La batalla por la esperanza
Desde la llegada del presidente Barack Obama a la Casa Blanca, ha habido un innegable acercamiento entre Europa y Estados Unidos. Ahora bien, ?es posible que, en el m¨¢s profundo y fundamental nivel de las emociones y los valores, la distancia entre las dos riberas del Atl¨¢ntico haya aumentado en realidad?
Hoy hay mucha m¨¢s esperanza colectiva y mucho m¨¢s miedo individual en Estados Unidos como consecuencia de la crisis econ¨®mica mundial, pero lo opuesto es aplicable a Europa. Aqu¨ª vemos menos esperanza colectiva y menos miedo individual. La raz¨®n para ese contraste es sencilla: Estados Unidos tiene a Obama y Europa tiene el Estado de bienestar.
?Qu¨¦ se puede hacer para fomentar una "americanizaci¨®n" de Europa desde el punto de vista pol¨ªtico y una "europeizaci¨®n" de Estados Unidos desde el punto de vista social? Los americanos, consolados por un presidente que encarna una vuelta a la esperanza, que inspira y tranquiliza a un tiempo, est¨¢n empezando a creer que lo peor de la crisis econ¨®mica ya ha pasado.
Ante la crisis, EE UU tiene optimismo y desigualdad; Europa, pesimismo y Estado de bienestar
Lo que a comienzos de esta primavera era tan s¨®lo un "atisbo de esperanza", por usar la expresi¨®n de Obama, ha pasado a ser una tendencia m¨¢s seria y positiva. Los americanos, animados colectivamente por una combinaci¨®n de optimismo natural y nacionalismo profundo, han hecho suyo el lema de la campa?a del presidente: "S¨ª, podemos".
En cambio, cuando se examinan con ojos europeos las situaciones personales de muchos americanos concretos, el individualismo extremo que constituye un ingrediente fundamental del optimismo americano se plasma en un inaceptable esc¨¢ndalo social. "Se est¨¢n creando ciudades enteras de tiendas de campa?a con las v¨ªctimas de la crisis econ¨®mica", se le¨ªa hace poco en la primera plana de un peri¨®dico americano de gran circulaci¨®n. Los periodistas cuentan historias tr¨¢gicas de americanos de clase media que han perdido su empleo y su casa y carecen de protecci¨®n social alguna.
?Qui¨¦n pagar¨¢ tu costoso tratamiento contra el c¨¢ncer, si pierdes la p¨®liza de seguro de enfermedad que iba unida a tu empleo? No es correcto suponer, como hacen algunos partidarios del libre mercado a ultranza, que la falta de protecci¨®n social te fortalece. La ambici¨®n de un pa¨ªs y una sociedad nacidos de los principios de la Ilustraci¨®n no puede ser crear un pueblo armado hasta los dientes con pistolas y, sin embargo, totalmente desarmado ante la enfermedad.
Adem¨¢s, en una sociedad que "vive para trabajar", en la que el puesto de trabajo propio es un componente fundamental de la identidad propia, la p¨¦rdida del trabajo es m¨¢s desestabilizadora que en una cultura en la que se "trabaja para vivir", como en Europa. La perspectiva de los americanos ante la jubilaci¨®n es muy reveladora: le tienen miedo. ?Qu¨¦ har¨¢n?
Esa perspectiva no est¨¢ simplemente arraigada en la econom¨ªa, aun cuando hoy una gran proporci¨®n de americanos mayores corran de regreso al mercado de trabajo, tras hundirse sus planes de pensiones privados como consecuencia de la contracci¨®n econ¨®mica. La separaci¨®n geogr¨¢fica de las familias, debida al tama?o de Estados Unidos y a la movilidad de los americanos, hace que la asociaci¨®n entre la jubilaci¨®n y el hecho de ser abuelo resulte menos viable en EE UU que en Europa.
Entretanto, en Europa hay -resulta innegable- menos esperanza colectiva y probablemente un poco menos de miedo individual. Tal vez por ser m¨¢s antiguas y m¨¢s c¨ªnicas, las sociedades europeas parecen complacerse en una "hosquedad colectiva" de la que les cuesta salir.
El nivel sin precedentes de abstenci¨®n en las recientes elecciones al Parlamento Europeo es una prueba m¨¢s de ese cinismo y alienaci¨®n en aumento. Naturalmente, no es posible ni deseable "clonar" a Obama en cada uno de los Estados miembros de la Uni¨®n Europea. Sin embargo, ?qu¨¦ hace falta para reducir el d¨¦ficit de esperanza que aflige a la Europa de hoy?
La respuesta no resulta evidente. Europa padece una escasez de dirigentes que puedan hablar en su nombre y una escasez de ambici¨®n (al fin y al cabo, ?cu¨¢l es la ambici¨®n colectiva de los europeos, ahora que se ve a la UE m¨¢s como parte del problema que de la soluci¨®n?). Pero, por encima de todo, Europa padece un d¨¦ficit de identidad, pues nadie parece saber qu¨¦ significa ser europeo en la actualidad. En cambio, Estados Unidos tiene una abundancia de todo aquello de lo que carece Europa.
Formulado as¨ª, el problema europeo parece incluso m¨¢s tremendo que el americano. No obstante, no est¨¢ claro precisamente que a Estados Unidos le resulte m¨¢s f¨¢cil reformar su sistema de salud y de seguridad social y, con ello, aliviar los temores individuales de sus ciudadanos que a Europa inspirar en sus ciudadanos un sentido de esperanza colectiva.
En realidad, Europa y Estados Unidos deber¨ªan representar una fuente de inspiraci¨®n mutua que redujera las consecuencias humanas de la desigualdad en el lado americano y restableciese un sentido de esperanza en el Viejo Continente.
? Project Syndicate, 2009.
Traducido por Carlos Manzano.
Dominique Moisi es profesor visitante de Administraci¨®n P¨²blica en Harvard.
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