Conejos en el jard¨ªn de las Hesp¨¦rides
Las ruinas de Lixus, al noroeste de Marruecos, un solitario escenario natural cargado de mitolog¨ªa
En las ruinas de Lixus no hay sombra de sus famosas manzanas de oro, las que confer¨ªan la inmortalidad. Uno encuentra si acaso un higo chumbo, o ve conejos que, con total desconsideraci¨®n y sin llevar un reloj de bolsillo en la mano, hacen sus madrigueras debajo de donde se supone que se alzaba el jard¨ªn de las Hesp¨¦rides. De pronto un cern¨ªcalo rojizo se cierne, como es su deber, antes de abatirse contra un rat¨®n no lejos de las termas romanas y la realidad se agradece como nunca.
En el siglo VIII antes de Cristo los fenicios fundaron una colonia en Lixus, y les siguieron los cartagineses, los mauritanos del rey Juba II y por fin los romanos. Pero antes de todas esas oleadas, Lixus fue elegida especialmente por los mitos. En Lixus debi¨® haber un altar en recuerdo de la victoria de Heracles contra Anteo, el hijo de Poseid¨®n, dios del mar, y de Gaia, diosa de la tierra, que ah¨ª ten¨ªa su palacio. El sitio era inmejorable, donde las ninfas del ocaso cuidaban del jard¨ªn terrenal que daba manzanas del conocimiento no b¨ªblico, de cuando no hab¨ªa historia ni culpa. Ni vejez o muerte. El pen¨²ltimo trabajo de H¨¦rcules consisti¨® en llevarse las manzanas de oro para lo que tuvo que derrotar a Lad¨®n, el drag¨®n que ten¨ªa cien cabezas y cada una de ellas hablaba una lengua diferente.
Lixus se enclava en Xemmix, un territorio que forma una especie de pen¨ªnsula a cuatro kil¨®metros al norte de Larache. El r¨ªo Lucus pasa frente a las ruinas trazando potentes anillos de boa con sus aguas lentas y verdosas. Lixus siempre ha disfrutado de una posici¨®n privilegiada entre el r¨ªo y el oc¨¦ano. Est¨¢ junto al paso de los atunes y la sal a¨²n se explota por evaporaci¨®n en las salinas junto al complejo arqueol¨®gico. Hasta hace pocos a?os, los la¨²des, barcas con velas latinas, faenaban con ¨¦xito en el bajo Lucus, donde se mezclan las aguas dulces y saladas.
En el a?o 40 de nuestra era, siendo Claudio el C¨¦sar de Roma, se fund¨® una colonia de la Mauritania Tingitania que se mantuvo activa durante casi cuatro siglos. Los romanos no s¨®lo despiezaban los atunes para hacer salazones en Lixus: iban al anfiteatro y rogaban a dioses de largas barbas y pelo alborotado, como el Neptuno que ahora se expone en el Museo de Tetu¨¢n. M¨¢s antiguamente en Lixus se adoraba a Melkart, el dios fenicio equivalente a H¨¦rcules, el que propiciaba para sus fieles copiosas almadrabas de atunes, los cerdos del mar.
Desde el altozano que corona las ruinas, la vista es amena y llena de serenidad, como reclamando un caballete y la mano de un David Roberts. Los colores son pastel, y la calima suaviza a Larache y al r¨ªo Lucus que escinde con un ¨²ltimo coletazo la ciudad y su playa. Fue un abra de piratas, aunque hoy todo parece fluir bajo el signo de la templanza, entre las brisas marinas y los sobrios campos del s¨¢hel: la cabila del litoral donde plantan cacahuetes y melones y descorchan los alcornoques.
La f¨®rmula del 'garum'
Aparte de H¨¦rcules lo que m¨¢s fama dio a Lixus en todo tiempo fue su factor¨ªa pesquera, por sus salazones y sobre todo por el garum, la salsa que alegraba los platos de la antig¨¹edad. Se distinguen perfectamente aljibes y cisternas que usaban los romanos en su trasiego de aguas para limpiar y macerar los pescados. Seg¨²n el arque¨®logo franc¨¦s Michel Ponsic, el garum era, adem¨¢s de un condimento, un producto de belleza y una medicina, pese a elaborarse con intestinos, sangre, h¨ªgados de pescado, aromatiz¨¢ndolo acaso con hierbas. La verdadera f¨®rmula a¨²n se busca.
