"Me hab¨¦is salvado la vida"
45 adictos se curan en el ¨²nico centro de Espa?a que s¨®lo trata a cocain¨®manos
"Me hab¨¦is salvado la vida", dice alguien de repente. Todas las miradas se fijan en un hombre de treinta y muchos a?os, bien vestido, pendiente en la oreja izquierda, que se sienta en la segunda fila. "Cuando llam¨¦ a la Agencia ten¨ªa una pistola en la mano. Estaba desesperado. La se?orita que me atendi¨® estuvo 15 minutos hablando conmigo. Me dijo que fuera fuerte y me convenci¨® para venir aqu¨ª. No s¨¦ qui¨¦n era, pero le doy las gracias. Me salv¨®". Silencio. Su confidencia, en una sala llena de gente, deja pasmados a pol¨ªticos y periodistas que visitan el Centro de Atenci¨®n Integral al Cocain¨®mano (CAIC), el ¨²nico en Espa?a especializado exclusivamente en tratar la adicci¨®n a la coca¨ªna.
Sus compa?eros, en cambio, no parecen sorprendidos. Cada uno tiene una historia detr¨¢s. Y ninguna es alegre. Son 20 en esta sala. S¨®lo hay dos mujeres. La psic¨®loga, Bel¨¦n, est¨¢ en plena sesi¨®n de "revisi¨®n de incidencias del fin de semana". Se trata de que cada uno cuente las tentaciones a las que ha tenido que enfrentarse, por peque?as que sean. Luego, el trabajo consiste en prevenir las reca¨ªdas, ense?ar a luchar contra lo que los expertos, a falta de una palabra mejor en castellano, llaman craving. Ansia, traduce el diccionario. Por este centro han pasado ya 1.400 pacientes desde que se inaugur¨®, en 2001. Con un 80% de ¨¦xito, seg¨²n su coordinador, Diego Urgel¨¦s. La estancia media supera los tres meses. Los dos primeros transcurren en aislamiento total. Despu¨¦s llega la hora de la verdad. La terapia sigue, pero hay que salir a la calle y mirar cara a cara a la segunda droga m¨¢s consumida en Espa?a, seg¨²n los datos del Plan Nacional de Drogas.La coca¨ªna es una droga social. En muchos casos, un espejo del ¨¦xito. La acompa?ante del triunfador. Divertida y, seg¨²n la creencia popular, controlable. Se consume en fiestas, con los amigos, con los compa?eros de trabajo... Por eso cuesta tanto dejarla. Por eso, dice uno de los pacientes del CAIC, lo mejor es "ni probarla". De ah¨ª que los internos pasen dos meses aislados de todo y de todos cuando empiezan el tratamiento. Para ellos, la cuarta planta de la cl¨ªnica Nuestra Se?ora de la Paz, con sus espartanas habitaciones individuales, se convierte en su casa. Los 25 internos se re¨²nen, como cada ma?ana, en la sala com¨²n. Hay terapia. Son gente joven. La mayor¨ªa, menores de 40. Con un aspecto de lo m¨¢s normal. Podr¨ªan ser el oficinista de la mesa de al lado, el dependiente de la tienda. Nada que ver con la imagen t¨®pica de los drogadictos. A diferencia de los consumidores de hero¨ªna, la coca¨ªna no deteriora. Apenas deja huellas externas.
Se levantan a las ocho de la ma?ana. Tras el aseo y el desayuno les esperan tres horas de terapia. En grupo o individual. Tambi¨¦n hacen terapia ocupacional. Actividades manuales (mimbre, papel mach¨¦, pintura) para trabajar su motivaci¨®n. "Al cocain¨®mano no le apetece hacer nada que no sea consumir coca¨ªna. Por eso es tan importante reactivar su motivaci¨®n con tareas que ofrecen una recompensa inmediata", explica Urgel¨¦s. Se come a la una y media. Un rato de descanso y vuelta a la terapia. Hasta siete sesiones al d¨ªa, con las salas siempre ocupadas.
Los pacientes aprenden a controlar el estr¨¦s, a mejorar su autoestima y su autocontrol, a prevenir las reca¨ªdas... Tambi¨¦n ven pel¨ªculas y las comentan. Se ba?an en la piscina de la cl¨ªnica. Al principio se les medica para superar la desintoxicaci¨®n y la abstinencia. No duermen bien. Un 65%, adem¨¢s, son alcoh¨®licos.
"En los ¨²ltimos a?os no hab¨ªa estado m¨¢s de cinco d¨ªas sin consumir", explica el hombre que se ha atrevido a contar en qu¨¦ estado lleg¨® al centro. Pongamos que se llama Antonio. Cuenta que ganaba mucho dinero. Que se lo puli¨® en poco tiempo. Se separ¨®, su mujer se qued¨® con la custodia de su hijo, perdi¨® la segunda casa que ten¨ªa. Se meti¨® a traficante para pagarse el consumo. "Me despertaba, consum¨ªa, dorm¨ªa. Esa era mi vida diaria. Y no era vida". Lleg¨® a meterse, dice, 10 o 12 gramos de coca¨ªna al d¨ªa. Y otros tantos orfidales para poder conciliar el sue?o.
El CAIC, un centro privado financiado por la Comunidad de Madrid, es un centro especial. S¨®lo llegan a ¨¦l los pacientes "graves", explica Urgel¨¦s. Los que han seguido tratamiento ambulatorio y no han conseguido desengancharse o los que, por su entorno o porque padecen una enfermedad mental asociada, lo tienen muy dif¨ªcil.
El perfil del usuario es un hombre (89%), soltero (54%), de 33 a?os, que vive con sus padres (57%) y con estudios b¨¢sicos (74%). "Lo que vemos es un perfil de persona normal. En realidad, ya no hay perfil, como pasaba con la hero¨ªna. La coca¨ªna es ubicua. Un gramo cuesta 50 euros; es casi m¨¢s barato que salir de copas. Al estar por todas partes, cualquiera puede ser un adicto".
El 80% de los pacientes acaba el tratamiento, pero eso no quiere decir que su recuperaci¨®n acabe ah¨ª. "Un 30% son tan graves que tienen que continuar de otra manera, en un piso para gente con patolog¨ªa dual, una residencia especial para mujeres embarazadas...". La tasa de reingreso, es decir, de pacientes que vuelven al centro, es del 10%. Un buen porcentaje, opina Urgel¨¦s. "Se debe a que s¨®lo tratamos a cocain¨®manos. La mayor¨ªa de centros se dise?aron para la gran epidemia de hero¨ªna de los ochenta. Pero a un cocain¨®mano no le puedes decir que se vaya seis meses a una granja en el campo. Porque tiene familia, hijos, trabajo".
Antonio est¨¢ en su ¨²ltimo mes y contin¨²a la terapia en el centro de d¨ªa. Explica que desde que dej¨® "la cuarta planta" se nota m¨¢s inseguro. "Tengo mucho miedo a salir". Pero lo va a intentar. Se va a mudar a otra ciudad para evitar tentaciones. Quiere "empezar de cero".
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