Piratas
El pr¨®ximo 6 de julio el juez Steven Merryday examinar¨¢ la propuesta formulada por el juez de Tampa (Florida) Marck Pizzo para darle la raz¨®n a Espa?a en el caso del Estado espa?ol versus Odyssey, si empleamos la terminolog¨ªa al uso en EE UU. Es decir, el pleito interpuesto por Espa?a contra la empresa cazatesoros que saque¨® el pecio del Nuestra Se?ora de las Mercedes a menos de 200 millas de la costa espa?ola, seg¨²n reconoce el juez Pizzo, es decir, dentro de la zona mar¨ªtima que la ley reconoce como espacio econ¨®mico espa?ol.
El juez determina en su propuesta varias cosas: el sitio donde esta el pecio (aguas espa?olas), el barco hundido (que siempre neg¨® la empresa Odyssey) y la naturaleza del barco (un buque de guerra de pabell¨®n espa?ol). Al determinar estas cuestiones no queda ninguna duda que las convenciones internacionales y el derecho mar¨ªtimo establecen que el propietario del barco y su carga es el Estado espa?ol. Hasta ahora una victoria en toda regla aunque pendiente de confirmaci¨®n por el juez Merryday. La segunda de id¨¦nticas caracter¨ªsticas del abogado James Goold, contratado por la embajada de Espa?a en Washington para este caso y que ya gan¨® en el Tribunal Supremo el caso de El Juno y La Galga.
Este caso tuvo como litigante a la empresa Sea Hunt de Ben Benson que pretend¨ªa extraer el contenido de los pecios de estos dos buques espa?oles hundidos en Tom's Cove, Assateague (Virginia), en diferentes momentos cuando iban cargados desde Veracruz y La Habana a C¨¢diz con bastantes mercader¨ªas. El asunto lleg¨® al Supremo que determin¨® que el Estado espa?ol es su leg¨ªtimo propietario. Estos barcos dieron origen a la leyenda de los ponis salvajes que viven en las playas de la zona, Parque Nacional estadounidense y que sirven de hilo conductor a la pel¨ªcula de Richard Gere Noches de tormenta. El Convenio de Montego Bay, de 1982, para los derechos del mar y todas las resoluciones de la Unesco y de la ONU para la protecci¨®n del patrimonio subacu¨¢tico establecen que todos los restos de barcos hundidos que se pueda determinar que sean propiedad de un estado soberano tienen la protecci¨®n de la bandera de ese estado y contin¨²an bajo su dominio. Se trataba de poner coto a las multitud de buscadores de fortunas que, provistos primero de unas gafas y unas aletas y luego de la m¨¢s moderna tecnolog¨ªa, pretend¨ªan saquear los mares del mundo al reclamo de fabulosos tesoros.
Un caso paradigm¨¢tico es el de Mel Fisher, que en 1985 pudo extraer el oro y las esmeraldas del Nuestra Se?ora de Atocha y el Santa Margarita , dos buques espa?oles hundidos en el canal de Las Bahamas, frente a las costas de Florida. En Cayo Hueso se puede visitar el Museo del Nuestra Se?ora de Atocha donde siguen a la venta doblones espa?oles de oro. La perseverancia de Mel Fisher y la dejadez de Espa?a permitieron esa haza?a que hizo millonario al desaparecido cazatesoros y ha fomentado la fantas¨ªa de tantos otros.
Espa?a no ha demostrado el suficiente celo en la protecci¨®n de su rico patrimonio subacu¨¢tico en las ¨²ltimas d¨¦cadas, una parte hundido en sus propias aguas y otra dispersa por medio mundo fruto de tormentas, piratas y escuadras enemigas. Es posible que Espa?a consiga la devoluci¨®n de las 500 mil monedas del Nuestra Se?ora de las Mercedes, que terminar¨¢n en Madrid o Cartagena en unos ba¨²les a la espera de dinero y tiempo para su estudio o exhibici¨®n, mientras los expoliadores siguen actuando a su antojo. Es preciso se?alar la actuaci¨®n de las autoridades de Gibraltar que permitieron actuar en sus muelles a los barcos de la empresa Odyssey sin aparente control.
Consintieron que desembarcara un fabuloso tesoro, que lo metieran en un avi¨®n y lo llevaran a EE UU. Es complicado que Peter Caruana pretenda un reconocimiento para su gobierno si permiten que expoliadores y piratas act¨²en con impunidad en su territorio como lo hacen empresas fantasmas y blanqueadores de dinero.
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