Un lugar devorado por las hormigas
Los habitantes de Estremera quieren recuperar viejas leyendas del pueblo
No se sabe si llegaron por la ma?ana o por la noche, pero las hormigas devoraron en pocos d¨ªas todas las casas de la aldea. Cuando vieron que solamente quedaban en pie los muros de la iglesia, los habitantes de Annos cogieron sus b¨¢rtulos y echaron a andar hasta la rica vega del Tajo. All¨ª se encontraron con los fugitivos de Casasola y Santiago de Vilillas, antiguos pueblos guerreros que tambi¨¦n buscaban un futuro m¨¢s pr¨®spero. Juntos crearon Estremera.
?sta es una de las leyendas que se manejan sobre la formaci¨®n del pueblo. Salvo algunos detalles, no se aleja de la versi¨®n hist¨®ricamente documentada, que dice que, cuando en 1006 los cristianos conquistaron Toledo, los habitantes de los municipios que serv¨ªan de contenci¨®n a la expansi¨®n musulmana se reagruparon en n¨²cleos m¨¢s grandes.
Ahora Estremera es un pueblo peque?o con las persianas echadas en las horas de calor y por el que pasean hablando lenguas del Este los hijos de emigrantes. Las casas est¨¢n encaladas y no levantan m¨¢s de dos pisos. Las de nueva construcci¨®n tampoco se alejan de este patr¨®n.
El municipio tiene en la actualidad 1.516 habitantes, pr¨¢cticamente los mismos que hab¨ªa en el siglo XVI, cuando presum¨ªa de ser uno de los m¨¢s poblados de la regi¨®n. Luego lleg¨® una red de caminos m¨¢s moderna que lo dej¨® arrinconado, a 62 kil¨®metros por carretera de Madrid, y convertido en la localidad m¨¢s oriental de la Comunidad. Llegan a ¨¦l siete autobuses al d¨ªa, que salen desde la ronda de Atocha de Madrid.
En el autob¨²s casi todos se conocen. Los estremere?os se sientan en la parte delantera y conversan animadamente la hora y media de trayecto. Pocas personas desentonan en el paisaje del autocar. Primero, alguien que se apea a cinco kil¨®metros del pueblo en la prisi¨®n Madrid VII, la m¨¢s moderna de la Comunidad, con 1.000 reclusos y fuente de un profundo enfrentamiento entre quienes la miran con hast¨ªo y los que, como el alcalde, Jos¨¦ Carlos Villalvilla (PP), anunciaron cuando se inaugur¨® en 2008 que ser¨ªa "puntal del desarrollo" del municipio. Despu¨¦s, s¨®lo una chica vestida de vampiro que se gast¨® todo el suelto en las tragaperras de la estaci¨®n. Llegar¨¢ al pueblo y a los 10 minutos estar¨¢ esperando el bus de regreso, escuchando death metal en su iPod bajo un sol de 40¡ã grados. Mientras, el pueblo sigue silencioso. Hay quien intenta sacarle alguna palabra. Por ejemplo Julio Montejano, prejubilado de Telef¨®nica y fundador de La Tercia, una asociaci¨®n cultural que sue?a con una revoluci¨®n muy tranquila. "Ya poca gente sale a charlar a la fresca", se lamenta.
El nombre de la asociaci¨®n sale de un rinc¨®n de la plaza mayor en el que brilla la Casa de la Tercia, un caser¨®n, antigua propiedad de la Orden de Santiago, donde se repart¨ªan los diezmos. Es la actual Sala Galaxia, discoteca que tiene empapelado el pueblo anunciando la inminente fiesta de la espuma. Que no se enteren en la Orden de Santiago.
La Galaxia y otros pubs que se llenan los fines de semana con j¨®venes que bajan de las urbanizaciones cercanas demuestran que el pueblo sigue vivo, aunque algunas de sus majestuosas casas solariegas se est¨¦n hundiendo ante la incapacidad de algunos de sus herederos para mantenerlas.
A los historiadores amateurs de La Tercia no les gusta verlo. Son 11 aficionados a los archivos y bibliotecas nacionales. "Yo empec¨¦ estudiando la Orden de Santiago", se presenta Julio. Han recuperado relatos como el de las hormigas o el de la dote de Zaida: ¨¦rase una vez un pueblo que se convirti¨® en la dote de una princesa musulmana a un rey de Castilla. ?Qu¨¦ hay de real en ¨¦l? Poco, como en la mayor¨ªa de las leyendas que la asociaci¨®n reuni¨® en su proyecto estrella: una representaci¨®n teatral de historias aut¨®ctonas. El plan era repetirla cada a?o el ¨²ltimo s¨¢bado de julio, pero este segundo ya se han visto sin fondos. Al final de la primera y ¨²nica funci¨®n hasta la fecha, baj¨® a la calle la princesa de ?boli, sin avergonzarse del parche de su ojo y dispuesta a aclararles a los vecinos lo que hab¨ªa de verdad y de mentira en los rumores que colocaban el pueblo como refugio en sus escapadas galantes.
Mantener la memoria no es f¨¢cil, y menos sin dinero. Montejano y los suyos andan ahora con otro de sus proyectos contra el olvido. Est¨¢n grabando a cada vecino en un minuto de v¨ªdeo. Unos cantan, otros cuentan un chiste o hablan, pero que todos persistan.
Desde los miradores en los l¨ªmites del pueblo se puede ver el cereal y la aceituna parcheando los campos desdibujados por el calor. Entre las c¨¢scaras de pipas arrojadas en el mirador que da al cementerio pulula un grupo de hormigas exploradoras. Siguen un rastro. Peligro.
Apuntes de viaje
- Estremera se encuentra a 62 kil¨®metros de Madrid. Para llegar hay que utilizar la l¨ªnea 351 de autob¨²s, que sale de la ronda de Atocha y tarda una hora y media.
- El pueblo tiene 1.516 habitantes. El r¨ªo Tajo pasa
a tres kil¨®metros.
- La iglesia cuenta con un ¨®rgano de Pedro Liborna, organista de Felipe II.
- Mantiene los t¨²neles y la v¨ªa del tren de los 40 d¨ªas, una l¨ªnea f¨¦rrea utilizada por los republicanos durante el cerco de Madrid.
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