"La gente que espera ser ministro es un peligro social"
Te imaginas a este hombret¨®n vestido de oscuro que es ?ngel Gabilondo entrando solo el primer d¨ªa de su mandato, un s¨¢bado, por las puertas imponentes del Ministerio de Educaci¨®n; luego te lo imaginas mirando los retratos de los ministros centenarios, los muertos, y de los ministros recientes, los vivos, y no puedes dejar de pensar en la soledad abrumadora que le espera. En efecto, luego se sienta en una mesa arrinconada en la que ya no hay papeles. Y, adem¨¢s, ese d¨ªa no hay secretaria que se los traiga. Cierra la puerta y el resto es vac¨ªo; lo tiene que llenar. Le coment¨® a una compa?era del Consejo de Ministros que lo que se hace con los nuevos es dejarlos solos en una habitaci¨®n cerrada. ?Y despu¨¦s? A esta hora ya se habr¨¢ habituado, pero cuando le vimos, poco despu¨¦s de que sintiera esa abrumadora soledad en el espacio vac¨ªo, ya llevaba unos d¨ªas habitu¨¢ndose a ser ministro, o, como dice ¨¦l, a estar de ministro. No ha podido evitar llevar en la peque?a maleta (que le cambiaron por un carter¨®n enorme, la cartera ministerial) su condici¨®n de fil¨®sofo metaf¨ªsico, aunque ¨¦l prefiere decir que es simplemente un profesor de filosof¨ªa, as¨ª que reflexiona aqu¨ª sobre la condici¨®n pasajera de su actual encargo, como si estuviera a un paso, siendo reciente, de ser un ministro del pasado. Para eso hay que entrenarse filos¨®ficamente, dice, porque nadie est¨¢ llamado a ser otra cosa que persona; ser ministro depende de tantos, es tan casual. Es casual, pero algunos intu¨ªan que su carrera (a ¨¦l le horroriza la expresi¨®n) le llevaba como un ob¨²s a esta situaci¨®n: ha sido rector de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, fue rector de los rectores (presidente de la Conferencia de Rectores), y aunque eso no viene en las biograf¨ªas, es conocido por tratar de conciliar a los que est¨¢n en desacuerdo. Y ahora su departamento tiene por delante tratar de convertir a los j¨®venes estudiantes en aliados, aunque de vez en cuando acudan a chillarle (por Bolonia, o por cualquier otro asunto) a lo que algunos llaman el manifest¨®dromo de Madrid, que est¨¢ precisamente debajo de esta ventana cuya luz primaveral alienta la conversaci¨®n que tenemos en un rinc¨®n del despacho, debajo de dos bodegones. Cuando acab¨® la conversaci¨®n le pedimos una fotograf¨ªa a la que le tuviera cari?o, y nos dej¨® una que aparece en estas p¨¢ginas: ¨¦l eleva la barbilla (como ahora), va vestido de futbolista, est¨¢ en la playa de su pueblo, San Sebasti¨¢n, sonr¨ªe debajo de amigos encorbatados y luce un trofeo en las manos, lo hab¨ªan ganado. Ahora conserva una sonrisa igual; ya no es aquel chiquillo; tiene 60 a?os, pero mantiene, como si fuera una muesca de timidez, esa misma sonrisa con la que vence la solemnidad que le ha ca¨ªdo encima. ?l no tiene miedo a que se le tuerza la terca evidencia de que los Gobiernos tienden a cambiar el ¨¢nimo de los que sonr¨ªen al llegar.
Creo en la conversaci¨®n, en la palabra, en lo que dicen unos y otros
Deseo que no haya un abismo entre el mundo que vivimos y el de la pol¨ªtica
La cultura y laeducaci¨®n son claves para regenerar un pa¨ªs
?C¨®mo se encuentra aqu¨ª?
Me encuentro bien. Es un espacio de mucha exigencia y de mucha responsabilidad. Pero me encuentro bien.
?Y se lo esperaba?
