El campe¨®n que no colecciona portadas
Contador repasa sin alardes la prensa durante su viaje de regreso desde Par¨ªs
Ni las turbulencias del despegue sobre los cielos grises de Par¨ªs logran que Alberto Contador, tercera fila a la derecha del pasillo, Macarena, su chica, al lado, retire los ojos del papel. Contador lee el peri¨®dico, lee sus haza?as, con la misma intensidad y concentraci¨®n con la que ataca volando las cimas de los Alpes, con la que cierra los dientes y se ata los machos para lograr derrotar por fin a Cancellara en una contrarreloj llana. "No s¨¦, no me acaba de convencer esto de Conquistador", dice refiri¨¦ndose a la portada de L'?quipe, que, juego de palabras, introduce la s¨ªlaba quis entre con y tador para aclamar al espa?ol fotografiado en el podio de los Campos El¨ªseos.
Se le apunta que, m¨¢s juego de palabras, su apellido da para mucho: en vez de a?adir s¨ªlabas, se le borra la central, ta, y queda c¨®ndor. Y, s¨ª, eso le gusta m¨¢s al chico de Pinto, que ha ganado dos Tours, pero que a¨²n no cuenta con un apodo reconocido. Tambi¨¦n le gusta la foto de la portada de EL PA?S, la mirada de soslayo, casi envidia, de Lance Armstrong, a la copa del Tour, el grial que sostiene Contador, de amarillo, en sus manos.
A la cena final del Astana, en Par¨ªs, Armstrong, antes de irse a beber buen vino con Eddy Merckx -dos d¨ªas seguidos de juerga: la noche anterior, confes¨®, bebi¨® m¨¢s de la cuenta en Avi?¨®n animado por su festival de teatro-, se present¨® en camiseta, pantal¨®n de ch¨¢ndal, gorra y zapatillas, pese a que los jefes hab¨ªan pedido a todos que se pusieran el traje. Otro gesto, el ¨²ltimo, de desd¨¦n al campe¨®n que Contador observ¨® con su indiferencia habitual. Contador habla de Armstrong como quien habla de un ni?o mimado que quiere ser el centro de atenci¨®n y que maltrata a quien no le hace la rosca, un personaje secundario en sus preocupaciones. Tampoco se preocupa de guardar los peri¨®dicos, de coleccionar portadas, y hasta rechaza llevarse la del Wall Street Journal, la biblia del periodismo econ¨®mico, que hace un hueco en su primera al podio: "No se puede guardar tanto papel".
Su madre, Paquita Velasco, vestida de rojo fuego, pelo rojo intenso, espera a su hijo ante el carrusel de recogida de equipajes de la terminal 2 de Barajas, donde un carrito es un tesoro y una espera inferior a la media hora por la maleta un milagro. Antes de aterrizar, Contador se ha cambiado la camiseta roja con la que ha volado por una camisa de rayas finas y as¨ª, con el cuello abierto, se deja abrazar por Paquita, a quien da el ramo amarillo del podio parisiense. "Estas flores aguantan a¨²n unos d¨ªas en agua", dice Paquita con voz y ojo de experta del segundo ramo de triunfador que cae en sus manos y lucir¨¢ en Pinto. "Estoy orgullos¨ªsima del chaval. No tanto por haber ganado como por c¨®mo lo ha hecho, solo contra todos. A este chico no se le puede as¨ª como as¨ª". Su padre, Paco, m¨¢s callado, observa al margen con mirada emocionada. "La mujer sabe expresar mejor el amor por su hijo", explica.
Protegido por media docena de guardia civiles y polic¨ªas desde el pasillo del avi¨®n hasta la salida, Contador, entre aclamaciones y c¨¢nticos de docenas de paisanos que, meg¨¢fono en boca, le jalean, abandona el aeropuerto. "Menudo d¨ªa de jaleo nos espera", explica su hermano y agente, Fran; "pero el jaleo mayor ser¨¢ resolver el futuro. El Astana, sin Armstrong ni Johan Bruyneel [su director actual], no es lo que m¨¢s nos gustar¨ªa, pero todav¨ªa le queda un a?o de contrato. Por ahora, es lo ¨²nico que hay".
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