Trofeos a la contra
Se pod¨ªa haber vivido una tarde de triunfos importantes. Los dos mejores toros de la corrida se fueron con las orejas al desolladero y, sin embargo, se cortaron dos trofeos, merecidos, con toros deslucidos. En los dos primeros episodios se pod¨ªa haber gestado una corrida grande. Toros que ped¨ªan mando, que exig¨ªan ser sometidos, pero ese bast¨®n de mando es un bien escaso hoy en el escalaf¨®n.
Juan Bautista dispuso de un astado de Mois¨¦s Fraile que transmit¨ªa mucho y el torero de Arles no acab¨® de redondear una faena que siempre pareci¨® incompleta. Le falt¨® apretar para hacerse con el toro. La muestra fue una buena serie al natural en la que acab¨® desarmado.
A Talavante le toc¨® el otro premio de la corrida, pero el pacense sale a hacer su toreo sin mirar la condici¨®n de su enemigo. Nunca lleg¨® a someter al animal y hubo muletazos de calidad que debieron pertenecer a una faena mucho m¨¢s redonda. En el quinto lo volvi¨® a dejar patente. Estatuarios, ayudados por alto y trincherazos para empezar la faena al manso quinto, que ped¨ªa ser sometido antes de comenzar el trasteo fundamental. Y cuando ya ten¨ªa a la res metida con m¨¦rito en la muleta la sac¨® del tercio para estrellarse con la mansedumbre en los medios. Es un torero que sorprende, pero no siempre para bien, como en el quite a su primero, en el que con el capote a la espalda cambi¨® al toro para dejarlo topar en el enga?o. Indiscutible valor, pero suerte de novillero deseoso en lugar de matador contrastado.
Los dos buenos primeros toros no tuvieron continuaci¨®n y llegaron los toros menos aprovechables, casi todos feos de presentaci¨®n, grandotes y con muy poca armon¨ªa. Entonces comenzaron los trofeos. Juan Bautista hizo buena su fama de torero Guadiana y a su deslucido cuarto, que comenz¨® derrumb¨¢ndose, supo someterlo y meterle en la muleta con una t¨¦cnica, lo que le vali¨® para pasear una oreja despu¨¦s de una buena estocada. El premio debe animar a un diestro que se muestra capaz de apuntar grandes cosas, pero a quien su aparente frialdad no le ayuda a romper.
A Daniel Luque no le toc¨® en suerte ning¨²n enemigo colaborador, pero se gan¨® una oreja y dej¨® un gran sello en su presentaci¨®n en Vitoria. Siempre por encima de sus enemigos, se vali¨® de su firmeza para obligar a su deslucido primero y acab¨® por derrotar al peligroso sexto. El joven diestro de Gerena est¨¢ con los dientes apretados y no quiere dejarse una plaza en blanco. Se halla en un momento dulce, pero deja demasiados detalles sueltos con la confianza de que podr¨¢ resolverles en el tercio final. El desorden en la lidia o los malos puyazos que recibieron sus dos reses siempre restar¨¢n para el juego en la muleta. Con todo, si no se hubiera dilatado tanto la muerte del sexto quiz¨¢s habr¨ªa tenido m¨¢s resonancia la meritoria labor en el que cerr¨® plaza.
Fue una tarde con dos orejas que sirve para refrendar una de las verdades del toreo. Siempre se ha dicho que el toro bueno es capaz de descubrir los defectos de los espadas, mientras que con el poco lucido el oficio permite salir airoso del trance.
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