No. A m¨ª me parece que la gente que espera ser ministro es un peligro social. Otra cosa es que uno est¨¦ dentro de unas responsabilidades y de unos compromisos de los cuales puede derivarse que un d¨ªa te veas metido en esto. Pero esperarlo Habr¨ªa cuarenta millones de habitantes de este pa¨ªs esperando lo mismo. Esto es una singularidad y tambi¨¦n un honor que yo agradezco enormemente. Pero esos que desde el vientre de su madre ya piensan en el momento en que van a ser ministros o rectores me parecen gente peligrosa.
Y piensan que se lo merecen, adem¨¢s, aunque no lo hayan de ser nunca.
Esto ya es tremendo. Yo creo que lo que te sorprende es que alguien crea que t¨² puedes hacer algo, y que te convoque para hacerlo. Que el presidente del Gobierno haya cre¨ªdo que yo puedo desempe?ar un encargo como ¨¦ste me compromete y en cierto modo me hace recobrar confianza en m¨ª mismo. Eres elegido por los otros, t¨² no eliges.
Y, claro, en el instante en que sucede, su memoria se habr¨¢ revolucionado
S¨ª, en el instante en que eso sucede pasa de todo. Yo no he tenido esa experiencia de la que hablan algunos, la experiencia de haber llegado, como si fuera la coronaci¨®n, la culminaci¨®n de no-s¨¦-qu¨¦, ese tipo de cosas no las he sentido, ni las siento. Lo que yo no veo es cu¨¢ndo acaba el desaf¨ªo de la responsabilidad: uno est¨¢ deseando el paseo al atardecer, sereno, sin preocupaciones, a la orilla de la playa. Y esto no acaba de llegar, y cuando llega tiene ya el sabor de una despedida, como una muerte.
Porque para hacer una cosa, usted tiene que despedirse de otra.
S¨ª, es verdad. Pero yo siempre he cre¨ªdo en esas carreras de relevos; a m¨ª me gusta pasar el testigo. Empieza una carrera y te quedas t¨² el palo. Pero lo que queda luego es darlo, desprenderse de eso; eso que se llama testigo tiene un car¨¢cter testimonial. Hay que saber irse de los sitios. A m¨ª me gustaba mucho cuando estaba en el rectorado mirar los retratos de los que hubo antes: antes de llegar a mi despacho, esa visi¨®n completaba la verdad, que era que estaba all¨ª de paso. El que hace de un lugar como ¨¦ste un sitio de residencia tambi¨¦n comete un error.
Ahora tiene usted en la galer¨ªa de al lado a muchos antepasados mir¨¢ndole.
Y veo que son muchos, y los que siguen vivos est¨¢n en otras cosas. Hay que saber estar en todo, pero sabiendo que se est¨¢ de paso.
Y prepar¨¢ndose para dejarlo.
S¨ª, s¨ª, prepar¨¢ndose para dejarlo. Pero tampoco me gusta llegar a un sitio como con distancia; yo creo que hay que llegar con implicaci¨®n, d¨¢ndote del todo, pero sabiendo que t¨² no eres un ministro, t¨² est¨¢s haciendo esto porque puedes hacerlo. Cuando yo era decano, dec¨ªa que estaba de decano; yo no era decano, o rector, yo estaba de rector. Pero tambi¨¦n quiero subrayar la alegr¨ªa de la responsabilidad. Tampoco me gusta vivir esto como si fuera un drama; a m¨ª me parece una enorme satisfacci¨®n. Y creo que asumir con coraje p¨²blico algunos desaf¨ªos produce grandes satisfacciones.
Dec¨ªa su colega Emilio Lled¨®, citando a Plat¨®n, que ese coraje responde a las exigencias de decencia del servicio p¨²blico.
Yo no s¨¦ si estar¨¦ a la altura de ese desaf¨ªo. Pero lo que s¨ª est¨¢ claro es que t¨² asumes una responsabilidad p¨²blica en un momento muy dif¨ªcil social, econ¨®mica y pol¨ªticamente; hay una crisis de modelos, y de valores. Me lo dec¨ªa un amigo argentino: es el momento de decir heme aqu¨ª, pueden contar conmigo. Yo no s¨¦ lo que podr¨¦ hacer, pero todo lo que pueda lo voy a hacer, contad conmigo. Esto a veces se hace y hay muchas personas que lo est¨¢n haciendo en este pa¨ªs, no s¨®lo los que son ministros Todos los que se levantan a trabajar, los que sacan adelante a una familia, los que luchan por algo; hay mucha gente diciendo aqu¨ª estoy, de pie y trabajando. Yo por eso conf¨ªo en que de las situaciones dif¨ªciles se sale adelante afrontando con coraje y colectivamente la crisis. Y desde luego, el asunto de la educaci¨®n compete a toda la sociedad; esto no es un asunto de un ministro o de un ministerio, esto es de toda la sociedad.
