Balada del Johnny
Para tener a buen recaudo a sus crecidos reto?os que iniciaban sus estudios universitarios en Madrid, muchas familias, de fuera y con posibles, les matriculaban en colegios mayores, regentados en su mayor¨ªa por ¨®rdenes religiosas que garantizaban ciertos niveles de tutela y orientaci¨®n en un periodo de libertad vigilada, en un par¨¦ntesis de semicautividad, antes de acceder a la independencia, enredarse en la peligrosa mara?a de la gran ciudad y escapar, al menos moment¨¢neamente, de la promiscuidad de los pisos compartidos y del desenfreno noct¨¢mbulo, de las veladas tabernarias y de las malas compa?¨ªas que acechaban en esta Babilonia, que s¨®lo era tal por el despotismo de sus s¨¢trapas excelent¨ªsimos, nunca por la abundancia o variedad de sus excesos. Madrid era una ciudad estrictamente dominada y vigilada por los m¨¢s cori¨¢ceos pretorianos del r¨¦gimen franquista.
Muchos colegios mayores formaban una ciudadela para proteger virtudes y favorecer el estudio
Entre los pecados del Johnny figura haber introducido el jazz y el flamenco
Ubicados en la proximidad de las aulas universitarias y con una radical separaci¨®n de sexos, muchos colegios mayores se agrupaban, a¨²n se agrupan, aunque regidos con diferentes par¨¢metros, formando una ciudadela, levantada para proteger virtudes acechadas y favorecer la concentraci¨®n en el estudio; sanos prop¨®sitos que no tardar¨ªan mucho en sucumbir al asalto de sus propios ej¨¦rcitos en connivencia con fuerzas exteriores.
El mundo, el demonio y la carne, ¨¦sta en medidas raciones, tanto en el men¨² colegial como en el ven¨¦reo, se colaban por los resquicios y un viento de libertad (seg¨²n la terminolog¨ªa al uso por entonces) barr¨ªa el polvo y aventaba los pelos de las dehesas. Los estudiantes desembarcados de pueblos o ciudades que no contaban con universidades, propias o apropiadas, no eran pupilos sumisos y asustadizos dispuestos a dejarse pastorear en los rediles.
Tras sus primeros e inseguros pasos por los senderos de la jungla urbana y de la sabana universitaria, muchos reci¨¦n llegados se integraban r¨¢pidamente en el h¨¢bitat y reavivaban con nuevos br¨ªos las hogueras tribales. Pronto algunos colegios mayores, y mayormente masculinos, se convirtieron en reductos, refugios para la conspiraci¨®n y la rebeld¨ªa. El gueto se rebelaba, en la ciudadela de los colegios mayores se proyectaba a escondidas El acorazado Potemkin y en los exhaustivos coloquios que prolongaban obligatoriamente las proyecciones y las representaciones, los recitales y las conferencias, improvisados o experimentados oradores disertaban sobre cualquier cosa, salvo sobre la pel¨ªcula, la funci¨®n o la m¨²sica precedentes, para llevar el agua al molino com¨²n de la resistencia antifranquista y de la cr¨ªtica anticapitalista.
A finales de los a?os sesenta y primera mitad de los setenta, la ciudadela de los colegios mayores se erig¨ªa, por su nutrida, variada, y muchas veces clandestina programaci¨®n cultural, en epicentro de la vanguardia urbana y foro casi ¨²nico de la disidencia pol¨ªtica.
El ¨¢rea de los colegios atra¨ªa a sus salones de actos a gentes de fuera de la universidad, favoreciendo el contacto entre esta instituci¨®n y la sociedad, mezclando a los que deb¨ªan de ser separados por ley y orden. La Ciudad Universitaria, segregada de la ciudad por el funesto Arco del Triunfo, se ampliaba por el Arg¨¹elles colonizado de las tabernas y los caf¨¦s y recib¨ªa en las facultades, escuelas y colegios a espectadores que quer¨ªan ser part¨ªcipes y actores.
El colegio mayor San Juan Evangelista, inspirado autor del Apocalipsis, se encarn¨® en el Johnny, por sus pecados, que fueron muchos, y de los que a¨²n no se ha arrepentido. Entre ellos, los de haber introducido el jazz y el flamenco, m¨²sicas, sobre todo el flamenco, marginadas, hasta hace no mucho, de los circuitos de la alta cultura.
Jazz, blues, flamenco, canci¨®n de autor, pop, rock y teatro nunca faltaron en la multicultural dieta del Johnny; su Club de M¨²sica, consagrado por los grandes y abierto a todas las b¨²squedas y experimentos, ha sido y es, todav¨ªa, un referente imprescindible en la vida cultural de la ciudad. Pero tiene fecha de caducidad: el Johnny cierra en septiembre, durante cuatro meses, para hacer una reforma que de momento pondr¨¢ a sus residentes en la calle y en grave peligro la continuidad de sus actividades musicales.
"Si estuvi¨¦ramos en la Transici¨®n habr¨ªa una protesta a lo grande", comentaba Alejandro Reyes, director, superviviente y guardi¨¢n de las esencias del Club, a Ana¨ªs Berdi¨¦ en estas p¨¢ginas. A¨²n estamos a tiempo. En las ¨²ltimas l¨ªneas del reportaje, Sara, del club de Facebook del Johnny, propon¨ªa una manifestaci¨®n de johnnyadictos. D¨®nde y cu¨¢ndo.
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