Repensar la edici¨®n
La edici¨®n no sabe si va o viene, sube o baja, a juzgar por las opiniones dispares, a menudo, contrapuestas, de sus protagonistas. Para unos, la edici¨®n de libros se encuentra al abrigo de la recesi¨®n protegida por el manto de una demanda estable o, a¨²n mejor, creciente que busca en tiempos de dificultades llenar el ocio sin gastar demasiado. Desde esa perspectiva, el libro ser¨ªa un "bien refugio", uno de esos pocos bienes inmunes a la nueva gripe de la crisis global.
Por el contrario, otros editores y casi todos los libreros opinan lo diametralmente opuesto: las ventas a particulares y a las instituciones, sobre todo a las bibliotecas, han sufrido recortes sensibles. Tampoco los exportadores est¨¢n de buen humor. La nueva crisis alcanza a Iberoam¨¦rica, sum¨¢ndose a anteriores crisis vividas en aquellos pa¨ªses. Adem¨¢s, los precios espa?oles, fijados en euros, no ayudan precisamente a mejorar las cosas.
Hay que buscar un nuevo marco que asegure la continuidad del libro
El libro y los soportes de contenidos digitales se leen distinto
Algunos anuncian incluso "el fin de la burbuja del libro", y aducen para ello que al alto n¨²mero de novedades que se publican cada a?o se opone ahora el enorme ¨ªndice de devoluciones de libros que llegan a los distribuidores. Los m¨¢s pesimistas aseguran que alcanza en ocasiones el 50% de los libros servidos a los puntos de venta. De ser ello cierto, resultar¨ªa que uno de cada dos ejemplares, tras una breve estancia en las librer¨ªas, emprende el camino de regreso a los almacenes de distribuidores y editores.
A los problemas del momento se a?ade el mar de fondo que representa la aparici¨®n de la edici¨®n digital y de los nuevos soportes de lectura que cuestionan los perfiles del libro y hasta su misma identidad. Sin ir m¨¢s lejos, nuestra Ley de la Lectura identifica libro y libro electr¨®nico sin distinguir entre ellos. La soluci¨®n resulta f¨¢cil, pero dudosamente eficiente. Cualquiera ve que el libro y los soportes de contenidos digitales se contratan, se producen, se comercializan y se leen de manera distinta; son productos diferentes. Todav¨ªa m¨¢s: en estos tiempos, la pregunta segura en encuentros, reuniones o en los medios de comunicaci¨®n es cu¨¢nto tiempo m¨¢s durar¨¢n los libros antes de ser sustituidos por la edici¨®n digital, los nuevos soportes, los e-books o, estas ¨²ltimas semanas, por las m¨¢quinas de impresi¨®n inmediata como las que la cadena de librer¨ªas Blackwell's ha instalado en alguna de sus tiendas de Londres.
Por si fuera poco, la edici¨®n se siente acechada por nuevas empresas e instituciones que pretenden irrumpir en sus territorios tradicionales en busca de los contenidos que precisan y de los que carecen. Desde Google a Europeana, pasando por proyectos como Obidne-Pro o Arrow, por citar unos pocos, todos de
-mandan, frecuentemente de la mano de las compa?¨ªas de telecomunicaci¨®n, que los editores les abran sus cat¨¢logos. La tensi¨®n entre los titulares de derechos y los abanderados de la "sociedad de la informaci¨®n" -centros de ense?anza, universidades y bibliotecas al frente- se traduce en una especie de juego de tira y afloja que parece resolverse claramente a favor de estos ¨²ltimos.
Por suerte, los editores y, en general, la gente de los libros se caracterizan por su pluralidad y su creatividad. Tan es as¨ª que el fuerte componente vocacional de su profesi¨®n les dota de una energ¨ªa y voluntad personales que impregna al sector. Y el momento lo vive cada uno como puede, alimentando el cat¨¢logo, la mirada puesta en las oportunidades y encaramado al palo de la propia experiencia.
