Innovar o languidecer
Hace unos a?os, en plena fase expansiva, le pregunt¨¦ a un conocido industrial manufacturero si su empresa dedicaba mucho dinero a innovar y si ten¨ªa contratados a doctores universitarios para esta funci¨®n. Me dijo que lo har¨ªa si viese motivos, pero que honestamente no los ve¨ªa.
Me he acordado estos d¨ªas de esta an¨¦cdota en un debate sobre el modelo productivo. Algunos de los participantes atribuyeron la escasa capacidad de innovaci¨®n espa?ola a la mala calidad de la oferta de profesionales, t¨¦cnicos y cient¨ªficos que salen del sistema educativo e investigador. Pero cada vez estoy m¨¢s convencido de que el problema no es de oferta, sino de falta de demanda de innovadores por parte de quien tiene que hacerla: los empresarios.
La pol¨ªtica industrial deber¨ªa basarse en una estrategia com¨²n entre sector p¨²blico, financiero y emprendedores
Pero antes de analizar con m¨¢s detalle esta conjetura, d¨¦jenme detenerme un momento en la importancia que tiene la innovaci¨®n.
Uno de los diez mandamientos de la ciencia de la econom¨ªa dice que el nivel de vida de un pa¨ªs depende a largo plazo de su capacidad para producir bienes y servicios. Cuanto m¨¢s productivo es, mayor nivel de vida puede lograr.
?C¨®mo estamos de productividad? No es para tirar cohetes, pero tampoco para suicidarse. Va por barrios. Algunas actividades, especialmente las industriales, tienen niveles mayores que otras. Y las empresas grandes, mejores resultados que las medias. El tama?o importa. El problema es que tenemos pocas empresas grandes y muy grandes.
?Cu¨¢l es la causa general de esta baja productividad? No parece ser que los espa?oles trabajen poco. De hecho, trabajan m¨¢s horas que franceses o alemanes. El problema es otro. Est¨¢ en la capacidad para innovar.
Por un lado, la capacidad para producir las mismas cosas, pero de forma m¨¢s eficiente y a menor coste. Es la innovaci¨®n de proceso. Este tipo de innovaci¨®n es la que permite ser m¨¢s competitivos en productos tradicionales. La gallega Zara ha conseguido ser l¨ªder mundial cambiando la manera de producir y vender en un sector tan tradicional como el textil.
Por otro, la capacidad para hacer cosas nuevas que otros a¨²n no han hecho. La innovaci¨®n de producto. Aunque a veces la asociamos a nuevas tecnolog¨ªas como el tel¨¦fono m¨®vil o el iPod, innovaci¨®n de producto fue tambi¨¦n el Chupa Chups o el actual Nespresso.
Si la innovaci¨®n es el motor de la productividad, y ¨¦sta del nivel de vida, ?c¨®mo estamos de innovaci¨®n? Tambi¨¦n en este terreno la cosa va por barrios. Se ha avanzado, pero nuestro aparato productivo sigue concentrado en procesos y productos tradicionales y poco innovadores.
Volvamos ahora a la conjetura inicial. ?Cu¨¢l es la causa de nuestra baja capacidad de innovaci¨®n? Una respuesta intuitiva es pensar que la oferta de gente creativa es escasa. Dicho de otra forma, que los trabajadores, los t¨¦cnicos y los cient¨ªficos que salen de nuestras escuelas y universidades son poco proclives a la innovaci¨®n.
Pero esta explicaci¨®n no es suficiente. Los estudios sobre econom¨ªa de la educaci¨®n se?alan que aun cuando se aumente la oferta de recursos educativos -m¨¢s centros y m¨¢s profesores-, eso no genera de forma autom¨¢tica m¨¢s oferta de gente innovadora.
En los ¨²ltimos cinco a?os he dirigido un seminario de una semana en la r¨ªa de Vilagarc¨ªa de Arousa para los 50 mejores estudiantes de bachillerato de Galicia. Todos con notas medias superiores a 9. Por cierto, 35-37 siempre eran mujeres. Pero era frustrante ver el pesimismo con que algunos de esos j¨®venes de la ¨¦lite estudiantil ve¨ªan su futuro. Dudaban si val¨ªa la pena esforzarse para, al final, acabar "descargando cajas de pescado en la lonja del puerto de Vigo", como me dijo uno de ellos que hac¨ªa un primo suyo ingeniero de telecomunicaciones.
?Por qu¨¦ los emprendedores espa?oles demandan tan poco talento innovador para sus empresas? Una parte de la respuesta es que hasta ahora no la necesitaban para que sus negocios fuesen bien. Es el caso de mi amigo industrial. En este sentido, el empresario se comporta como lo hace la naturaleza. ?sta es parsimoniosa a la hora de cambiar. Se apega a las cosas que funcionan, y reinventa s¨®lo cuando es absolutamente necesario.
La otra parte de la respuesta est¨¢ en ciertas limitaciones con las que se encuentran muchos emprendedores a la hora de innovar. Por un lado, han de descubrir si las nuevas actividades que quieren llevar a cabo se pueden hacer a un coste suficientemente bajo para ser rentables. Este tipo de informaci¨®n no siempre est¨¢ disponible. Por otro, muchos proyectos para ser rentables requieren que se lleven a cabo otro tipo de inversiones simult¨¢neamente. En este caso aparece un problema de coordinaci¨®n entre varios actores que puede desalentar nuevas actividades innovadoras.
?Qu¨¦ hacer? Adem¨¢s de esperar que la crisis incentive el esp¨ªritu innovador, aunque s¨®lo sea por esp¨ªritu de supervivencia, hay que hacer algo m¨¢s. Necesitamos alguna suerte de pol¨ªtica industrial. No la tradicional, centrada en exenciones fiscales y bonificaciones, sino una basada en la colaboraci¨®n estrat¨¦gica entre el sector p¨²blico, el sector financiero y los emprendedores. Si me piden alg¨²n ejemplo, les pondr¨ªa la exitosa agricultura de invernadero de Almer¨ªa surgida de una colaboraci¨®n de ese tipo.
En todo caso, el dilema est¨¢ claro: innovar o languidecer. ?sa es la cuesti¨®n.
Ant¨®n Costas Comesa?a es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica en la Universidad de Barcelona.
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