El sexo pierde al Vaticano
Las violaciones y sevicias descubiertas en Irlanda se han producido en otros muchos pa¨ªses - La jerarqu¨ªa cat¨®lica practica una pol¨ªtica de secretismo y ocultaci¨®n
"Si no podemos ser castos, al menos seamos cautos". Esta iron¨ªa, que el pensador George Bernanos pone en boca de su simp¨¢tico cura rural, define el esp¨ªritu con que la Iglesia romana se enfrenta a los comportamientos sexuales de sus cl¨¦rigos. Lo malo es cuando la hipocres¨ªa o el ocultamiento alcanzan a actividades delictivas, como la pederastia y otros abusos de poder. Es esa pol¨ªtica de secretismo, avalada por el Vaticano, la que ahora tiene sumida a la jerarqu¨ªa cat¨®lica en un esc¨¢ndalo de colosales proporciones. Afecta a la muy cat¨®lica Irlanda. Los hechos son devastadores, con testimonios de 1.000 alumnos en 216 escuelas, reformatorios u orfanatos, y relatos estremecedores de violaciones, abusos y sevicias a ni?os y ni?as, habitualmente de hogares humildes.
La jerarqu¨ªa exhibe una pertinaz voluntad de proteger a los abusadores
Algunos cl¨¦rigos se creen superhombres y por encima de la ley
Lo sucedido en Irlanda se ha producido en otros muchos pa¨ªses. En Espa?a hay numerosas denuncias, con media docena de condenas judiciales contra sacerdotes pederastas. Pero es dif¨ªcil conocer la magnitud del problema, dada la tendencia de la jerarqu¨ªa a ignorar, e incluso tapar, los esc¨¢ndalos. Las instrucciones del Vaticano son sintom¨¢ticas. Ante cualquier denuncia, hay que asegurar la reserva total, dice una instrucci¨®n de 1962.
Cuando Dante Alighieri describi¨® en la Divina Comedia el sufrimiento, en lo m¨¢s hondo del Infierno, de numerosos sodomitas, se detuvo sobre todo en un grupo de sacerdotes libertinos. Tambi¨¦n encuentra all¨ª a un obispo de Florencia. El poeta se cansa pronto de ajustar cuentas "ante pecado tan notorio". "Saber de alguno es bueno / de los dem¨¢s ser¨¢ mejor que calle / que a tantos como son el tiempo es corto", se disculpa (Canto XV).
Por entonces, se castigaba severamente a los eclesi¨¢sticos de vida depravada. Un decreto papal de 1568, titulado Horrendum, orden¨® que "los sacerdotes que abusen ser¨¢n privados de todos los oficios y beneficios, y entregados a los tribunales seculares para su castigo". Se ha incumplido con escandalosa frecuencia.
El caso m¨¢s notorio es la protecci¨®n de Juan Pablo II al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Durante d¨¦cadas, Maciel y algunos de sus lugartenientes sometieron a abominables abusos a cientos de muchachos, especialmente en el seminario de Ontaneda (Cantabria). S¨®lo tras la muerte del Papa polaco, en 2005, el famoso pederasta fue apeado de su enorme poder, con la orden tajante de alejarse de Roma. Se recluy¨® en M¨¦xico. Fue su ¨²nico castigo en vida. Falleci¨® ahora hace un a?o.
El primer esc¨¢ndalo por ese comportamiento encubridor se produjo en Italia en una de las escuelas p¨ªas del aragon¨¦s Jos¨¦ de Calasanz. Fundador de la Orden de Cl¨¦rigos Regulares Pobres, conocidos ahora como escolapios, Calasanz reprimi¨® la divulgaci¨®n del abuso sexual de ni?os por sus sacerdotes. Pag¨® por ello. Uno de los ped¨®filos, el padre Stefano Cherubini, tuvo tanto ¨¦xito en el encubrimiento de sus delitos que incluso lleg¨® a ser superior de la orden, arrinconando al fundador. La orden fue clausurada por Inocencio X. Calasanz muri¨® a los 91 a?os en Roma, todav¨ªa en desgracia. Ocho a?os despu¨¦s, Alejandro VII lo rehabilit¨®. Fue hecho santo en 1767.