Pero no hay un flautista de Hamelin para que toda la sociedad se implique
No. Pero ha pasado algo bastante bueno: en Espa?a se empieza a tener en cuenta que la cultura y la educaci¨®n son determinantes para regenerar un pa¨ªs, incluso para generar conciencia territorial, conciencia social, para hacer integraci¨®n social, igualaci¨®n social Y creo que ahora se valora m¨¢s tener una educaci¨®n. En la sociedad del conocimiento, la educaci¨®n es un valor extraordinario. Y adem¨¢s tiene un gran prestigio social, por m¨¢s que se diga lo que se diga. Es un privilegio ser una persona cultivada, cuidada, estudiada.
Pero usted forma parte de una generaci¨®n en la que hubo much¨ªsimas personas que no pudieron cultivarse
Esto es algo que digo mucho, y se lo digo a los estudiantes: en aquel momento fuimos a la Universidad por el esfuerzo de nuestros entornos, por el esfuerzo propio, pero ahora se va a la Universidad tambi¨¦n por todo el esfuerzo de toda la sociedad que con sus impuestos contribuye claramente a que haya universitarios. Es una inversi¨®n de toda la sociedad, toda la sociedad invierte en educaci¨®n, y cada vez hay m¨¢s gente que la tiene.
A su familia le cost¨® mucho
S¨ª. Pero en casa lo tuvieron clar¨ªsimo; nunca pensaron en dejar otra herencia que la herencia de formarnos, de dejarnos que fu¨¦ramos a la Universidad. Mis padres [propietarios de una carnicer¨ªa en el mercado de San Sebasti¨¢n] entendieron siempre que ¨¦se era el mejor regalo que nos pod¨ªan hacer, y de hecho as¨ª ha sido. No es f¨¢cil en una familia numerosa crear condiciones para que todo el mundo pudiera ir a hacer estudios superiores; es un esfuerzo enorme, en un determinado contexto, una familia de nueve hermanos. Pero, claro, yo agradezco la lucidez que tuvieron mis padres de saber que ¨¦se era el mejor regalo. Lo veo cada d¨ªa m¨¢s claro, y lo recomiendo cada d¨ªa m¨¢s. Estamos preocupados por dejar no-s¨¦-qu¨¦ bienes, y lo que hay que hacer es procurar generar condiciones para que los hijos tengan al menos la posibilidad de formarse muy bien.
?Y de d¨®nde les vino a sus padres ese compromiso?
No lo s¨¦. Puede ser que eran hijos de la guerra, y no pudieron ellos mismos desarrollar hasta el final sus convicciones y cualidades; no siempre se pod¨ªa hacer eso despu¨¦s de la guerra En la transmisi¨®n de esas convicciones hab¨ªa tambi¨¦n un gesto de apuesta y de generosidad. Mucha gente en Espa?a hizo esa apuesta de crear condiciones para que sus hijos pudieran ir a la Universidad, ya que ellos no pudieron ir. Y eso ha sido extraordinario, porque ahora tenemos una gente con una preparaci¨®n como nunca hubo en Espa?a. Pero tambi¨¦n tenemos que hacer las cosas mucho mejor, y desde luego no debemos hacer discursos de comodidad extendida, no debemos pensar que son otros los que deben resolver las cosas. Yo creo que un discurso de exigencia para con uno mismo y para con los dem¨¢s es muy importante en este momento.