Mukhtar, el anciano gu¨ªa de Lixus, ha conocido a Ponsic y otros investigadores. Sigue, ya con cachaba, los pasos de su padre que trabaj¨® en las ruinas en 1947, cuando Miguel Tarradell, director del Servicio de Arqueolog¨ªa del Protectorado, realiz¨® las primeras excavaciones estratigr¨¢ficas. Antes, en 1923, C¨¦sar Montalb¨¢n hizo catas y excav¨® la bas¨ªlica romana erigida sobre un templo fenicio. Pese al tiempo transcurrido ni un 20% de Lixus ha salido a la luz. A diferencia de Volubilis, Lixus se ha mantenido al margen de las visitas masivas, como un regalo para los que buscan el silencio de las ovejas, el planeo de los cern¨ªcalos, o la evocaci¨®n suculenta del jard¨ªn donde las ninfas del ocaso guardaban unas frutas que elev¨® a gran altura el poeta Yeats en La canci¨®n de Aengus, el vagabundo: "Y cosechar¨¦ hasta el final del tiempo / las plateadas manzanas de la luna / y las doradas manzanas del sol". Ray Bradbury puso ese ¨²ltimo verso de Yeats para titular otros jardines, los del espacio exterior.
El musulm¨¢n Mukhtar no tiene afici¨®n por los dioses mitol¨®gicos, que para ¨¦l son m¨¢s bien dimonios. Se apunta a la idea de que las manzanas de oro fuesen mandarinas, algo tangible y suculento en Larache. Pero, ?y si eran ovejas? Ovejas lustrosas, fecundas y bellas am¨¦n de doradas: despu¨¦s de todo la palabra griega mela significa manzanas y ovejas. Plinio el Viejo cuenta la historia natural del mundo, pero sin creerse todo, y menos "las grandes mentiras que dijeron los griegos sobre los jardines, incluso sobre el r¨ªo Lucus ante el que se ha construido la ciudad de Larah... diciendo que es mayor que la gran Cartago". Seg¨²n Plinio el Viejo, que era un romano casi racionalista, los griegos confundieron los meandros del r¨ªo Lucus con los anillos de una gran sierpe o un drag¨®n, y por eso Cornelius Nepos se pas¨® en su narraci¨®n: "Ha redactado demasiado ligeramente sobre la palabra de otros".
El m¨¢s atendible Estrab¨®n dio cuenta del comercio floreciente de Lixus, ciudad donde bien pudo haber tocado el cartagin¨¦s Hann¨®n en su fabuloso periplo desde el Mediterr¨¢neo hasta el pa¨ªs de las monas, en el ?frica ecuatorial. Lo cierto es que a partir del siglo V, Lixus fue abandonada por el emplazamiento de Larache, y muchas de las piedras antiguas acabaron en la construcci¨®n de la casba.
Anguilas y angulas
En tiempos del protectorado espa?ol circulaba por Larache un tipo llamado El Mutad, que era el due?o del r¨ªo, o de las barcas que cruzaban el estuario, y que se paseaba bajo una sombrilla verde. Hoy, entre las aguas dulces y salobres del Lucus se pesca una buena cantidad de anguilas y angulas, estas ¨²ltimas monopolizadas por un pescador de Larache apodado El Tuerto. No hay tanta ganga. Una raci¨®n de angulas en la Casa de Espa?a de Larache no baja de los 40 euros.
Antiguamente en el r¨ªo Lucus hab¨ªa madi, almad¨ªas de juncos (con proas parecidas a las de los caballitos de totora del Titicaca). Mukhtar dice que cuando ¨¦l era ni?o regaba el cipr¨¦s que se alza solitario sobre las ruinas romanas. Cerca han nacido otros dos cipreses de las semillas del primero. Mukhtar siente a?oranza por los tiempos en que hac¨ªan sus campa?as el espa?ol Tarradell y el franc¨¦s Ponsic: "Trabaj¨¢bamos duro, pero cuando encontr¨¢bamos un mosaico, o una escultura, nos daban dinero para comprar unos carneros y hac¨ªamos una fiesta. Luego, otra vez al tajo, pero contentos". Como H¨¦rcules an¨®nimos, de esos que nunca se hacen ricos ni famosos.
? Luis Pancorbo es autor de Avatares. Viajes por la India de los dioses (Miraguano, 2008).
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Lixus es un antiguo asentamiento costero situado a unos tres kil¨®metros al norte de la ciudad de Larache. Est¨¢ en el noroeste de Marruecos, en la orilla derecha del estuario del r¨ªo Lucus, a poco m¨¢s de 85 kil¨®metros de T¨¢nger (a una hora en coche). Para visitar las ruinas no hay que pagar entrada y siempre hay alg¨²n gu¨ªa (normalmente un vecino que conoce la historia) dispuesto a mostrar los restos arqueol¨®gicos y explicar sus or¨ªgenes a cambio de una propina.
? Easyjet (www.easyjet.com) vuela desde Madrid a T¨¢nger a partir de 52 euros, ida y vuelta, con todo incluido.
? Iberia (www.iberia.com; 902 40 05 00) tiene ofertas para volar a T¨¢nger desde Madrid o Barcelona a partir de 70 euros, ida y vuelta, precio final.
Informaci¨®n
? Oficina nacional de turismo de Marruecos (www.visitmorocco.com). La web oficial ofrece informaci¨®n en castellano sobre el pa¨ªs.
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