19 tarjetas por un par de patadas

Y no pas¨® nada. Ni un codazo al ment¨®n, ni una patada a la rodilla, ni un insulto (salvo el del preparador f¨ªsico del Racing a un asistente) ni una llegada tarde al tackling. Faltas, alg¨²n agarr¨®n, un par de penaltis de los de toda la vida (los dos absurdos por cierto), y ?zas! 19 tarjetas, seis rojas (incluido un miembro del banquillo del Racing), nueve contra ocho al final y 2-1 en el marcador. Y Bernardino Gonz¨¢lez V¨¢zquez no se sabe si enorgullecido o avergonzado por su desmesura. Un par de patadas se convirtieron en 19 tarjetas, en el r¨¦cord de la Liga en un partido insulso, uno m¨¢s del campeonato a pesar de lo que hab¨ªa en juego.

Alguien le aleccion¨® mal a Bernardino. Le avis¨® de un cl¨¢sico bronco, jug¨¢ndose buena parte del futuro, de un partido de alto riesgo. Y no supo ver que los futbolistas se comportaban con la rutina de un d¨ªa laborable, de nubes y claros, en busca del final de la jornada. Se comportaba as¨ª la defensa del Racing, a la que parece que Mu?iz eligi¨® por altura para frenar a Llorente. Garay y Marcano, con 189 cent¨ªmetros cada uno, no se distinguen precisamente por el juego a¨¦reo. Y se not¨®. Tan blanditos fueron que Llorente les sac¨® un gol de cabeza y de paso un penalti a Lacen para tocar todas las teclas. Y el ¨¢rbitro, cual cu¨¢quero exigente, expuls¨® a Marcano y amonest¨® a Garay y Lacen. Y a todos los dem¨¢s porque le dio el tembleque. Y se anim¨®. Y era incapaz de ver que el partido era tranquilo, tan tranquilo como lo afront¨® un Racing timorato, encajonado, asustadizo, que le concedi¨® la pelota y el campo a un Athletic que lo arroll¨® como una apisonadora asfalta la autopista. No se lo esperaban Caparr¨®s, ni Llorente, ni Toquero, ni Orbaiz. No se esperaban un partido tan pl¨¢cido en un duelo hist¨®ricamente tan tenso como alg¨²n malvado le hab¨ªa explicado a Bernardino Gonz¨¢lez V¨¢zquez. As¨ª que marc¨® Llorente en un cabezazo precioso y luego le sac¨® un penalti a Lacen tan inteligente como absurdo porque en el f¨²tbol intervienen dos y lo bueno de uno es lo malo del otro. Ponga dos t¨ªos altos para eso. Fije todo el entramado defensivo para frenar a Llorente para eso, sin haber asomado ni una sola vez a la porter¨ªa de Iraizoz, a pesar de jugar con dos delanteros.

Alguien avis¨® mal a Bernardino Gonz¨¢lez sobre un cl¨¢sico bronco que no existi¨®

El Racing no pudo con Llorente, pero en realidad nadie pudo con el ¨¢rbitro

Para entonces, Bernardino ya hab¨ªa sacado la metralleta, especialmente contra el Racing (seis tarjetas por faltitas) aunque el primero en irse a la ducha (como acostumbra) fue Fran Yeste: a su tercera acci¨®n defensiva cometi¨® penalti. Hasta ah¨ª lleg¨® la l¨®gica. Tarjetas, m¨¢s tarjetas, expulsiones, m¨¢s expulsiones. Las 17 tarjetas amarillas suponen no menos de 34 minutos de par¨®n entre pitos y flautas. Seis tarjetas rojas vienen a descontar otros 12 o 15 minutos. ?Se puede jugar as¨ª al f¨²tbol? Imposible. El partido recuper¨® la vida en la misma medida que alter¨® el coraz¨®n de los banquillos. Caparr¨®s, en sus insospechadas decisiones, decidi¨® seguir jugando con dos delanteros y casi, casi, sin medio campo, cuando Mu?iz, en el descanso, ya le hab¨ªa alterado los planes al Athletic. Nadie en el equipo rojiblanco pareci¨® darse cuenta de que hab¨ªa entrado Colsa. Nadie le vio, y nadie le persigui¨®. Tampoco Caparr¨®s, que se tranquiliz¨® con la expulsi¨®n de Marcano y mantuvo el equipo inicial, ya roto, desorientado y en algunos casos cansado. El Racing le domin¨®, pero la tartamudez del partido, la insolencia de los banquillos, lo inesperado de las decisiones arbitrales, imped¨ªa dar tres pases seguidos. Y cay¨® Marcano, porque estaba cantado. Y luego Pinillos, y Jonathan Pereira. Y Orbaiz.

Al Racing le penar¨¢ su apat¨ªa inicial y al Athletic su desorganizaci¨®n final. Pero gan¨® el Athletic porque aprovech¨® los escasos minutos en los que se pudo jugar al f¨²tbol. Y porque Llorente pareci¨® demasiado grande para la defensa del Racing. Y porque Mu?iz prescindi¨® de Colsa y Pereira durante 45 minutos, los dos futbolistas a los que m¨¢s tem¨ªa San Mam¨¦s. Y porque Bernardino, alumno obediente de alg¨²n mal¨ªsimo consejero, se fio m¨¢s de ¨¦l que del partido.