El sexo fue un asunto desprovisto de importancia para los primeros cristianos y es pr¨¢cticamente ignorado por san Pablo (el temperamental ap¨®stol lleg¨® a decir que "es mejor casarse que abrasarse"). Pero pronto se impuso la idea de que el celibato era superior, el matrimonio inferior, y el sexo, en consecuencia, un acto perverso. Fue el obispo Ambrosio de Mil¨¢n (373-397) quien desbroz¨® el camino. Hombre "imponente", seg¨²n san Agust¨ªn (por su sabidur¨ªa y porque "le¨ªa sin hablar", un h¨¢bito desconocido en el mundo cl¨¢sico), Ambrosio impuso el criterio de que la vida conyugal era incompatible con una carrera en la Iglesia. "Incluso un buen matrimonio es la esclavitud", dijo. De ah¨ª al celibato obligatorio de los eclesi¨¢sticos quedaba un paso, entre agrias disputas.
La pertinaz decisi¨®n de ocultar o proteger las desviaciones sexuales de los cl¨¦rigos disolutos, incluso cuando son delictivas, tiene que ver con el concepto heroico que los eclesi¨¢sticos tienen de s¨ª mismos. "La Iglesia es una preciosa ¨¦lite de superhombres porque el esp¨ªritu act¨²a en ellos. Hay que defenderla de la contaminaci¨®n, venga de donde venga", predica Tertuliano.
Julio P¨¦rez Pinillos, ex presidente de la Federaci¨®n Internacional de Sacerdotes Cat¨®licos Casados (FISCC), cree que el esc¨¢ndalo de los abusos sexuales por sacerdotes "remite a la inconveniencia de mantener esa ley eclesi¨¢stica medieval y no evang¨¦lica". "El celibato obligatorio favorece relaciones clandestinas, y da pie a abusos que sufren sobre todo los menores, las mujeres y la descendencia cuando se da. Qu¨¦ buen servicio har¨ªa a la claridad evang¨¦lica y al merecido buen nombre de muchos sacerdotes y religiosos y religiosas entregados a las comunidades cristianas la revisi¨®n de esa ley del celibato, formulada a mediados del siglo XII".
Emilia Robles Boh¨®rquez, de la organizaci¨®n Proconcil, subraya, por su parte, que "no es toda la Iglesia quien delinque", pero que compete a toda la Iglesia, "con valor, transparencia y energ¨ªa, afrontar el hecho". A?ade: "Dada la gravedad de las situaciones, hay que revisar la manera de afrontar la sexualidad, pero antes urge limpiar y desinfectar los s¨®tanos de algunas instituciones que, lejos de lo que dicen ser, son, con demasiada frecuencia, nidos de bichos". Robles cree que en ese empe?o de limpieza, la jerarqu¨ªa necesita "colaborar con las instituciones civiles y alejarse de complicidades y victimismos".
Pese a que fue entre los esclavos, los humildes y las mujeres entre quienes primero se propag¨® el cristianismo, la agresiva tradici¨®n antifeminista avanza pronto en la nueva organizaci¨®n eclesi¨¢stica. Es ese desprecio a la mujer, incluso el aborrecimiento, por donde se ha colado el af¨¢n de dominaci¨®n y todo tipo de abusos, sobre todo sexuales. No es posible comprender esos comportamientos prepotentes sin escuchar a los padres de la Iglesia proclamando la abyecci¨®n de la mujer y el sexo. As¨ª se explica, tambi¨¦n, que las principales v¨ªctimas, por millares, de la Santa Inquisici¨®n fuesen mujeres, arrastradas a la hoguera por brujas o portadoras de pecado.
Hab¨ªa dicho, por ejemplo, san Juan Damasceno: "La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el coraz¨®n del hombre, hija de la mentira, centinela del infierno". Y santo Tom¨¢s de Aquino: "La mujer es un hombre malogrado. Un ser ocasional: s¨®lo el hombre ha sido creado a imagen de Dios". O Alberto Magno: "La mujer es un hombre ileg¨ªtimo y tiene la naturaleza incorrecta y defectuosa". Incluso el gran Agust¨ªn, obispo de Hipona, sostuvo que "el marido ama a la mujer porque es su esposa, pero la odia porque es mujer", y que "nada hay tan poderoso para envilecer el esp¨ªritu de un hombre como las caricias de una mujer". ?Hablaba por experiencia? Padre de un chico al que llam¨® Deodato (dado por Dios), repudi¨® a la madre sin contemplaciones para hacer carrera eclesi¨¢stica.
