Una sospecha luminosa
Hacia la d¨¦cada de los ochenta, la novela espa?ola hace suyo el gusto por la narratividad. Se recuperan los argumentos y las tramas sin el deber de la experimentaci¨®n. Al agotamiento de los saltos sin red de la forma novel¨ªstica le sucede el placer de los relatos. En este contexto, hay una novela del escritor Luis Mateo D¨ªez (1982), Las estaciones provinciales, que introduce cierta atm¨®sfera detectivesca. No porque se trate de una novela de g¨¦nero, sino por el empe?o moral que impregna el comportamiento indagatorio de su protagonista en aras de una verdad pol¨ªtica y social de la Espa?a contempor¨¢nea. Una d¨¦cada m¨¢s tarde, el escritor leon¨¦s vuelve a una parecida atm¨®sfera en El expediente del n¨¢ufrago. ?sta s¨ª enfatiza m¨¢s que la anterior un esquema de novela negra, aunque por supuesto estas dos y La fuente de la edad, componen una trilog¨ªa en la que importa infinitamente m¨¢s su caudal aleg¨®rico y esa suerte de itinerario cervantino que m¨¢s o menos expl¨ªcitamente siempre aflora en la obra de D¨ªez. Si hago referencia a estas caracter¨ªsticas, a estas reminiscencias tangencialmente policiacas, es porque en su nueva novela, El animal piadoso, Luis Mateo D¨ªez configura el asunto de la misma alrededor de un grave hecho delictivo. La novela, desde la perspectiva de su trama, se articula sobre una sospecha. O sobre la Sospecha. Desde la perspectiva de su n¨²cleo moral, de su verdad intransferible y rec¨®ndita, la novela es una luminosa introducci¨®n al arte de la misericordia.
El animal piadoso
Luis Mateo D¨ªez
Galaxia Gtenberg/C¨ªrculo de Lectores
Madrid, 2009
349 p¨¢ginas. 18,50 euros
Es ley que uno no puede dar detalles cuando se trata de rese?ar una novela donde hay un culpable que desvelar. D¨ªez regresa a Celama, su comarca fantasmag¨®rica. Nos movemos entre sus ciudades, Armenta y Ordal, con el perfume de los lugares transitados. El comisario Samuel Mol ya est¨¢ jubilado y accede a volver, a t¨ªtulo personal, al escenario de un crimen que ¨¦l mismo investig¨® hace catorce a?os y que no pudo resolver. Un flamante matrimonio, formado por Beda Covalo y Melandro, apareci¨® un d¨ªa asesinado a tiros. El hecho de que el autor de El fulgor de la pobreza sit¨²e la acci¨®n (o la inacci¨®n, que tambi¨¦n) en Celama es perfectamente coherente con la convivencia entre vivos y muertos (o sus fantasmas). Un polic¨ªa muerto ya hace tiempo auxilia a Samuel Mol a encaminar sus intuiciones. El fantasma de un amante consuela la existencia de una mujer que no se resigna a su ausencia ("morir¨¦ en sus brazos"). As¨ª estamos en el coraz¨®n del coraz¨®n de Celama. Samuel Mol, en la b¨²squeda tenaz del culpable o culpables del atroz crimen pasado, expone la estructura profunda de su compulsi¨®n a la piedad. Hecha de penas ajenas y de dolores familiares apenas en sordina.
Leyendo esta novela, me vino a la memoria la forma de caminar del se?or Hire, el protagonista de La prometida del se?or Hire, la trist¨ªsima novela de Simenon. El se?or Hire dando esos saltitos casi rid¨ªculos, mientras camina hacia su perdici¨®n. Y me vino a la memoria pasajes del inspector Jules Maigret. No s¨¦ por qu¨¦ los asocio al comisario de Luis Mateo D¨ªez. De Samuel Mol tambi¨¦n se podr¨ªa decir lo mismo que de Maigret: que cuando ¨¦ste descubre un culpable, su gesto nunca nos parece el de satisfacci¨®n; antes al contrario, como si con ello todos perdi¨¦ramos algo del g¨¦nero humano. En un momento de El animal piadoso alguien califica a Mol como un "alma imprecisa". El comisario Mol, entre los vivos y los muertos, entre los culpables y los inocentes, llenando con esa forma de su alma los espacios insondables de la realidad quebradiza (para decirlo con palabras de Jos¨¦ Mar¨ªa Merino), pidiendo misericordia y sabiendo que tambi¨¦n la necesita para sobrevivir con dignidad.
No quiero terminar mi rese?a sin hacer una alusi¨®n a un tipo particular de inventiva en la obra de Luis Mateo D¨ªez. Me refiero a su inventiva estil¨ªstica: "Poner luz en la oscuridad", dijo alguna vez. D¨ªez, como a su manera tambi¨¦n Javier Mar¨ªas, desde tradiciones distintas, est¨¢n empe?ados en no reincidir en el lugar com¨²n, en el t¨®pico sint¨¢ctico. Luis Mateo D¨ªez, junto a sus mundos de ficci¨®n, inventa una lengua literaria. En las descripciones y en los di¨¢logos, D¨ªez elude esa patolog¨ªa del estilo que Clar¨ªn llamaba casi con ira "la obra muerta del lenguaje".
![El escritor Luis Mateo D¨ªez (Villablino, Le¨®n, 1942), en su casa madrile?a, en 2008.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6NDKRYJSIBJ6NNDJWD3SHBTYHE.jpg?auth=1dde93dd1b87c795607305ef47e336bf37b403933544f49d7d80a576a09b63c9&width=414)
Inocentes y culpables
El Comisario de El animal piadoso lleva mal su obligaci¨®n profesional. "El oficio de la sospecha est¨¢ lleno de miseria", nos dice. Y tambi¨¦n: "La sospecha es un oficio ruin pero irremediable". No creo que Luis Mateo D¨ªez ponga en labios de su h¨¦roe una frase tan sintom¨¢tica s¨®lo porque quien la pronuncia es un polic¨ªa. Mol es un merodeador del Mal. Como Maigret, lo percibe a las primeras de cambio. Pero su enunciaci¨®n de la sospecha me hace pensar que D¨ªez la impregna casi de una carga metaf¨ªsica. En un libro esencial para entender el oficio de escribir, Confianza o sospecha, el ensayista norteamericano Gabriel Josipovici nos recuerda un ensayo prof¨¦tico de Nathalie Sarraute titulado La era de la sospecha. En el p¨®rtico de su libro, Josipovici transcribe un fragmento de Kafka: "Todo mi cuerpo me alerta contra cada palabra, cada palabra mira a todas partes antes de permitirme que la escriba". Y luego remata el dibujo de la Sospecha con una frase de Theodor Adorno: "Nada hay que sea inofensivo. Hasta el ¨¢rbol que florece miente en el instante en que se percibe su florecer sin la sombra del espanto". Samuel Mol se enfrenta no s¨®lo ante el sospechoso, sino ante la misma Sospecha. La tarea dolorosa del que necesita perdonar (y que tambi¨¦n lo perdonen) o convencerse de que no hay culpables absolutos.
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