa", afirma Lou Cannon, el principal bi¨®grafo del ex presidente fallecido.
La idea de "una nueva fundaci¨®n" ha sido recurrente en los m¨¢s importantes discursos de Obama estos meses pare referirse a su proyecto de cambio. "La nueva fundaci¨®n es el new deal de Obama", opina el columnista conservador Charles Krauthammer.
"Hay una par¨¢bola al final del Serm¨®n del monte (el de las bienaventuranzas) que cuenta la historia de dos hombres", explicaba Obama recientemente en una intervenci¨®n en la Universidad de Georgetown. "El primero de ellos construye su casa sobre una pila de arena, y enseguida fue destruida por la tormenta. Pero al segundo se le conoce como el sabio, porque cuando las aguas descendieron y lleg¨® la corriente y sopl¨® el viento sobre su casa, ¨¦sta no se cay¨® porque estaba fundada sobre una roca". "Nosotros tambi¨¦n tenemos que construir nuestra casa sobre una roca", a?adi¨®. "Tenemos que crear una nueva fundaci¨®n para el crecimiento y la prosperidad".
Los pilares de esa nueva fundaci¨®n son una econom¨ªa basada en el ahorro y la inversi¨®n, un nuevo modelo educativo, la reforma sanitaria, la renovaci¨®n energ¨¦tica, una nueva ¨¦tica y transparencia en la funci¨®n p¨²blica y una pol¨ªtica exterior orientada hacia la alianza con los amigos y, en la medida de lo posible, la comunicaci¨®n pac¨ªfica con los enemigos.
Estos primeros cien d¨ªas han servido para poner en marcha muchas de esas iniciativas en una actividad fren¨¦tica que ha dado lugar a algunas cr¨ªticas. "El presidente intenta hacer demasiadas cosas al mismo tiempo", ha advertido el columnista David Brooks. "Desgraciadamente, nos encontramos en una situaci¨®n en la que no es posible elegir prioridades; cada cosa que tenemos que hacer es imprescindible para el ¨¦xito de la otra", ha respondido Obama.
Las principales decisiones de estos primeros meses han tenido que ver, por supuesto, con la econom¨ªa. La Casa Blanca consigui¨®, con m¨¢s dificultades de las previstas, un plan de inversi¨®n p¨²blica y deducciones fiscales de 787.000 millones de d¨®lares para impulsar la actividad econ¨®mica y fij¨® nuevas condiciones para el plan de rescate del sistema financiero, incluyendo una mayor regulaci¨®n de las instituciones no bancarias, como fondos de pensiones, aseguradores y fondos de riesgo.
Con esas medidas, y otras destinadas a evitar la quiebra de la industria automovil¨ªstica, el Estado ha adquirido un ins¨®lito protagonismo en la actividad de las empresas privadas, lo que se puso de manifiesto de forma especialmente llamativa con la actuaci¨®n de los poderes p¨²blicos para limitar el salario de los altos ejecutivos.
Esa pol¨ªtica, que algunos condenaron como la importaci¨®n a Estados Unidos del socialismo europeo, se concret¨® en un presupuesto presentado al Congreso que representa un gasto de 3,6 billones de d¨®lares e incrementa en un bill¨®n de d¨®lares el d¨¦ficit p¨²blico. Ese presupuesto, todav¨ªa pendiente de salvar los ¨²ltimos obst¨¢culos en el Congreso, recoge un ambicioso plan de actuaci¨®n de la Administraci¨®n para hacer un pa¨ªs socialmente m¨¢s justo y con una distribuci¨®n m¨¢s equilibrada de la riqueza.
Los primeros cien d¨ªas de Obama han estado salpicados de medidas para eliminar obst¨¢culos al aborto y mejorar algunos aspectos de discriminaci¨®n racial o sexual. Tambi¨¦n ha habido compromisos en la lucha contra el cambio clim¨¢tico y se han puesto en marcha las gigantescas misiones de la reforma sanitaria y educativa.
Pero el segundo principal campo de actuaci¨®n del nuevo presidente, despu¨¦s de la econom¨ªa, ha sido el de restituir la credibilidad del Estado de derecho, la legalidad quebrantada durante la Administraci¨®n anterior con el pretexto de la seguridad.
"Rechazamos como falsa la elecci¨®n entre nuestra seguridad y nuestros ideales", proclam¨® Obama en su discurso de toma de posesi¨®n el 20 de enero, en las escalinatas del Congreso. Un d¨ªa despu¨¦s concretaba esas palabras con el anuncio del cierre en un a?o de la c¨¢rcel de Guant¨¢namo y, posteriormente, con otras medidas que declaraban ilegales los m¨¦todos de interrogatorio -como el ahogamiento fingido- aplicados por la anterior Administraci¨®n y garantizaban que nunca m¨¢s un funcionario de Estados Unidos pueda torturar impunemente.