Eso lo traslada usted a toda la sociedad, Gobierno y oposici¨®n incluidos
Yo creo que s¨ª. Hombre, el que no es exigente consigo mismo tiene poco derecho de exigir a los dem¨¢s. Hay un cierto h¨¢bito social que parece decir siempre que la culpa es de otro, y que lo que uno tiene son s¨®lo necesidades. Yo creo que la exigencia es sacar de uno mismo lo mejor que pueda dar; eso es el amor propio, la ambici¨®n de no desaprovechar, tratar de no defraudarse. Y tener en cuenta, tambi¨¦n, que uno tampoco es para tanto.
Hoy tiene usted la edad en que sus padres le parec¨ªan mayores. ?Qu¨¦ convicciones eran aqu¨¦llas, y cu¨¢les le quedan a usted?
Lo primero, no discursear mucho. Las convicciones son contagiosas, no se transmiten s¨®lo por pr¨¦dicas; son contagiosas. Yo digo que uno no se contagia s¨®lo de la enfermedad, tambi¨¦n uno se contagia de la salud. Por ejemplo, la convicci¨®n del trabajo, la seriedad, la austeridad, el afecto El afecto es terapia, a m¨ª esto me parece muy importante. Y repito lo de la austeridad: no s¨¦ si se debe llegar al ascetismo, pero s¨ª conviene una cierta austeridad Adem¨¢s, mirar alrededor. En una familia numerosa aprendes a mirar alrededor: existen los otros. Los dem¨¢s tambi¨¦n quieren, tambi¨¦n les pasan cosas, los dem¨¢s tambi¨¦n desean, y tienen palabra y voz. Hay gente a la que le cuesta un poco fijarse. Igual estos valores parecen un poco ancestrales, pero tambi¨¦n nuestros padres nos ense?aron la dicha de vivir el gozo y el placer de vivir, que se disfruta comiendo, paseando
Y pensando bien
?Huy! Es que pensar bien es necesario, y hablar bien de los dem¨¢s es que es san¨ªsimo. Yo lo recomiendo todos los d¨ªas un rato. Algunos me preguntan si ha de ser siempre de la misma persona o hay que cambiar porque les cuesta mucho. Pero hablar bien de los dem¨¢s es san¨ªsimo.
Eso lo aprendi¨® tambi¨¦n de sus padres.
Por supuesto. Eran hijos de la guerra, pero desde luego a mis padres nunca les he o¨ªdo expresar odio; no s¨¦ lo que tendr¨ªan en su coraz¨®n, pero probablemente combat¨ªan contra ¨¦l; no ten¨ªan ni odio ni resentimiento. Ten¨ªan la voluntad de que no existiera la palabra enemigo, esto yo lo he vivido. Yo he vivido en una casa y en una familia donde ideol¨®gicamente hab¨ªa muchas mezclas, pero nunca se hizo discurso de victoria ni de derrota, ni de enemigo; esta dial¨¦ctica de amigo-enemigo en mi casa no exist¨ªa.
Albert Camus dice: El espl¨¦ndido calor que rein¨® sobre mi infancia me ha privado de todo resentimiento.
Pues s¨ª. Es que nosotros (y digo nosotros porque tengo que hablar ya de una familia) siempre hemos sido muy exigentes para que alguien nos caiga mal. A m¨ª me cuesta mucho que alguien me caiga radicalmente mal. Sin embargo, con esto no se entienda que acepto cualquier cosa de cualquier modo y a cualquier precio; lo que digo es que para descalificar a alguien me ando con much¨ªsimo cuidado. Primero te tendr¨ªas que descalificar a ti mismo; yo conozco defectos m¨ªos muy profundamente. Aprender esto ha sido un regalo: no se nos aliment¨® el odio, no se meti¨® en nuestro coraz¨®n resentimiento contra otro, sino capacidad de construir y levantar, de sacar adelante el pa¨ªs y dej¨¦monos de pelear entre nosotros Esto cualquiera de mis hermanos puede decirlo: no es algo en lo que yo tenga singularidad alguna.
