La ruta de los embargos
Como la crisis hab¨ªa metido la cuchara en su cuenta del banco y se le hab¨ªa comido todos los ahorros, Juan Urbano no ten¨ªa presupuesto para irse de vacaciones, como tanta gente, porque todas las playas del pa¨ªs estaban a m¨¢s euros de distancia de los que ¨¦l pod¨ªa so?ar, de modo que su plan era hacer turismo en su ciudad, Madrid, que con el calor que hace es como querer bailar El lago de los cisnes mientras te pegan con una pala en los dedos de los pies.
Adem¨¢s, ¨¦l ya era una persona que se mov¨ªa mucho por la ciudad el resto del a?o, y ni la Casa de Campo, por donde va a correr todos los fines de semana, ni el parque del Oeste, que es el lugar de sus paseos diarios siempre que no llueve, ni las salas del Museo del Prado o el Reina Sof¨ªa tienen secretos para ¨¦l. Y el estadio Santiago Bernab¨¦u est¨¢ cerrado. ?Qu¨¦ hacer? Podr¨ªa llamar a alg¨²n pariente con piscina y sin nada de lo que hablar, desde luego, pero eso le har¨ªa sentirse como quien va a resguardarse del bochorno a la secci¨®n de congelados. Y entonces se le ocurri¨®.
En Madrid, la distancia entre las palabras cementerio y cemento es cada vez m¨¢s corta
En los pisos embargados ve¨ªa vidas paradas, proyectos a los que les han quitado las llaves
Hab¨ªa visto hac¨ªa poco la noticia de que una cosa llamada C¨ªrculo Financiero Internacional hab¨ªa tenido la brillante idea de poner un autob¨²s que hac¨ªa lo que hab¨ªan decidido llamar "ruta de los embargos", que es un viaje de turismo inmobiliario en el que los pasajeros buscan ofertas, ven casas cuyo precio en algunos casos est¨¢ rebajado, seg¨²n dicen los promotores, hasta un setenta por ciento. Con su c¨¢mara de fotos al hombro y una calculadora en la mano, los interesados recorren la ciudad y avistan algunos de los seiscientos inmuebles que dicen tener en su lista los organizadores de este safari urbano, que no se sabe bien si pretenden pescar por libre en el r¨ªo revuelto de la econom¨ªa o trabajan para alguno de los bancos que, a estas alturas, empiezan a estar desesperados porque los pisos no les caben en las cajas fuertes y porque, sin duda, mientras las hipotecas con que ataban a los dem¨¢s empiezan a enred¨¢rseles a ellos mismos en las piernas, deben de sentirse como un cazador que ha metido el pie en su propia trampa.
Algunas entidades, como Caja Madrid, a trav¨¦s de su divisi¨®n inmobiliaria, Cismisa, y el Santander, ya venden y subastan propiedades por su cuenta, rebajadas alrededor de un cuarenta por ciento del precio que alcanzaban hace no muchos meses.
Tienen trabajo, porque en Madrid se calcula que en estos momentos hay unos sesenta mil pisos sin vender, la morosidad se ha triplicado en un a?o y la distancia entre las palabras "cementerio" y "cemento" es cada vez m¨¢s corta. Y mucho m¨¢s real que la que hasta hace no demasiado quer¨ªan hacernos ver que exist¨ªa entre usura y seguridad.
Juan Urbano, porque no ten¨ªa nada mejor que hacer y porque le gustar¨ªa cambiarse a una casa en la que le cupieran los libros, que ahora est¨¢n por todas partes y lo tienen todo invadido hasta el punto de que algunos se han buscado un hueco en el botiqu¨ªn del cuarto de ba?o y otros encima de la nevera, decidi¨® subirse al chollob¨²s, como ya lo han bautizado sus usuarios, y ver qu¨¦ pasaba. La cosa no le pareci¨® para tanto, porque los pisos eran un timo tan descomunal hasta hace poco, que incluso estando a mitad de precio siguen valiendo el doble de lo que puede pagar una persona normal. As¨ª nos ha hecho vivir esta gente.
Adem¨¢s, a Juan Urbano le produc¨ªa una gran tristeza esa historia de los embargados, que tal y como ahora se vende parecen ser los malos de la historia, los que no cumplen con aquello que hab¨ªan firmado previamente. ?l lo ve justo al rev¨¦s y cree que esas personas fueron antes las v¨ªctimas de la ambici¨®n desmesurada de los bancos y ahora lo son de la incapacidad de los pol¨ªticos para tomar las riendas de la crisis y hacer lo que nunca hacen porque jam¨¢s tienen dudas a la hora de elegir entre ideolog¨ªa y negocio, que es regular los precios, impedir la voracidad de los constructores y las entidades financieras, y construir vivienda p¨²blica suficiente. Lo que ¨¦l ve¨ªa en los pisos embargados eran vidas paradas, proyectos a los que les han quitado las llaves. Y en lugar de todo esto, en lugar de los pisos, ?no pod¨ªan los bancos rebajar las hipotecas un cincuenta por ciento? Igual as¨ª algunos podr¨ªan seguir pag¨¢ndolas. Es la econom¨ªa, est¨²pidos.
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