El grito del monstruo de feria
Hay fundadas esperanzas de que la secci¨®n oficial se anime en los pr¨®ximos d¨ªas, ya que hay directores de contrastada personalidad que prometen emociones fuertes o como m¨ªnimo que aparezca la sabrosa pol¨¦mica, pero hasta el momento la tibieza est¨¢ ejerciendo el protagonismo, con la excepci¨®n de la preciosa Up que abri¨® gozosamente el certamen.
El director coreano Park Chan-Wook tiene bastante pedigr¨ª entre gran parte del p¨²blico de los festivales por razones que encuentro entre incomprensibles y marcianas. Admito que al autor de las celebradas Oldboy, Lady Venganza y Soy un cyborg le va la marcha dura, que su obsesi¨®n por la violencia extrema y la sanguinolencia es la marca de la casa, pero sus tremebundas historias est¨¢n contadas con lenguaje chapucero y efectismo intragable. En Thirst este prescindible destroyer aborda el g¨¦nero de vampiros con desmedido af¨¢n por ser original y la agresiva expresividad de siempre. Su vocaci¨®n innovadora consiste en que esta vez el chupasangre es un mod¨¦lico cura cat¨®lico cuya vocaci¨®n misionera se ha prestado a ejercer de cobaya en unos experimentos con virus que se hacen en ?frica. Sobrevive milagrosamente a prueba tan arriesgada, pero a costa de pasar el resto de su compulsiva existencia trepando por las paredes y los techos de los hospitales para beberse la sangre de los enfermos terminales. El antiguo puritano tambi¨¦n descubre que se le dispara la libido en cuanto clava los dientes en el cuello de las f¨¦minas. Park Chan-Wook acumula delirios con pretensiones no s¨¦ si de asustar o de hacer re¨ªr. En mi caso no consigue ni lo uno ni lo otro, s¨®lo un deseo notable de que finalice esta tediosa sucesi¨®n de majader¨ªas. Es de esas pel¨ªculas en las que a la media hora ya has cambiado de postura en la butaca un mont¨®n de veces con la inequ¨ªvoca sensaci¨®n de estar perdiendo lamentablemente tu tiempo. Cuando finaliza el abusivo metraje est¨¢s convencido de que llevas media vida en la sala.
Jane Campion deslumbr¨® hace 17 a?os al Festival de Cannes y posteriormente a infinito p¨²blico (mayoritariamente femenino) con la a¨²n m¨¢s er¨®tica que rom¨¢ntica historia que describ¨ªa en El piano. Pero desde aquel ¨¦xito espectacular Jane Campion no ha vuelto a levantar cabeza. El permanente cine de ¨¦poca que realiza acostumbra a ser tan correcto como olvidable. En Bright star se centra en la corta y atormentada vida de aquel inmenso poeta llamado John Keats y en su imposible historia de amor con una apasionada vecina que adem¨¢s de no ser excesivamente aficionada a la l¨ªrica pertenece a una clase social que condena ese intenso idilio a la provisionalidad. Para entendernos: es cine de campi?a inglesa describiendo amores condenados al fracaso. Un g¨¦nero muy respetable que tiene p¨²blico fijo. Es muy pulcra, est¨¢ bien contada, pero no deja poso.
Anhelando algo que me pueda sorprender me acerco a la pel¨ªcula estadounidense Precious, que se proyecta en la secci¨®n Una cierta mirada y sobre la que hay rumores que avalan su calidad. Tienen fundamento. Es tan s¨®rdida como asfixiante, tan veraz como impactante. Cuenta el doloroso calvario de una adolescente negra y monstruosamente adiposa, violada desde peque?a por su sidoso padre con la complicidad de una madre s¨¢dica, intentando desesperadamente encontrar alguna raz¨®n para seguir viviendo. Todo lo que ves y lo que escuchas es tremebundo, pero nunca gratuito. La odisea de este machacado patito feo para que alguien llegue a respetarla y a quererla, su tit¨¢nica lucha para poder comunicarse con los dem¨¢s aprendiendo a leer y a escribir, sus sue?os para disfrazar el sufrimiento, la rebeli¨®n de la eterna marginada contra sus ancestrales torturadores, posee una capacidad de emoci¨®n que te coloca el nudo en la garganta.
Y no entiendes los criterios de selecci¨®n que condenan a Precious, admirablemente dirigida por el primerizo Lee Daniels, a no figurar en la secci¨®n competitiva, con la publicidad, la trascendencia y la visi¨®n obligatoria que ¨¦sta impone. El descubrimiento merec¨ªa la pena. La jornada est¨¢ salvada.
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