Pues usted viene de un territorio, Euskadi, que se marca como la met¨¢fora de donde persiste el resentimiento
Y es precisamente eso lo que hay que combatir. Yo creo en la integraci¨®n de la diferencia, trabajar en un espacio donde no sea necesario ser id¨¦ntico para poder vivir. Digo diferentes, no indiferentes. Diferentes entre nosotros mismos. En mi entorno hab¨ªa de muchos bandos, ideolog¨ªas y posiciones, y nos pod¨ªamos sentar en una misma mesa a comer. Esto es un regalo de mis padres. No s¨¦, y esto me lo pregunto, si la pol¨ªtica ha estado a la altura de esa sociolog¨ªa, no lo s¨¦. Ni estoy del todo seguro de si la pol¨ªtica, la pol¨ªtica profesional, ha sabido alimentar y vincularse con esa bonhom¨ªa de la diferencia, o si m¨¢s bien lo que se ha hecho son discursos de exclusi¨®n. Digo que no lo s¨¦, porque tampoco quiero hacer de analista pol¨ªtico, pero no creo que todo est¨¦ al margen de las pol¨ªticas que se han hecho, algunas de las cuales no han buscado exactamente la integraci¨®n.
?Hay un baremo que marque el ¨ªndice de esperanza de que el Pa¨ªs Vasco mejore en el futuro?
Esto s¨ª que es una tarea de todos. A veces tengo la sensaci¨®n de que se produce el chiste de los ocho millones de chinos: nos hemos perdido. Agarrados de la mano y nos hemos perdido. Un pueblo que tiene en sus manos su propio destino, lo que tiene que hacer es eliminar discursos de exclusi¨®n. Tanto los que formen Gobierno como la oposici¨®n tendr¨¢n que trabajar no para imponer sus puntos de vista, sino para incorporar los puntos de vista diferentes. A quien le corresponda gobernar, s¨®lo lo podr¨¢ hacer bien si hace discursos de inclusi¨®n El gesto de construir ahora un Gobierno desde posiciones claramente diferentes es un buen mensaje si a la vez es un mensaje que integra a quienes no est¨¦n en el Gobierno.
?sa es la cuadratura del c¨ªrculo.
Esa cuadratura del c¨ªrculo es la ¨²nica soluci¨®n. Al menos como horizonte, la ¨²nica soluci¨®n es que tambi¨¦n los que no est¨¢n en el Gobierno encuentren el espacio para el desarrollo de sus ideas o proyectos, y que ¨¦stos no sean eliminados.
Aparte de sus padres, ?qui¨¦n le ense?¨®? Como dec¨ªa aquel poema de ?ngel Gonz¨¢lez, ?qu¨¦ hubo para que usted sea ?ngel Gabilondo?
Yo tendr¨ªa que recordar mucho el deporte. Pero el deporte concebido como juego, el juego en com¨²n, el jugarme algo con otros; yo creo que esto es algo que a veces no se puede ni explicar. Esto de saber ganar y de saber perder, pero para saber perder hay que saber ganar. Yo siempre he dicho que s¨®lo juegas si quieres ganar; si no quieres ganar, est¨¢s haciendo como que juegas. Y, luego, saber ganar sin se?alar a los derrotados: s¨®lo son contrincantes. En la Universidad lo he dicho: no hay que hacer derrotados, no hay que proclamar las victorias. Porque creo que es malo ir dejando derrotados, incluso cuando te salen las cosas bien.
?Y qu¨¦ ha perdido usted?
No, yo no tengo mucha sensaci¨®n de p¨¦rdida. Tengo m¨¢s bien una sensaci¨®n como de culpabilidad.
?Por qu¨¦?
Igual es por la formaci¨®n que haya podido tener; no s¨¦ si es una cosa judeo-cristiana, no s¨¦, pero cuando estoy en cualquier sitio tengo que combatir la culpabilidad. Si me critican, siempre pienso que tienen bastante raz¨®n Esto es como mostrar los flancos de mi debilidad, pero tambi¨¦n esos flancos representan mi fortaleza. Por eso cuando alguien me anima me estimula mucho. Encuentro fuerzas en las palabras de aliento de los dem¨¢s, no soy nada indiferente a las palabras de ¨¢nimo de los otros.
