Si no hay pique, no hay bajada
En El Hierro, los bailarines pelean cada cuatro a?os por acompa?ar a la Virgen de los Reyes
Es excepcional. Como el paisaje que la contempla, el trayecto que recorre, las luces que la acompa?an; la emoci¨®n, los piques, los rebumbios que configuran su esencia; el tiempo que la marca, la energ¨ªa que desata. Excepcional como la isla que la alimenta.
La bajada de la Virgen de los Reyes se celebra en El Hierro cada cuatro a?os. Ser¨¢ el pr¨®ximo s¨¢bado 4 de julio. Desde entonces y hasta la subida, el 1 de agosto (algunos la consideran m¨¢s aut¨¦ntica), la imagen de la patrona herre?a recorrer¨¢ municipios y pagos, y visitar¨¢ a devotos que han llegado desde cualquier punto del globo para rendirle tributo. Lo vienen haciendo desde que en 1741 pronunciaran un solemne voto en agradecimiento por su intercesi¨®n, que libr¨® de una sequ¨ªa a la isla, la segunda m¨¢s peque?a (278 kil¨®metros cuadrados) y menos poblada (10.700 habitantes) de Canarias.
El a?o pasado
La romer¨ªa sale al amanecer de la ermita de Nuestra Se?ora de los Reyes, en La Dehesa, donde permanece habitualmente la imagen. Se palpa la emoci¨®n, con la noche a¨²n cubriendo el blanco santuario. Ha llegado el momento. Han esperado cuatro a?os; en El Hierro cuando dicen "el a?o pasado", est¨¢n diciendo en realidad, "la bajada anterior".
Entre la ermita, a poniente, de donde parten con las primeras luces -las gentes de Sabinosa ostentan ese privilegio- ,y Valverde, a naciente, adonde llegan ya anochecido, hay unos cuarenta kil¨®metros. Pero no son cuarenta kil¨®metros cualquiera: atraviesan la cumbre y el lomo ¨¢spero y hermoso de la isla. "Por ver a la Madre amada / no siento la caminada". El paisaje conjuga el mar y la bruma, la lava volc¨¢nica y los pinos, la soledad m¨¢s absoluta con la cita m¨¢s multitudinaria (se esperan 9.500 personas), el calor abrasador con la humedad que requiere un abrigo, los vivas a la Se?ora y las lobas de composici¨®n popular.
El trayecto est¨¢ dividido en imaginarias rayas y cada raya pertenece a un municipio o pago. La isla, hasta hace poco, ten¨ªa s¨®lo dos municipios: Valverde y La Frontera; en 2007, El Pinar logr¨® la ansiada independencia. Las bien trabadas comunidades -existe un arraigado sentido de pertenencia, que se agudiza en la fiesta- se hacen cargo de las andas del sill¨®n de viaje de la Virgen, a la que acompa?an sus santos respectivos as¨ª como, incansables, los tocadores de pito y tambor (enormes bombos, en realidad) y los bailarines de cada lugar (San Andr¨¦s, Sabinosa, El Pinar, Norte...) con sus ch¨¢caras. Hay ocho o diez bailes: redondos, tajaraste, juyonas... La contradanza sirve para descansar. A veces, un toque de m¨¢s, unos metros de remoloneo en la transmisi¨®n... y ya est¨¢ formado el rebumbio. Los antiguos lo ten¨ªan claro: "Si no hay pique, no hay bajada".
En la cruz de los Reyes, a mitad de la jornada, se para a almorzar: papas arrugadas, mojo, quesadillas, pescado salado, conejo en salmorejo, gofio, vino herre?o...
Tras el descanso, se incorpora mucha m¨¢s gente y es imprescindible que los mayordomos y pastores abran paso a la Virgen. Al anochecer, felices y agotados, llegan a la iglesia de la Concepci¨®n, su destino en la capital.
El 12 de julio, todos los bailarines de la isla, con una presencia cada vez mayor de mujeres, se re¨²nen en Valverde en la Fiesta Real, para acompa?ar a la patrona en su procesi¨®n. Luego comienza un sinn¨²mero de actos para festejar esta emotiva cita, que tardar¨¢ cuatro a?os en repetirse.
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