Barcelona, tenemos un problema
Los habitantes de las alcantarillas de La Rambla no suelen cruzar la Diagonal. Con cada cual en su lugar parece resultar m¨¢s aceptable la miseria. Pero como todas las grandes ciudades, Barcelona tiene prostituci¨®n. La ha tenido siempre y el barrio chino nunca ha sido una congregaci¨®n mariana. Siempre ha habido prostitutas, proxenetas, tr¨¢fico de drogas, robos, trapicheos y pisos insalubres. Mucha miseria, que ha producido buena literatura y muchos inconvenientes y poco glamour a los que conviven con ella.
Im¨¢genes como las que publicaba este peri¨®dico el martes de prostitutas trabajando en los arcos de la Boqueria y la plaza de la Gardunya se podr¨ªan captar en otras ciudades pretendidamente ricas y civilizadas.
Hereu y su equipo languidecen como si les pesaran los a?os de gobierno que han reducido al PSC del 45% al 30% de los votos
?Qu¨¦ es entonces lo que nos escandaliza? Enfrentarnos con la miseria.
Desaparecida la Barcelona de la posguerra y el franquismo, los barceloneses hemos asistido al prodigio de la nueva transformaci¨®n de la ciudad, que con el impulso ol¨ªmpico recuper¨® el litoral, cre¨® nuevos barrios, orden¨® el tr¨¢fico y coloniz¨® la monta?a de Montju?c. Pero de eso hace ya muchos a?os. El ¨¦xito internacional de la ciudad es indiscutible y miles de turistas visitan e impulsan econ¨®micamente una ciudad con imagen de liberal. El paso del Tour, la visita de Batman y el impulso publicitario de Vicky, Cristina, Barcelona son ¨¦xitos de marca, pero no son suficiente para mejorar la vida de los barceloneses, que ven c¨®mo languidece el proyecto pol¨ªtico de los ¨²ltimos 30 a?os.
Para los ciudadanos a los que repugna encontrarse con el negocio del sexo en plena calle no es aceptable que el Ayuntamiento asuma su impotencia sin m¨¢s y que las administraciones se declaren incompetentes traspas¨¢ndose responsabilidades sobre inmigraci¨®n, seguridad ciudadana o decoro p¨²blico.
Sin hipocres¨ªa se debe afrontar la cuesti¨®n y optar entre ilegalizar la prostituci¨®n, considerarla un delito y luchar contra ella como en Suecia o gestionarla como en Alemania u Holanda, donde es legal para las residentes comunitarias. Entenderla como una forma de explotaci¨®n por abolir o como una ocupaci¨®n que debe ser regulada aunque no sea deseable. Algo as¨ª como gestionar los deseos o afrontar la realidad por poco que nos guste. Las multas a los infractores que prev¨¦n las ordenanzas se han demostrado in¨²tiles y pasar la pelota y responsabilizar a Interior no es una opci¨®n aceptable si el PSC pretende conservar el activo pol¨ªtico de gobernar Barcelona.
La ciudad tiene que decidir qu¨¦ quiere ser en el siglo XXI. De momento, la imagen de modernidad ol¨ªmpica va virando hacia el botell¨®n y la juerga para las hordas del low cost. Si en alg¨²n momento hubo hero¨ªna barata, ahora es barato el alcohol y la prostituci¨®n y si no se ataja tambi¨¦n tendremos una ciudad barata. Hace tiempo que a Barcelona le falta modelo y empuje.
La ¨²ltima gran operaci¨®n urban¨ªstica, el F¨®rum, fue un fracaso comunicativo y un ¨¦xito urban¨ªstico a medias. El cambio de La Mina y el F¨®rum ha sido radical, pero queda mucho por hacer m¨¢s all¨¢ de superar que una zona de lujo huela mal y est¨¦ infrautilizado un desierto de cemento.
Tras la operaci¨®n Clos, la audaz idea de hacer ministro a un alcalde con mala imagen y que compromet¨ªa el futuro del PSC en la capital, lleg¨® un alcalde simp¨¢tico, en minor¨ªa, sin pol¨ªtica comunicativa y que no lidera. Hereu y su equipo languidecen como si les pesaran los a?os de gobierno que han hecho pasar al PSC del 45% de los votos de 1999 al 30% de 2007. Seg¨²n las encuestas, los socialistas pierden terreno electoral a pesar de no tener delante a un l¨ªder carism¨¢tico pero s¨ª a un pol¨ªtico serio y que trabaja desde la oposici¨®n, favoreciendo acuerdos como el de la recalificaci¨®n del Miniestadi.
?ste es un ayuntamiento de medidas a medias. Un debate sobre la Diagonal poco vivo, una instalaci¨®n de espacios Wi-Fi de juguete y una gratuidad de los museos los domingos por la tarde, que se replantea poco despu¨¦s de empezar. El PSC tiene un problema serio en Barcelona, que va m¨¢s all¨¢ del gobierno de la principal ciudad de Catalu?a. Tiene mucho que ver con el proyecto pol¨ªtico de izquierdas. Michel Rocard, cuando era primer ministro de Mitterrand hace dos d¨¦cadas, advirti¨® de que Francia no pod¨ªa acoger toda la miseria del mundo. El nuevo siglo reclama urgentemente a la izquierda nuevos planteamientos sobre viejos temas como la seguridad, la inmigraci¨®n y el crecimiento econ¨®mico. La OPA de Sarkozy a los socialistas franceses y la inanidad intelectual de sus respuestas, agravada por las rencillas, deber¨ªa dar que pensar a sus vecinos.
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