El estruendoso silencio de Benedicto XVI
Despu¨¦s de los casos de pedofilia surgidos dentro de la Iglesia cat¨®lica en EE UU y Australia, Irlanda trata ahora de hacer justicia a los miles de ni?os que sufrieron abusos a manos de religiosos. Las v¨ªctimas no est¨¢n satisfechas del todo porque no se han hecho p¨²blicos los nombres de sus verdugos, y han recordado que siempre encontraron la renuencia de los obispos a reconocer los delitos. Esos obispos que no cumplieron jam¨¢s sus obligaciones can¨®nicas (vigilar, intervenir y castigar) fueron recibidos por el Papa en 2006. Ratzinger conden¨® los abusos e invit¨® a los prelados a "establecer la verdad", evitar que se repitieran casos semejantes y "curar a las v¨ªctimas".
La condena debi¨® de servir para siempre, pues desde que se public¨® el informe apenas se ha vuelto a o¨ªr una palabra del Papa sobre el asunto. Ocasiones no han faltado desde que volvi¨® de Tierra Santa. Pero nada: un recuerdo, una frase de perd¨®n, al menos una referencia indirecta de consuelo.
La Iglesia paga campa?as contra el aborto pero no tiene para indemnizar
El estruendoso silencio, roto ayer por Ca?izares para atizar m¨¢s le?a al fuego, sorprende en un papa tan instruido en historia de la religi¨®n como Ratzinger. En 1545, el catecismo del Concilio de Trento determin¨® que "ofender la inocencia de los ni?os" es uno de los cuatro pecados m¨¢s abyectos que se pueden cometer, uno de los que "claman venganza en nombre de Dios" (los primeros son negar los derechos de Dios, los de la Iglesia y no pagar al obrero lo que se merece).
En sus a?os de papado, Benedicto XVI ha tratado de aportar transparencia a la actitud de la Iglesia frente a los abusos. Sobre todo, cuando no quedaba m¨¢s remedio porque la evidencia era abrumadora. Se reuni¨® con las v¨ªctimas en EE UU con gran despliegue medi¨¢tico y escenogr¨¢fico. Y lo volvi¨® a hacer en Australia, aunque a rega?adientes y fuera de programa. Pero una cosa son las buenas palabras, otra la realidad. La Iglesia tiene dinero para financiar campa?as antiabortistas, pero no para indemnizar a las v¨ªctimas. Los culpables nunca acaban en la c¨¢rcel, y tampoco se aplica la orden de expulsi¨®n del clero prevista por el C¨®digo Can¨®nico para los abusadores. Al contrario, lo habitual es resistirse a reconocer las denuncias e incluso acusar de chantaje a los m¨¢rtires, como pas¨® en el reciente caso de los alumnos sordomudos de Verona.
Una vara de medir muy diferente de la que suele usar la jerarqu¨ªa cat¨®lica cuando excomulga a las madres y m¨¦dicos de ni?as obligadas a abortar. ?se es el mensaje de Ca?izares: el derecho a la vida de fetos y embriones es m¨¢s importante que las vidas arrasadas de los ni?os abusados en nuestros colegios. Quiz¨¢ por eso, la curia sigue encubriendo a tantos delincuentes con sotana. Como cuenta el canonista Filippo di Giacomo, "en Roma hay cardenales que llevan a?os protegiendo a pederastas. Si eso pasa en la capital del Imperio, mejor no imaginar qu¨¦ pasar¨¢ fuera".
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