M¨¢xima agresividad
Las distintas elecciones son, desde una perspectiva jur¨ªdica, compartimentos estancos, pero, desde una perspectiva pol¨ªtica, son vasos comunicantes. Formalmente en cada consulta electoral est¨¢ en juego alguna forma distinta de ejercicio del poder, pero materialmente en todas est¨¢ en juego algo que calificamos como poder y que tiene que ver, por tanto, con el principio de legitimaci¨®n democr¨¢tica, que es el ¨²nico principio universalmente admitido en el d¨ªa de hoy en el que puede descansar tanto la titularidad como el ejercicio del poder.
No cabe duda de que el poder municipal es distinto del poder auton¨®mico y este distinto del poder estatal y el estatal del poder europeo. Los ciudadanos sabemos perfectamente que lo que hay en juego en cada una de estas elecciones es distinto y de ah¨ª que nuestra implicaci¨®n en cada tipo de elecciones sea tambi¨¦n distinta. Tendemos a implicarnos mucho m¨¢s en las elecciones estatales y menos en las dem¨¢s, en especial en las elecciones europeas. La participaci¨®n es un buen indicador de esta diferente implicaci¨®n.
Pero en todas las elecciones se produce la coincidencia en un elemento fundamental, en que los protagonistas de todos los procesos electorales son los partidos pol¨ªticos. Hay algunas particularidades en unas elecciones respecto de otras, pero no son lo suficientemente relevantes como para que no podamos considerar que en todas las elecciones hay un enfrentamiento b¨¢sico entre las dos grandes opciones de gobierno. Entre el PSOE y el PP se reparten algo m¨¢s del 80% del voto ciudadano en todas las elecciones que se celebran, con la ¨²nica excepci¨®n de las elecciones auton¨®micas vascas y catalanas. En consecuencia, los resultados de cada una de las consultas son indicadores de la relaci¨®n de fuerzas que existe en ese momento en el sistema pol¨ªtico.
Lo hemos visto este mismo a?o con la interpretaci¨®n que se ha hecho de las elecciones auton¨®micas vascas y gallegas. Lo vemos cada vez que se celebran las elecciones municipales que coinciden adem¨¢s con las elecciones auton¨®micas de las comunidades del art¨ªculo 143 de la Constituci¨®n. Y lo estamos viendo con las elecciones europeas que se est¨¢n celebrando y que van a ser decididas el pr¨®ximo domingo.
El horizonte de las llamadas elecciones generales, es decir, de aquellas de las que depende la formaci¨®n de la mayor¨ªa parlamentaria que va a permitir ocupar el Gobierno de la naci¨®n, est¨¢ presente en todas las consultas que se celebran a lo largo de los cuatro a?os que dura el mandato de las Cortes Generales.
Cuando lo que est¨¢ en juego es un poder no claramente identificado, como es el poder europeo, que existe, sin duda, como el pasado jueves subrayaba Felipe Gonz¨¢lez en su art¨ªculo Por Europa, pero cuyo lugar de residenciaci¨®n no resulta visible, la deriva hacia ese horizonte de las elecciones generales se intensifica.
Justamente por eso, las campa?as de las elecciones europeas, como indicaba Timothy Garton Ash en su art¨ªculo dominical en EL PA?S hace dos semanas, est¨¢n siendo en todos los pa¨ªses campa?as nacionales. No es la composici¨®n del Parlamento europeo lo que tienen en la cabeza las direcciones de los partidos que compiten, sino en qu¨¦ posici¨®n van a quedar de cara a las pr¨®ximas elecciones generales.
De ah¨ª la enorme acritud de la campa?a. En las elecciones municipales y auton¨®micas la perspectiva local o regional no puede dejar de estar presente por razones obvias. Y ello contiene algo la deriva de dichas elecciones hacia el horizonte nacional. No ocurre lo mismo con la perspectiva europea. Por eso pasa lo que pasa. La no identificaci¨®n del objeto del enfrentamiento hace que el nivel de agresividad sea superior al que se produce en las dem¨¢s elecciones.
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