El mejor art¨ªculo que he escrito
Yo supongo que a todos los articulistas les ocurre lo mismo que a m¨ª: todos leen la prensa como todo el mundo, pero cuando leen una noticia o una cr¨®nica que les llama la atenci¨®n, la recortan y archivan con la idea de que el recorte les sirva para escribir alg¨²n d¨ªa un art¨ªculo; a veces lo escriben, pero otras no, as¨ª que con el tiempo se van acumulando en su archivo noticias y cr¨®nicas; luego, peri¨®dicamente, limpian el archivo, tirando a la papelera las noticias o cr¨®nicas acumuladas, aunque algunos permanecen en ¨¦l, se resisten a ser desechados, como si el articulista todav¨ªa conservara la esperanza de que puedan convertirse en art¨ªculo. Naturalmente, la esperanza casi nunca se cumple, y al final los recortes acaban en el limbo de los art¨ªculos nunca escritos. Quiz¨¢ era su destino mejor, o quiz¨¢ no. Sea como sea, antes de mandar a ese limbo mis recortes m¨¢s reacios a desaparecer me gustar¨ªa enumerarlos aqu¨ª, y tambi¨¦n imaginar los art¨ªculos que hubiese escrito con ellos.
El ¨²ltimo art¨ªculo hubiese sido radiante y de contenido celebratorio"
El primero hubiera sido un art¨ªculo de tono grave y gran hondura filos¨®fica. Hubiese partido de una cr¨®nica de Pedro Zuazua publicada en enero de 2007 por este suplemento; en ella se cuenta que en una ocasi¨®n Al Pacino estaba sentado en la butaca de un cine, viendo La chica del adi¨®s, cuando escuch¨® la siguiente frase de boca de la actriz Marsha Mason: "Nadie sab¨ªa qui¨¦n era Al Pacino antes de El padrino". Entonces Al Pacino se levant¨® de su butaca y empez¨® a gritar: "Eres una mentirosa, Marsha. ?Antes de El padrino ya hab¨ªas estado conmigo en una obra de teatro!". El art¨ªculo hubiera hablado de la propensi¨®n de la ficci¨®n a infectar la realidad y hubiera mencionado a la fuerza a Don Quijote y a Emma Bovary -que heroicamente quisieron convertir en realidad la ficci¨®n-; tambi¨¦n a la fuerza, hubiera hablado de Johnny Weissmuller, que al final de su vida se crey¨® Tarz¨¢n, y de John Wayne, que al final de su vida se crey¨® una cosa mucho m¨¢s insensata: se crey¨® John Wayne. La conclusi¨®n hubiese sido que, qui¨¦n m¨¢s qui¨¦n menos, todo el mundo est¨¢ como una puta chota.
El segundo art¨ªculo hubiese sido de car¨¢cter reivindicativo y de tono indignado. Hubiese partido de una cr¨®nica publicada en diciembre de 2007 en La Vanguardia por Xavi Ay¨¦n; en ella se cuenta la historia de un ciudadano sueco que, tras haber intentado colarse en la gala de los premios Nobel 17 veces en los ¨²ltimos 10 a?os, logr¨® por fin su objetivo en la de 2007, pero la vanidad le perdi¨® y, mientras paseaba por los salones del Stadshuset ataviado elegantemente y luciendo en su pecho unas medallas de mentira, no pudo resistir la tentaci¨®n de confesar su haza?a a un reportero televisivo, lo que acarre¨® su expulsi¨®n inmediata del evento. El art¨ªculo hubiera protestado en¨¦rgicamente por esa expulsi¨®n, hubiera razonado con argumentos irrefutables que el ciudadano expulsado se hab¨ªa ganado a pulso el derecho de asistir no s¨®lo a esa gala, sino a todas las galas futuras del Nobel, y que ninguno de los presentes en la gala ten¨ªa m¨¢s derecho que ¨¦l a asistir a la gala; finalmente hubiese propuesto al ciudadano expulsado para el Premio Nobel (para cualquier Premio Nobel). La conclusi¨®n hubiese sido que incluso los tipos que est¨¢n como chotas sin redenci¨®n conservan derechos inalienables, que deben ser respetados.
El tercer art¨ªculo hubiese sido de tono m¨¢s personal y de escritura nervios¨ªsima, por no decir hist¨¦rica. Hubiese partido de una cr¨®nica publicada en abril de 2008 por Rosa M. Trist¨¢n en El Mundo; en ella se cuenta que, seg¨²n investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n, Hitler, Mussolini, Pinochet y gente as¨ª podr¨ªa tener su gen AVRP1 -un gen que posibilita que una hormona llamada vasopresina act¨²e sobre las c¨¦lulas cerebrales y estimule los buenos sentimientos hacia nuestros semejantes- m¨¢s corto que los otros seres humanos. El art¨ªculo hubiera estado consagrado a hablar de mi vecino de enfrente, de sus costumbres higi¨¦nicas y noct¨¢mbulas y de los preocupantes deseos que me acosan, cada vez que me cruzo con ¨¦l en el ascensor, de estrangularlo antes de llev¨¢rmelo a casa para descuartizarlo y com¨¦rmelo crudo o con un sofrito de tomate y cebolla. La conclusi¨®n hubiese sido una pregunta: adem¨¢s de estar como una puta chota, ?tendr¨¦ mi gen AVRP1 m¨¢s corto que Hitler, Mussolini y Pinochet? ?O es que ninguno de ellos se cruz¨® nunca con un merluzo del tama?o de mi vecino?
El ¨²ltimo art¨ªculo hubiese sido de tono radiante y de contenido celebratorio; tambi¨¦n hubiese sido el m¨¢s sencillo. Se hubiese limitado a repetir una y otra vez una frase que, seg¨²n una cr¨®nica publicada en febrero de 2009 en Abc, le dijo Salman Rushdie a F¨¦lix Romeo: "El puritanismo es temer que alguien en alg¨²n lugar del mundo est¨¦ siendo feliz. La mejor respuesta al puritanismo es la felicidad. No tenemos, de ninguna manera, que convertirnos en el espejo de las personas que nos odian. Tenemos la obligaci¨®n de ser felices". La conclusi¨®n hubiese sido que, aunque todos estemos como una puta chota, Rushdie tiene m¨¢s raz¨®n que un santo.
Pero la conclusi¨®n de todas estas conclusiones es, me temo, melanc¨®lica: el mejor art¨ªculo que he escrito es el que nunca he escrito, precisamente porque no lo he escrito.
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