La calidad de la clemencia
La reciente liberaci¨®n de Abdel Basset Ali al-Megrahi, la ¨²nica persona condenada por la explosi¨®n del vuelo 103 de Pan Am sobre Lockerbie (Escocia) en 1988, gener¨® indignaci¨®n. Aproximadamente al mismo tiempo, las ?guilas de Filadelfia, un equipo de f¨²tbol americano, le ofrecieron una segunda oportunidad a la ex estrella Michael Vick, que hab¨ªa sido condenado por dirigir una organizaci¨®n de peleas de perros en la que se torturaba y mataba a los animales perdedores. Asimismo, William Calley, que comandaba el pelot¨®n que masacr¨® a cientos de civiles vietnamitas en la aldea de My Lai en 1968, ha roto el silencio y pedido perd¨®n por sus acciones.
?Cu¨¢ndo debemos perdonar o ser clementes con los malhechores? En muchas sociedades los delitos que tienen que ver con la crueldad hacia los animales reciben un trato demasiado indul-gente, pero el castigo de Vick -23 meses de c¨¢rcel- fue sustancial. Adem¨¢s del encarcelamiento, perdi¨® dos a?os de su carrera como jugador y millones de d¨®lares de ingresos. Si Vick nunca volviera a jugar, sufrir¨ªa un castigo mucho mayor al impuesto por el tribunal.
La liberaci¨®n del libio Megrahi plantea el debate de cu¨¢ndo debemos perdonar a los malhechores
?La enfermedad terminal de un preso justifica su liberaci¨®n?
Vick ha expresado su arrepentimiento. Tal vez lo m¨¢s importante es que ha convertido las palabras en hechos y ahora es voluntario en un refugio de animales y trabaja con la Sociedad Humanitaria de Estados Unidos para luchar contra las peleas de perros. Es dif¨ªcil ver qu¨¦ provecho se obtendr¨ªa de impedirle terminar su rehabilitaci¨®n y volver a dedicarse a lo que mejor sabe hacer.
Megrahi fue condenado por el asesinato de 270 personas y sentenciado a cadena perpetua. Apenas hab¨ªa cumplido siete a?os de esa condena cuando el ministro de Justicia escoc¨¦s, Kenny Mac-Askill, lo liber¨® por motivos humanitarios, bas¨¢ndose en un informe m¨¦dico seg¨²n el cual tiene c¨¢ncer terminal y s¨®lo le quedan tres meses de vida. La cuesti¨®n del arrepentimiento no se ha planteado, porque Megrahi nunca ha admitido su culpabilidad, y no retir¨® una apelaci¨®n contra su condena hasta poco antes de su liberaci¨®n.
Se han planteado dudas acerca de si Megrahi realmente est¨¢ a punto de morir. Al parecer, s¨®lo el m¨¦dico de la prisi¨®n estuvo dispuesto a afirmar que no le quedaban m¨¢s de tres meses de vida, mientras que cuatro especialistas se negaron a dar un pron¨®stico. Tambi¨¦n ha habido especulaciones de que la liberaci¨®n de Megrahi estuvo relacionada con negociaciones sobre contratos petroleros entre el Reino Unido y Libia. Por ¨²ltimo, algunas personas ponen en duda que Megrahi realmente haya sido el autor del delito, y esto puede haber jugado un papel en la decisi¨®n de MacAskill (aunque, de ser as¨ª, habr¨ªa sido mejor dejar que los tribunales resolvieran el asunto).
Pero dejemos de lado estascuestiones por el momento. Suponiendo que Megrahi fuera culpable y que se le hubiera puesto en libertad porque le queda poco tiempo de vida, ?acaso la enfermedad terminal de un preso justifica su liberaci¨®n por razones humanitarias?
