10 muertos en Vic, la mitad ni?os
El 'comando' que perpetr¨® la matanza cay¨® al d¨ªa siguiente
El atentado de ETA en la casa cuartel de la Guardia Civil de Vic, a 60 kil¨®metros de Barcelona, el 29 de mayo de 1991, fue el ¨²ltimo y m¨¢s mort¨ªfero del comando Barcelona. Sucedi¨® a las siete de la tarde, cuando un coche bomba cargado con 70 kilos de amonal fue lanzado por la rampa de acceso al patio trasero del cuartel y asesin¨® a nueve personas, cinco menores. Una d¨¦cima persona muri¨® atropellada por un veh¨ªculo de rescate. Hubo decenas de heridos, la mayor¨ªa ni?os. Del inmueble, situado en el paseo de la Generalitat, s¨®lo qued¨® la fachada. La onda expansiva da?¨® los edificios pr¨®ximos. La ciudad se par¨®.
Veinticuatro horas despu¨¦s de la masacre, murieron tiroteados en una operaci¨®n de la Guardia Civil los principales activistas del comando, Joan Carles Monteagudo y F¨¦lix Erezuma, y se arrest¨® a un tercer etarra, Juan Jos¨¦ Zubieta. La aportaci¨®n de pistas por parte de los ciudadanos de Vic fue determinante para desarticular al grupo.
Aquel d¨ªa cambi¨® la vida de muchas personas, como la del matrimonio formado por Joaquim Berrocal y M. ?ngels Rib¨®, de Vic. En el atentado muri¨® la hermana de ella, N¨²ria, de 22 a?os, y su marido, el guardia civil Joan Chincoa, de 29. S¨®lo se salv¨® su hija, un beb¨¦ de dos a?os. La mayor parte de los guardias cubr¨ªan una competici¨®n deportiva en el momento de la explosi¨®n, de ah¨ª que en el cuartel hubiera sobre todo mujeres y ni?os.
Berrocal y su suegro se encontraban muy cerca del cuartel cuando se produjo la masacre. "Intentamos entrar por delante, pero la escalera ya no exist¨ªa. Entonces, decidimos entrar por detr¨¢s, por el patio. Camin¨¦ entre los escombros hasta llegar donde viv¨ªan mis cu?ados. La gente me dec¨ªa que saliera de all¨ª pero me pareci¨® escuchar el llanto de un beb¨¦ y, debajo de un armario cubierto de despojos, encontr¨¦ a la ni?a, sin un rasgu?o", cuenta Berrocal. "El alivio se mezcl¨® con la tr¨¢gica certeza de que mis cu?ados hab¨ªan muerto".
Mientras, una avalancha de heridos eran trasladados al Hospital General de Vic (HGV) y a la cl¨ªnica La Alian?a, donde los vecinos acudieron en masa a donar sangre. En aquella ¨¦poca, Rafael Toribio, actual subdirector del HGV, era m¨¦dico asistencial. Recuerda la respuesta de los profesionales, los que estaban trabajando y los que llegaron de forma voluntaria para ayudar. Tambi¨¦n c¨®mo se habilit¨® un espacio para atender tanto a los heridos como a sus familiares.
En el cuartel de Vic viv¨ªan 14 guardias, sus esposas y 22 ni?os. Dos agentes murieron tras la explosi¨®n. "Sientes mucha rabia e impotencia", explica un agente de 50 a?os, uno de los pocos que vivi¨® el ataque y sigue en activo. "Tras el atentado, muchos compa?eros se trasladaron a otras unidades o dejaron de trabajar, y unos pocos nos quedamos en la ciudad".
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