Yupanqui y Rajoy
Vaya usted a saber qu¨¦ dice Mariano Rajoy al final de ese t¨²nel que le ha abierto a su partido el caso G¨¹rtel.
Su manera de abordarlo, hasta ahora, se parece mucho al silencio de Atahualpa Yupanqui. Antes de que hablemos de esa similitud entre el l¨ªder de la oposici¨®n y el enigm¨¢tico cantante popular argentino, recordemos algunos hechos que han circundado este caso hasta que ha llegado a los aleda?os del Tribunal Supremo.
En primer t¨¦rmino, fue, para los que quisieron ocultarlo, un suceso que ten¨ªa que ver con la man¨ªa con que se elaboran las conspiraciones period¨ªsticas contra el Partido Popular, sobre todo si las informaciones parten de este peri¨®dico. En segundo t¨¦rmino, fue una fabricaci¨®n a partir de una minucia. En tercer t¨¦rmino, la desfachatez con que ha sido perseguido el Partido Popular ha estado en connivencia con los jueces, que han filtrado los documentos antes de que los conocieran los presuntos implicados.
Con esos argumentos se ha ido posponiendo una respuesta distinta de las respuestas que se dan en medio de las adhesiones inquebrantables. La oposici¨®n ha descubierto que Valencia es un talism¨¢n, y lo usa como la criptonita contra Superman. Hasta que han venido, con su paso inquietante, los autos judiciales, y la realidad se ha ido montando sobre la sordina de los m¨ªtines y las sonrisas.
Ahora ya no queda m¨¢s remedio que ponerle luz al t¨²nel. Y la luz que esperan unos y otros es la voz de Rajoy diciendo qu¨¦ le parece lo que pasa, o m¨¢s bien lo que ha pasado. La trascendencia de su silencio es enorme, y por eso la gente ha aguardado que lo rompa como se espera de mayo el agua.
Y ah¨ª es donde entra Atahualpa, cuya par¨¢bola de los ejes y el silencio viene muy bien para interpretar este momento pol¨ªtico, en el que los ejes chirr¨ªan y el silencio se agradece s¨®lo hasta un punto.
Atahualpa era un hombre grande y silencioso; su mirada alcanzaba grados de misterio cuando estaba en compa?¨ªa. Dice Manuel Vicent que Atahualpa estaba rodeado siempre de simpatizantes que esperaban en el Caf¨¦ Gij¨®n una palabra suya como si en la ruptura del silencio estuviera la salud de la vida. Despu¨¦s de seis meses de espera infructuosa, por fin dio la sensaci¨®n de que el maestro iba a romper a hablar. Todos le cercaron, prestos a escucharle, hasta que Atahualpa dijo:
-El que la hace, la paga.
Es muy com¨²n que las largas esperas den de s¨ª jaculatorias banales.
jcruz@elpais.es
![Ilustraci¨®n de MATT](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/2TVXUGNZDPMQMTB52MRPU7FJYA.jpg?auth=ca80bf0a5337353fccf4f6b9fa5306d0b07c907d17c3be7d7248919c7f20ca19&width=414)
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