"El libro de papel pervivir¨¢ durante siglos"
"?C¨®mo no me va a gustar comer bien si soy donostiarra?", exclama Eduardo Vilas con una mezcla de orgullo y convicci¨®n. "Adem¨¢s", a?ade el director de Hotel Kafka, una singular escuela de letras de Madrid, "mi madre era maestra de cocina y a m¨ª me encanta preparar pescado o, por supuesto, alubias de Tolosa".
Con aire de ni?o travieso, a pesar de su calvicie y de sus 37 a?os, Eduardo Vilas ha sido cocinero antes que fraile en su profesi¨®n literaria porque pas¨® de estudiante de Periodismo, novelista precoz y alumno de una escuela de letras a fundar Hotel Kafka, un centro cultural donde se ense?a a escribir libros o a elaborar guiones. Con m¨¦todos muy innovadores, por cierto, como reunir a jueces, polic¨ªas e incluso a antiguos delincuentes para impartir cursos de novela negra. En definitiva, Hotel Kafka se plantea una ense?anza complementaria para gente que desea perfeccionar su escritura a partir de un grupo de profesores que incluye desde autores consagrados, como Juan Madrid o Elvira Lindo, a otros de las ¨²ltimas hornadas, como Isaac Rosa. Editores y periodistas completan el claustro.
El director de Hotel Kafka monta cursos de novela negra con jueces y polic¨ªas
"Creo", se?ala Eduardo Vilas mientras se decanta por un vino Rioja y cita a su madre como argumento de autoridad en cuesti¨®n de caldos, "que escribimos para afrontar un reto porque la literatura tiene rasgos deportivos en el sentido de que se trata de competir con uno mismo. Podr¨ªamos afirmar tambi¨¦n que algunos escriben para cambiar el mundo o para que su obra perdure. Ahora bien, la explicaci¨®n que nunca falla es que uno escribe para impresionar a su madre, a su pareja y a sus amigos".
Fue Eduardo Vilas un tard¨ªo aficionado a la literatura porque en sus a?os juveniles se dedic¨® con pasi¨®n a la m¨²sica, toc¨® el piano y el contrabajo y form¨® varios grupos rockeros que actuaban, de fiesta en fiesta, por los pueblos guipuzcoanos. Pero, m¨¢s tarde, lo atrap¨® el veneno de la literatura y sus efectos resultan cada d¨ªa m¨¢s potentes. "Me encanta mi trabajo y la experiencia de dirigir una escuela de letras y comparto, sin lugar a dudas, aquella frase de Winston Churchill que afirmaba que las personas que se dedican a aquello que les gusta tienen dos vidas". Fuma Vilas sin parar, entre plato y plato, sentado en una mesa de fumadores de un restaurante cercano a su oficina, donde suele elegir carnes rojas.
A pesar de ser un gran aficionado a las nuevas tecnolog¨ªas y de no albergar ninguna nostalgia de la letra impresa por puras razones generacionales, Eduardo Vilas defiende el libro como objeto con argumentos convincentes. "El libro perdurar¨¢ durante siglos porque, entre otras cosas, el papel no envejece como soporte, a diferencia del resto, que ha de renovarse y adaptarse. Adem¨¢s, la gente, incluidos muchos j¨®venes, mantiene una actitud afectiva con el libro como objeto que, por supuesto, no se da con un m¨®vil o un ordenador. Tampoco podemos olvidar muchas razones pr¨¢cticas, desde la dificultad de corregir en una pantalla hasta la facilidad de manejo de un libro de bolsillo".
Al final, todas las formas de expresi¨®n conviven, viene a sostener Eduardo Vilas mientras elogia las virtudes de la carne a la brasa y pide un chupito para la sobremesa. "Ni la televisi¨®n acab¨® con la radio ni el cine con el teatro. Ahora asistimos, por ejemplo, al regreso de la moda del vinilo que vuelve a llenar hoy las tiendas de discos. ?Qui¨¦n lo iba a decir?".
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