Este discurso suyo respecto a los otros, al combate civil, etc¨¦tera, debe de resultar raro en un Consejo de Ministros
?Yo procuro no dar esos discursos, je, je, je! Pero quiero pensar que la gente que est¨¢ all¨ª est¨¢ por un compromiso de coraje p¨²blico, y por sus convicciones. Es que a veces no se subraya que se tienen convicciones, creemos en cosas; los humanos creemos en cosas y luchamos por ellas y nos jugamos cosas por ellas A m¨ª me gusta la altura de esos valores. Si el objetivo de la vida es tener un coche muy grande y comprarte una casa estupenda, eso a m¨ª no me parece mal, pero depende de d¨®nde pongas esos valores
?Y qu¨¦ valores son los que usted ve que se comparten en el Consejo de Ministros?
La defensa social y p¨²blica de la igualdad de oportunidades, y de la idea distributiva de la justicia con independencia de los carn¨¦s que cada uno tenga. Yo creo que esta idea del valor de lo p¨²blico, de la equidad, son valores fundamentales, se defienden desde una determinada consideraci¨®n de la libertad; espero que eso, unido a la cultura y a la educaci¨®n, sean valores con una dimensi¨®n social, yo no dir¨¦ la palabra socialista, propia de un Estado social y democr¨¢tico de derecho.
Su colega Lled¨® tambi¨¦n nos tradujo lo que dice Plat¨®n: A no ser que los fil¨®sofos reinen en las ciudades o que los que ahora se tienen por soberanos filosofen sincera y aut¨¦nticamente, identificando sabidur¨ªa y poder pol¨ªtico, y que se excluyan tantos pol¨ªticos que no piensan m¨¢s que en su propio inter¨¦s y en el de sus amigos, no habr¨¢ tregua para los males de la ciudad.
Bueno, tambi¨¦n hay que evitar el engreimiento de pensar bueno, por fin estoy yo aqu¨ª, y como soy fil¨®sofo, todo va a ir mejor. No soy sino un profesor de filosof¨ªa, por otra parte, y no voy de fil¨®sofo por la vida. Tambi¨¦n es verdad que fue medio regular la experiencia de los fil¨®sofos gobernando. Lo que s¨ª quiero decir es algo que dijeron o S¨®crates o Alcib¨ªades: El que no se gobierna a s¨ª mismo no podr¨¢ gobernar la ciudad. El que est¨¦ en un gobierno tiene que tener un espacio, un valor, una mirada universal sobre las cosas que est¨¦ m¨¢s all¨¢ de sus propios intereses Algunos cre¨ªan tambi¨¦n que era un peligro que los fil¨®sofos est¨¦n gobernando, porque a lo mejor no tienen esp¨ªritu pr¨¢ctico. Siempre he dicho, cuando daba clases y era rector, que a pesar de que era catedr¨¢tico de Metaf¨ªsica sal¨ªa agua por los grifos de la Aut¨®noma.
Ahora llega usted al Gobierno en un momento en el que las palabras se dan de tortas. Ahora entraba yo en su ministerio y escuchaba abajo una conversaci¨®n de dos personas en las que se mezclaban las palabras injusticia, corrupci¨®n, discriminaci¨®n. Y he le¨ªdo un art¨ªculo suyo reivindicando la ingenuidad Estamos rodeados, como dec¨ªa ?ngel Ganivet, de palabras redondas y palabras picudas. Un momento raro.
S¨ª. Pero no est¨¢ mal que por eso convengamos en hacer valer el contenido de algunas palabras. Yo no s¨¦ muy bien lo que puede querer decir libertad, igualdad y fraternidad, que es una palabra revolucionaria. Pero hay que volver sobre su contenido. Y hay que lograr que algunas palabras no desaparezcan. Si alguna palabra se usa desajustada, se introduce alguna injusticia en el mundo. Somos seres de palabras, tenemos que cuidarlas, velar por ellas, compartirlas, darles contenido, vincularlas a nuestra forma de vivir. Por eso creo en la conversaci¨®n, en la palabra que va creciendo, en el ir y venir de lo que dicen unos y otros.
?Y vislumbra usted en este pa¨ªs al fin una conversaci¨®n pac¨ªfica?
