Juan Ram¨®n Ibarretxe, m¨¦dico y comentarista taurino
Dej¨® un hueco en la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao. Ayer, el burladero de los periodistas radiof¨®nicos, el que est¨¢ junto a la puerta de toriles, se qued¨® vac¨ªo. El doctor Ibarretxe, la voz de los toros de Radio Bilbao, de la SER, se call¨® para siempre en medio de la Aste Nagusia que ¨¦l siempre disfrutaba desde su desmedida afici¨®n al mundo taurino.
Juan Ram¨®n Ibarretxe Ibarra (Bilbao, 61 a?os) falleci¨® de forma repentina a mediod¨ªa de ayer. Hab¨ªa cumplido con su ritual de acudir con tiempo al apartado de la corrida de El Ventorrillo, hab¨ªa dejado sus opiniones, sus previsiones para la tarde, que apuntaba siempre en un papel para luego cambiar impresiones con el resto de periodistas radiof¨®nicos.
Doctor especialista en medicina general, atend¨ªa en su consulta a muchos bilba¨ªnos y, fuera de ella, era un experto consejero de quienes siempre sufr¨ªan un imprevisto dolor, sobre todo en la Aste Nagusia.
Su pasi¨®n por los toros le llev¨® a la presidencia del Club Taurino de Bilbao. Bajo su mandato, dio un fuerte impulso a la reedici¨®n del festival ben¨¦fico que pocos a?os antes se hab¨ªa recuperado. Los tiempos eran dif¨ªciles para ese espect¨¢culo, pero supo encandilar a los rectores de Vista Alegre para que tuviese continuidad. Siempre mostraba su cari?o por un festival que durante unos a?os estuvo en el olvido.
Sacrific¨® mucho tiempo por analizar el arte de C¨²chares. Empez¨® con unas tertulias en Radio Nervi¨®n antes de convertirse en el hombre de Bilbao en el programa Los toros de Manolo Mol¨¦s en la SER. Alejado de los actos p¨²blicos, evitaba participar en coloquios. Prefer¨ªa las conversaciones personales y siempre quer¨ªa tener un hueco para su esposa y sus dos hijas.
Miembro del jurado del tradicional Premio Faustino al torero m¨¢s completo del ciclo bilba¨ªno, Ibarretxe ejerci¨® de nexo de uni¨®n de los cr¨ªticos locales para formar el tribunal e impulsar este importante premio. Y es que ten¨ªa facilidad para congeniar con la gente. Su apariencia de despistado le confer¨ªa un gesto agradable, que le obligaba a saludar cada d¨ªa a cada trabajador de la plaza.
Fue un aficionado bilba¨ªno, de los cl¨¢sicos, de los que habla del toro antes de nada. Por ello, logr¨® con insistencia hacer un an¨¢lisis del sorteo todas las ma?anas de la feria. Por la tarde, ocupaba el primer asiento del burladero de radios en el callej¨®n, donde a veces le incomodaba la ci¨¢tica, pero nadie cuando cruz¨® el patio de cuadrillas pasadas las doce del mediod¨ªa pod¨ªa pensar que no estar¨ªa en la corrida de la tarde.
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