La ¨²ltima decisi¨®n en ese sentido fue la publicaci¨®n de los documentos oficiales, mantenidos en secretos, que daban cobertura a las torturas durante el Gobierno anterior. Esa informaci¨®n ha dado lugar a una pol¨¦mica sobre si es necesario actuar judicialmente contra los responsables de esas pr¨¢cticas. Obama es contrario a procesar a los agentes que realizaron los interrogatorios dentro de lo que entonces ellos cre¨ªan que era la legalidad, aunque ha dejado la puerta abierta a investigar a los arquitectos de esa legalidad, es decir, a los altos funcionarios de la Administraci¨®n saliente; entre ellos, George Bush y Dick Cheney.
Obama ha puesto fin a la pol¨ªtica de Bush en muchos ¨¢mbitos, pero en ninguno ha resultado tan simb¨®lico como en Irak, donde el nuevo presidente ha anunciado un calendario para la retirada de tropas "de forma responsable y ordenada", que puede poner fin a los combates este mismo a?o, aunque quedar¨¢n fuerzas de protecci¨®n residuales durante dos a?os m¨¢s.
La retirada de Irak se ha visto compensada con un refuerzo en Afganist¨¢n y la adopci¨®n de una nueva estrategia para ganar una guerra que ofrece signos muy alarmantes en la actualidad. Aunque en esa guerra est¨¢ comprometida Europa y la OTAN, el refuerzo norteamericano s¨®lo ha sido seguido t¨ªmida y temporalmente por los aliados europeos, pese a que ¨¦stos han expresado una plena reconciliaci¨®n con Estados Unidos durante la gira de Obama por Europa.
La pol¨ªtica exterior que Obama ha expuesto en estos cien d¨ªas est¨¢ repleta de signos alentadores, pero tambi¨¦n de riesgos. Su pol¨ªtica de mano tendida a los rivales, como Ir¨¢n, Cuba o Venezuela, puede no encontrar la respuesta esperada o incluso una respuesta hostil, como ha sido el caso de Corea del Norte. Su intento de abrir una nueva era de relaci¨®n con los pa¨ªses musulmanes -"Estados Unidos no est¨¢ en guerra con el Islam", asegur¨® ante el Parlamento turco- o de abrir el camino hacia un mundo sin armas nucleares, como sugiri¨® en Praga, pueden quedar en sue?os incumplidos si otros Gobiernos no se le suman. Eso podr¨ªa acarrearle cr¨ªticas de haber puesto en peligro la seguridad nacional.
Pero, por encima de todo eso, las incursiones internacionales de Obama han permitido al mundo escuchar a un nuevo presidente que lleva un mensaje de humildad y entendimiento -"vengo a escuchar y a aprender", dijo tanto en Europa como en la cumbre americana de Trinidad y Tobago-, y el mundo se lo ha reconocido con gestos de cari?o que hubieran resultado inimaginables hasta hace muy poco.
Obama se ha encontrado en estos cien d¨ªas, personalmente o en grupo, con m¨¢s de medio centenar de l¨ªderes mundiales; entre ellos, los m¨¢s poderosos. No es arriesgado afirmar que la estatura de Obama destaca en estos momentos sobre todos ellos de forma escandalosa.
Ha habido algunas equivocaciones ya en esta Administraci¨®n. La elecci¨®n de colaboradores de los que se descubr¨ªa que estaban en deuda con Hacienda puso varias veces al presidente en situaci¨®n embarazosa. Ha habido dudas y correcciones sobre la marcha en relaci¨®n al Tratado de Libre Comercio, por ejemplo. Pero, aunque no hay encuestas sobre ello, es improbable que muchos norteamericanos est¨¦n arrepentidos de su elecci¨®n o a?oren a Bush o a John McCain. Tampoco en el mundo, Obama ha sido en este tiempo desnudado o puesto en evidencia por la experiencia o sabidur¨ªa de alg¨²n otro l¨ªder internacional. No. La era de Obama se consolida y da la impresi¨®n de acabar de empezar.
Todo depende de la econom¨ªa, por supuesto. El propio presidente lo reconoc¨ªa hace ya algunas semanas: "Si no lo consigo (acabar con la crisis) en cuatro a?os, ¨¦sta ser¨¢ una presidencia de un solo t¨¦rmino". Pero, de momento, los republicanos est¨¢n agazapados, a la b¨²squeda de una identidad. Y la Casa Blanca cada d¨ªa amanece con una botella de leche en la puerta y diez cartas confiadas en el valor de un presidente.
![Mayo de 2008. Barack Obama, entonces aspirante a la presidencia, espera apoyado en la pared el comienzo de un mitin en Sioux Falls (Dakota del Sur).
Foto: AP](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/CWWOLCMGUCBSXUHYEYL5446BDE.jpg?auth=458642f8f7743c9b77d249ffb40272cbf208d8432732fbb390aafa7c70563cd3&width=414)
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