Tambi¨¦n nos creemos que el mundo se agota en el mundo de la pol¨ªtica p¨²blica Hay muchos millones de personas conversando cada d¨ªa y se juegan mucho con lo que dicen, y no tienen que ver con la pol¨ªtica p¨²blica. Aqu¨ª el gran peligro es creer que el mundo se agota en la pol¨ªtica profesional. Tambi¨¦n hay gente que se enamora y se declara y gente que se despide y gente que promete cosas. Lo que deseo es que no se abra un abismo entre ese mundo que vivimos y el mundo de la pol¨ªtica profesional.
En un art¨ªculo que public¨® en La Vanguardia, usted reivindicaba la ingenuidad en contra de los que piensan que son ingenuos los que van de buenos.
Yo puedo ir de bueno, pero que quede claro que yo no soy bueno. Pero creo que la bondad es un horizonte para la gente de bien, y a m¨ª me gustar¨ªa serlo. Y no considerar¨ªa que eso fuera el fracaso de mi actividad p¨²blica. No acepto que para tener ¨¦xito profesional haya que ser mala gente, no acepto que para triunfar en la vida haya que ser mala persona, no lo acepto.
Dice usted que en este nuevo empe?o se puede llevar ara?azos y heridas profundas.
S¨ª, es lo m¨¢s probable.
?Y a qu¨¦ le tiene m¨¢s miedo?
A no estar a la altura. Estando a mi m¨¢ximo nivel podr¨ªa hacer algo, pero no estoy seguro de estar a la altura de lo que yo puedo llegar a hacer. Tengo miedo a rendirme, a que entre un poco en esa pereza que se parece mucho a la resignaci¨®n, al aqu¨ª no hay nada que hacer, miedo a que te defraude el contexto en el que est¨¢s. Lo que me da miedo es este supuesto sentido com¨²n que se utiliza como coartada para rendirse.
Estamos en un buen l¨ªo, ?no?
S¨ª, yo creo que estamos en un buen l¨ªo. Yo subrayo lo de buen; s¨¦ que t¨² subrayas lo de l¨ªo, pero yo subrayo lo de buen.
Una ¨²ltima pregunta, esta vez como ministro de Educaci¨®n. A usted, sus padres lo pusieron a estudiar sin tener medios. Mucha gente no pudo estudiar, como un compa?ero suyo de Gabinete. ?Qu¨¦ siente cuando subrayan ese aspecto de la biograf¨ªa de Jos¨¦ Blanco?
Me parece indigno; yo creo que lo que hay que hacer es alabar el esfuerzo con el que se ha tenido que emplear para merecer con dignidad y competencia un cargo de tanta responsabilidad. Soy un gran defensor de la formaci¨®n acad¨¦mica, pero hay muchos caminos para obtener formaci¨®n. Conozco gente que ha ido a la Universidad que no es nada universitaria. Asumir responsabilidades, comprometerse desde muy joven, trabajar con otros, dedicar tanto tiempo a los dem¨¢s, produce una formaci¨®n extraordinaria. As¨ª que no seamos indignos, ?no?
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HT2ROJEUXVZMPPVMTSBPOLHXQI.jpg?auth=10ce8b0a593e89aecb0bf9f0108cb6c54a9c8891014dd0151b0e237964ce8bde&width=414)
La escuela del deporte
?ngel Gabilondo
es fil¨®sofo metaf¨ªsico. Un hombre decente, pausado, reflexivo, que ha decidido no pasar de largo en el compromiso pol¨ªtico. Nacido en San Sebasti¨¢n, la arena de La Concha es uno de sus recuerdos m¨¢gicos. Eso y su aprendizaje en el f¨²tbol. Lo que ¨¦l llama el deporte concebido como juego.
Y hace m¨¢s de cuarenta a?os se le pod¨ªa ver as¨ª en San Sebasti¨¢n. ?ngel Gabilondo y su equipo de f¨²tbol-playa del colegio de los Sagrados Corazones acababan de ganar un trofeo. Con ¨¦l (a la derecha), vestidos de futbolistas, de izquierda a derecha, Javier Aranzabal y Luis Bengoa, que fueron futbolistas y ahora son, respectivamente, economista y funcionario de la Diputaci¨®n Foral de Guip¨²zcoa. Detr¨¢s, en el centro, I?aki Santillana, actual director general del Grupo Prisa.
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