Un ruso muy ruso

Pedro Horrillo y Denis Menchov, amigos y compa?eros en el Rabobank, volar¨¢n hoy a Pamplona. Lo har¨¢n en dos aviones diferentes, pero con la misma sensaci¨®n de victoria. Uno, Horrillo, victorioso sobre la muerte, milagroso superviviente de una ca¨ªda de 80 metros, volar¨¢ en un Air 118, un avi¨®n ambulancia, en una camilla, envuelto en s¨¢banas de hospital; el otro, Menchov, victorioso del Giro, volar¨¢ en un vuelo regular, vestido de rosa. A uno, al toro de Ermua, el Giro se le acab¨® en un barranco a la semana de empezarlo; al otro, al ruso m¨¢s ruso y, por consiguiente, el menos ruso como ciclista, se le acab¨® ayer, en la colina del Quirinal, coronado por el presidente de la Rep¨²blica, Giorgio Napolitano, quien, comunista en Mosc¨² en los a?os 50, le salud¨® en buen ruso -?C¨®mo est¨¢s?, "pocas palabras pero muy bien dichas", dice Menchov- y le dio dos besos al entregarle el trofeo infinito.

A diferencia de otros corredores del Este, no busc¨® un r¨¢pido enriquecimiento

"Quiero ganar el Tour. S¨¦ que soy uno de los mejores y que puedo conseguirlo", dice

Los dos sufrir¨¢n un duro verano. A Horrillo le esperan una operaci¨®n en un f¨¦mur machacado y semanas de rehabilitaci¨®n para volver a ser una persona normal, si no un ciclista; a Menchov, el Tour de Francia, la carrera para la que le educaron en la congregaci¨®n del Banesto desde que lo trajeron de Rusia en 1998, un chaval de 20 a?os, la carrera que le falta en un palmar¨¦s que ya cuenta con dos Vueltas (2005 y 2007) y un Giro. "El Giro es muy importante, pero quiero ganar el Tour", dice. "S¨¦ que soy uno de los mejores y que puedo ganarlo".

Antes que Menchov, dos rusos, Eugenio Berzin (1994) y Pavel Tonkov (1996), hab¨ªan ganado el Giro, pero su filosof¨ªa vital y ciclista es totalmente diferente a la de ambos, y a la de tantos corredores del Este que han llegado a occidente como depredadores hambrientos, deseosos un enriquecimiento r¨¢pido. A Denis Menchov le vio Francis Lafargue, del Banesto, siempre en busca de nuevos Induraines, de diamantes en bruto a los que pulir con paciencia y tranquilidad, en una carrera en Francia cuando era amateur, y se enamor¨® de ¨¦l, de su planta, de su forma de sentarse sobre la bici. Corr¨ªa en el Lada-Samara y pasaba dos meses del a?o en Francia. Lafargue se moviliz¨®, envi¨® faxes, engras¨® los engranajes burocr¨¢ticos postsovi¨¦ticos con 100.000 francos (unos 12.000 euros) y una noche fr¨ªa en Lille pudo al fin estrechar la mano de un ciclista en los huesos, la barbilla hundida en un jersey gris marengo de cuello alto y una mirada de perrito abandonado pidiendo ll¨¦vame contigo. No hablaba otra cosa que ruso.

En Pamplona se instal¨® -y a¨²n vive all¨ª, con su mujer, Nadia, y sus tres hijos: su madre sigue en Rusia- y en Pamplona, donde impera el esp¨ªritu de Indurain, se convirti¨® en la fuerza tranquila que ayer, 11 a?os despu¨¦s de llegar a Europa, a los 31 de edad, termin¨® por explotar. Ha sido el Giro m¨¢s r¨¢pido de la historia, con una media que por primera vez ha superado los 40 kil¨®metros por hora, un dato debido a la suavidad del recorrido y a la bondad del clima. Ha sido un Giro que Menchov ha dominado marcando las diferencias en la contrarreloj y defendi¨¦ndolas en la monta?a. "Ha sido sencillo", dijo el ganador.

Menchov, que habla a la perfecci¨®n el espa?ol y un poco el ingl¨¦s, sigue pensando en ruso, en volver a Orel, en sus tierras y en los campos, en cazar patos en invierno y en pescar lucios. Hoy vuelve a Pamplona, pero ma?ana vuela a Rusia, a estar cinco d¨ªas con su familia, su mujer, sus hijos. "Me olvidar¨¦ de todo, de la bicicleta sobre todo, s¨®lo pasear¨¦ por el campo por los m¨ªos", dice el ruso de Pamplona, el m¨¢s ruso de los rusos. Antes, hoy mismo, una visita al hospital a su amigo Horrillo.