Ahora bien, no ser¨ªa malo, en opini¨®n de muchos, que el conjunto de la edici¨®n y las autoridades culturales buscaran un momento, o los que hicieran falta, para juntos darle vueltas a los problemas y buscar un nuevo marco -nuevas pol¨ªticas del libro- que aseguraran no s¨®lo su continuidad, sino tambi¨¦n el desarrollo de la importante industria cultural que lo hace posible. Deber¨ªa ser ahora, piensan, cuando se tomara muy en serio a la industria cultural m¨¢s importante de nuestro pa¨ªs y la m¨¢s internacional gracias a su sobresaliente presencia en Iberoam¨¦rica.
Los nuevos tiempos parecen reclamar nuevas decisiones. Desde luego, sobre el libro y el universo digital, su impacto en el soporte, en la creaci¨®n literaria y cient¨ªfica, en la ense?anza, en la propiedad intelectual, en los conceptos cl¨¢sicos de distribuci¨®n y comunicaci¨®n. Nuestros vecinos franceses ya lo vieron, y su Minist¨¨re de la Culture encarg¨® a un grupo de expertos un informe sobre la edici¨®n digital, el llamado Informe Patino, que, presentado en julio de 2008, constituye una aportaci¨®n del m¨¢ximo inter¨¦s a esta cuesti¨®n.
La edici¨®n espa?ola, siempre con la mirada puesta en los pa¨ªses iberoamericanos, y, si se me apura, en nuestra lengua espa?ola, precisa de un instrumento an¨¢logo que junto con otros permita fijar nuevas pautas, alternativas e instrumentos de todo tipo que a medio plazo aseguren "mediante acciones pol¨ªticas, un ambiente favorable a la producci¨®n intelectual de nuestros pa¨ªses, subrayando los acelerados cambios que producen las nuevas tecnolog¨ªas en el entorno del libro" seg¨²n se presenta el importante Documento Final del Foro iberoamericano sobre el libro organizado por CERLALC (Centro Regional para el Fomento del Libro en Am¨¦rica Latina, el Caribe, Espa?a y Portugal) en noviembre de 2008. Sin duda, en una sociedad tan descentralizada como es la espa?ola actual se impone el di¨¢logo con las administraciones de las comunidades sobre los ¨¢mbitos de su competencia, por ejemplo, bibliotecas p¨²blicas y escolares, y cuanto se relaciona con la atenci¨®n a la diversidad cultural, a la llamada "bibliodiversidad".
Ser¨ªa un error considerar que la importancia de nuestra industria editorial es algo natural que funciona por s¨ª solo. ?Habr¨¢ que recordar que en los a?os cincuenta y sesenta del pasado siglo la edici¨®n latinoamericana, especialmente la argentina y mexicana, lideraban la edici¨®n en lengua espa?ola?
Nadie duda a estas alturas de que fue la visi¨®n y el esfuerzo de algunos profesionales del libro y de las instituciones que lo promov¨ªan -INLE primero, Ministerio de Cultura despu¨¦s-, los que supieron crear los andamios sobre los que supo auparse la industria editorial. Y no estar¨¢ de m¨¢s recordar aqu¨ª a Juan Manuel Velasco, el director general del Libro y Bibliotecas, que a finales los a?os ochenta sent¨® las bases de las pol¨ªticas del libro todav¨ªa vigentes: precio fijo de los libros, ayudas a la creaci¨®n, traducci¨®n y edici¨®n, constituci¨®n del Centro Exportador de Libros Espa?oles (CELESA) y promoci¨®n de nuestros creadores en centros de ense?anza o en eventos especiales.
Transcurridos 25 a?os, sobrevenidos nuevos tiempos, se precisan nuevas pol¨ªticas del libro y nuevos liderazgos atentos a la eclosi¨®n creativa de los nuevos y viejos editores para que, repensado el libro, lectores, creadores, editores, libreros, bibliotecarios, y el largo etc¨¦tera de oficios y profesiones que el libro convoca, recuperen el impulso que da la confianza en el futuro.
Federico Ib¨¢?ez es editor.
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