CUATRO
Dec¨ªamos que el pez saltaba como un desesperado, asfixi¨¢ndose, supuse yo. Ser¨ªan las cuatro o las cinco de la madrugada, no s¨¦, y ah¨ª est¨¢bamos el animal y yo, ¨¦l agonizando y yo observando su agon¨ªa desde aquella estatura asesina de ocho o nueve a?os. Por donde pasaba, dejaba un peque?o rastro de agua, unas huellas, las huellas del crimen. Y golpeaba el parqu¨¦ con furia produciendo un toc-toc que a m¨ª me parec¨ªa que acabar¨ªa despertando a mis viejos. Entonces, me aguant¨¦ la respiraci¨®n para agonizar con ¨¦l, ya ves t¨² qu¨¦ gesto de solidaridad tan gilipollas, y pas¨® una eternidad y volv¨ª a coger aire y el pez continuaba agit¨¢ndose con la misma desesperaci¨®n, y me pareci¨® escuchar un ruido procedente del dormitorio de mis viejos, y met¨ª al animal corriendo en la pecera, y apagu¨¦ la luz, y corr¨ª a mi cuarto, y me met¨ª en el sobre, y me hice el dormido, y al poco sent¨ª entrar a alguien, a mi vieja, que se acerc¨® y me toc¨® la frente, y se inclin¨® para besarme, y luego hizo algo que no vi (quiz¨¢ me vigilaba en silencio para ver si estaba dormido de verdad), y por fin se march¨® cerrando la puerta.
Fue una experiencia acojonante, mi primer trato directo con la muerte, con la crueldad
Fue una experiencia acojonante, mi primer trato directo con la muerte, con la crueldad, con la barbarie, que dir¨ªa mi viejo (le vuelve loco esta palabra, barbarie). El caso es que se estableci¨® entre el pez y yo una complicidad extra?a, la del verdugo con la v¨ªctima, qu¨¦ otra. Durante los siguientes d¨ªas le cambi¨¦ el agua a menudo, para compensar, y le di de comer a las horas y en las cantidades que dec¨ªan las instrucciones, porque hab¨ªa venido con instrucciones, f¨ªjate. Pero el bicho continuaba cagando y un d¨ªa, por la tarde, al volver del cole, estaba yo comi¨¦ndome mis chokocrispis delante de la tele, y se puso a cagar, y vi aquella mierda colgando de su vientre y se me quitaron las ganas, y vomit¨¦, y esa misma noche volv¨ª a levantarme, y volv¨ª a sacarlo de la pecera, y volv¨ª a dejarlo sobre la mesa, y me fui corriendo a la cama, y me dorm¨ª, y al d¨ªa siguiente el pez estaba muerto sobre el parqu¨¦, y al verlo me puse a llorar, y mi vieja me consol¨®, y me prometi¨® que me comprar¨ªa otro. Ma?ana m¨¢s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.