Otro cantar es la homosexualidad entre el clero cuando se convierte en signo de poder o antesala de abusos ped¨®filos. Sostiene Ram¨®n Teja, presidente de la Sociedad de Ciencias de las Religiones y catedr¨¢tico de Historia Antigua de la Universidad de Cantabria: "Era lugar com¨²n en la literatura asc¨¦tica de la antig¨¹edad que la decadencia del monacato se produjo por la presencia de j¨®venes en los cenobios. Lo advert¨ªan los padres del desierto con dichos como ¨¦stos: 'Un diablo fue a golpear a la puerta de un cenobio y vino un joven a abrirle. El demonio, al verle, dijo: Si est¨¢s t¨² aqu¨ª no hay necesidad de m¨ª'. Para los monjes, los j¨®venes, m¨¢s que las mujeres, son un lazo del diablo". Otro dicho de ¨¦poca: "Donde hay vino y j¨®venes no se necesita a Satan¨¢s".
Teja ve en los casos de abuso un hilo conductor com¨²n: la idea de que el sexo no cuadra bien con lo sagrado. "No he encontrado textos que reflejen mayor tolerancia hacia la fornicaci¨®n homosexual que hacia la heterosexual, pero es reveladora esta sentencia que parece reflejar una cierta graduaci¨®n de pecados: 'El monje no debe cultivar la amistad con un joven, ni el trato con una mujer, ni tener amistad con un hereje".
Las cosas no han mejorado en la actualidad. Todav¨ªa en 2001 el te¨®logo redentorista Marciano Vidal fue castigado por la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisici¨®n) por considerar la sexualidad humana como "un lujo de la naturaleza" (la persona, un ser sexuado, un modo de percibir al otro, etc¨¦tera), y por entender las relaciones prematrimoniales, la homosexualidad o la masturbaci¨®n. La severa notificaci¨®n inquisitorial contra el gran moralista espa?ol lleva la firma del cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI.
El libro de Marciano Vidal Moral de actitudes es una referencia imprescindible para comprender las agitadas relaciones del cristianismo con el sexo y la mujer. Vidal recuerda en Moral del amor y de la sexualidad que "castidad" procede de "castigo" ("que la raz¨®n impone a la concupiscencia dom¨¢ndole como a un ni?o", escribe santo Tom¨¢s de Aquino).
Marciano Vidal, por cierto, subraya la indulgencia con que el buen san Alfonso contempla un escote (ubera) de mujer. "Pectus non est pars vehementer provocans ad lasciviam" ("El pecho no es parte que provoque vehementemente la lascivia"), escribe el fundador de los redentoristas. Hay una simp¨¢tica an¨¦cdota del papa Juan XXIII ante la exuberante Sof¨ªa Loren. Cuando era nuncio en Par¨ªs, el carism¨¢tico Papa del Concilio Vaticano II se encontr¨® en un acto oficial con la actriz italiana, que luc¨ªa generoso escote. "?Benedetto, quel Calvario!", suspir¨® con sonrisa desarmante, para regocijo de los presentes. Fue beatificado por Juan Pablo II en el a?o 2000.
El argumento libidinoso se sostiene muchas veces para expulsar del sacerdocio a la mujer. Se lo recuerda Umberto Eco al cardenal Carlo Maria Martini en el di¨¢logo publicado con el t¨ªtulo ?En qu¨¦ creen los que no creen? Eco dice al cardenal que Tom¨¢s de Aquino usa el argumento propter libidinem (a causa de la lujuria) porque si el sacerdote fuese mujer, los fieles (varones) se excitar¨ªan al verla. Rebate Eco: "Dado que los fieles son tambi¨¦n mujeres, ?qu¨¦ ocurre entonces con las muchachitas que podr¨ªan excitarse ante un cura guapo?". El autor de El nombre de la rosa recuerda al prelado las p¨¢ginas de Stendhal en La Cartuja de Parma sobre los fen¨®menos de incontinencia pasional suscitados por los sermones de Fabrizio del Dongo.
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