Justicia popular
La pregunta se plantea as¨ª: ?es conveniente que un jurado juzgue las muertes de Mari Luz Cort¨¦s y Marta del Castillo? Y el defensor de una de las implicadas en el crimen de Sevilla responde oblicua y razonablemente con otra cuesti¨®n: "?C¨®mo vas a encontrar a nueve ciudadanos que no est¨¦n contaminados por todo lo que se ha dicho y escrito sobre el caso?"
Se trata de dos sucesos terribles. Han llenado la prensa, la televisi¨®n, la radio, Internet y los tel¨¦fonos m¨®viles, porque la cr¨®nica negra ha sido siempre un entretenimiento brutal, tradicional y popular, y antiguamente los ciegos recitaban por las ferias y plazas p¨²blicas el relato en verso de los cr¨ªmenes m¨¢s espeluznantes. Ahora los presuntos autores son vistos por televisi¨®n y, desde la primera vez que aparecen en pantalla, merecen la consideraci¨®n de asesinos monstruosos, condenados autom¨¢tica e inapelablemente por la opini¨®n callejera. Nadie puede poner en duda la representaci¨®n de los hechos que ofrece el espect¨¢culo televisivo, a no ser que quiera ser acusado de simpat¨ªa hacia el crimen. Por radio y televisi¨®n todo el mundo habla inmediatamente como si hubiera manejado, verificado y valorado todas las pruebas, una a una, y dispusiera de una visi¨®n exacta de lo ocurrido en la oscuridad criminal.
Con apasionada fidelidad al espect¨¢culo del mal los medios de comunicaci¨®n privados y p¨²blicos deciden qui¨¦nes son los asesinos antes de que ning¨²n juez dicte sentencia. El procedimiento funciona de un modo bastante l¨®gico: a la noticia del crimen siguen ordenadamente la indignaci¨®n popular, el aumento de la expectaci¨®n period¨ªstica, la urgencia policiaca de presentar un culpable, y por fin la exposici¨®n a la luz del supuesto asesino, que inmediatamente recibe la condena un¨¢nime de una opini¨®n escandalizada y avalada con emoci¨®n por los l¨ªderes recaudadores de votos. La Ley del Tribunal del Jurado establece el derecho y deber de los ciudadanos a participar directamente en la funci¨®n constitucional de juzgar. Pero ?hace falta todav¨ªa el jurado? ?No basta con intervenir desde el hogar y el tel¨¦fono m¨®vil en la justicia vocinglera televisivo-radiof¨®nica?
Antes de pronunciarse sobre la culpabilidad o inculpabilidad, los miembros del jurado tendr¨ªan que examinar las pruebas existentes contra los acusados de la muerte de Mari Luz Cort¨¦s y de Marta del Castillo. ?Hay alguien en Huelva y Sevilla que pueda sentirse independiente de la cadena de opiniones condenatorias que circulan desde hace meses, aun cuando no se conozcan exactamente los hechos, las pruebas, el grado de participaci¨®n de los implicados en el delito, las posibles circunstancias eximentes, agravantes o atenuantes de la responsabilidad criminal? ?Hay alguien que, tal como exige la ley, pueda jurar o prometer ante el magistrado-presidente del tribunal desempe?ar la funci¨®n de jurado "con imparcialidad, sin odio ni afecto", estudiando la acusaci¨®n, valorando las pruebas, y resolviendo en consecuencia si son o no culpables los acusados de los delitos sometidos a juicio?
Ser¨¢ dif¨ªcil encontrar a alguien as¨ª, porque hemos llegado a un punto en el que resultar¨ªa sospechoso de impiedad c¨®mplice un ciudadano que no expresara un odio fulminante hacia los hoy supuestos asesinos y tuviera la sangre fr¨ªa de pedir pruebas, no s¨®lo confesiones, y no diera por indiscutible que los acusados son monstruos merecedores de lo peor. As¨ª que la ocasi¨®n es propicia para volver a discutir la utilidad del jurado popular. Y entonces se plantea una nueva pregunta: ?no est¨¢n los jueces de carrera sometidos a las mismas limitaciones y presiones que los posibles miembros de un jurado? Habr¨ªa de ser muy temerario el juez que absolviera por falta de pruebas un caso ya resuelto por el tribunal popular-televisivo. Seg¨²n lo visto durante estos meses, yo creo que un juez incluso estar¨ªa m¨¢s sometido a presi¨®n que un miembro del jurado popular.
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