La respuesta podr¨ªa depender de la naturaleza del delito, la duraci¨®n de la pena y la proporci¨®n de ¨¦sta que quede por cumplirse. En el caso de un carterista que ha cumplido la mitad de una condena de dos a?os, ser¨ªa excesivamente severo insistir en que la pena se cumpliera en su totalidad si eso significara que morir¨ªa en la c¨¢rcel y no con su familia. Sin embargo, liberar a un hombre que cumpli¨® tan s¨®lo siete a?os de una sentencia de cadena perpetua por un asesinato en masa es un asunto muy diferente. Como se?alan los familiares de las v¨ªctimas, en la planificaci¨®n de su delito Megrahi no mostr¨® compasi¨®n. ?Por qu¨¦, preguntan, debemos mostrarle compasi¨®n a ¨¦l?
En una declaraci¨®n que hizo ante el Parlamento escoc¨¦s para defender su decisi¨®n, MacAskill se abstuvo de citar el discurso m¨¢s conocido sobre la clemencia que existe en el idioma ingl¨¦s -el de Porcia en El mercader de Venecia de Shakespeare-, pero las palabras de Porcia se habr¨ªan ajustado a lo esencial de su declaraci¨®n. Porcia reconoce que Shylock no tiene ninguna obligaci¨®n de mostrar clemencia a Antonio, quien ha violado su acuerdo con ¨¦l.
"La calidad de la clemencia no es forzada" -es decir, limitada, u obligatoria- le dice a Shylock, sino algo que cae libremente, como la lluvia. MacAskill reconoci¨® que el propio Megrahi no mostr¨® ninguna compasi¨®n, pero se?ala con raz¨®n que esto por s¨ª solo no es motivo para negarle la clemencia en sus ¨²ltimos d¨ªas. A continuaci¨®n, se refiere a los valores de la humanidad, la compasi¨®n y la misericordia, como "las creencias a las que tratamos de apegarnos", y enmarca su decisi¨®n como fiel a los valores de Escocia.
Podemos estar razonablemente en desacuerdo con la decisi¨®n de MacAskill, pero debemos reconocer que -a menos que haya algo m¨¢s bajo la superficie- estuvo motivado por algunos de los mejores valores que podemos ejercer. Y si creemos que Megrahi no fue lo suficientemente castigado por su delito, ?qu¨¦ pensar entonces del trato que recibi¨® el ex teniente William Calley?
En 1971, Calley fue condenado por el asesinato de "no menos de 22 civiles vietnamitas de edades y sexos indeterminados". Tambi¨¦n fue declarado culpable de atacar con intenci¨®n de asesinar a un ni?o vietnamita. Sin embargo, tres d¨ªas -s¨ª, d¨ªas- despu¨¦s de su condena, el presidente Richard Nixon orden¨® que fuera puesto en libertad y que se le permitiera cumplir su condena en una confortable casa de dos dormitorios. All¨ª vivi¨® con una compa?era y el personal que le ayudaba. Despu¨¦s de tres a?os, fue puesto en libertad incluso de este tipo de arresto.
Calley siempre sostuvo que estaba obedeciendo ¨®rdenes. El capit¨¢n Ernest Medina, su comandante, le orden¨® quemar la aldea y contaminar sus pozos, pero no hay pruebas claras de que la orden incluyera matar a no combatientes -y por supuesto, si esa orden se hubiera dado, no deber¨ªa haberse obedecido. (Medina fue absuelto del cargo de asesinato)-.
Tras d¨¦cadas de negarse a hablar en p¨²blico, Calley, que ahora tiene 66 a?os, dijo recientemente que "no pasa un d¨ªa" sin que sienta remordimiento "por lo ocurrido en My Lai". Me pregunto si los familiares de los asesinados en My Lai est¨¢n m¨¢s dispuestos a perdonar a Calley que los familiares de los muertos en Lockerbie a perdonar a Megrahi.
Peter Singer es profesor de Bio¨¦tica en la Universidad de Princeton y profesor em¨¦rito en la Universidad de Melbourne. Traducci¨®n de Kena Nequiz. ? Project Syndicate, 2009.
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