La justa autocr¨ªtica
A finales de 1989, la revista Time public¨® un art¨ªculo en el que exigi¨® la dimisi¨®n de los polit¨®logos por no haber predicho la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Dos a?os despu¨¦s del inicio de la crisis m¨¢s destructiva desde la Gran Depresi¨®n, ?habr¨ªa que demandar algo parecido de los economistas que no supieron ver lo que se avecinaba?
Comienzan a aparecer en el seno de esa profesi¨®n algunos signos de autocr¨ªtica y humildad. Hace unos d¨ªas (La Vanguardia del 2 de septiembre), el economista jefe de La Caixa, Jordi Gual, presentaba "la grave sospecha que pende sobre la profesi¨®n": la tesis de que la ciencia econ¨®mica habr¨ªa contribuido a la debacle con el desarrollo de teor¨ªas que, o bien ignoraban los factores clave de la econom¨ªa o, lo que es peor, los exclu¨ªan intencionadamente por motivos ideol¨®gicos, para propiciar una determinada agenda pol¨ªtica favorable a la desrregulaci¨®n.
La teor¨ªa econ¨®mica se ha te?ido de ideolog¨ªa y de intereses para convencer de la bondad de la autorregulaci¨®n
El bi¨®grafo de Keynes, Robert Skidelski, coincide con la exposici¨®n anterior y cree que, con excepciones, los economistas adoptan sus posiciones para que se adec¨²en a los estados de situaci¨®n dominantes. "Mayordomos intelectuales", los ha calificado con dureza. En julio, el semanario The Economist titulaba un art¨ªculo "El prestigio de la ciencia l¨²gubre. En qu¨¦ ha fallado la econom¨ªa", y criticaba a los economistas que durante d¨¦cadas defendieron que toda innovaci¨®n financiera era siempre beneficiosa.
Aparece ahora en castellano un libro central para este debate: Animal spirits (Gesti¨®n 2000), del premio Nobel de Econom¨ªa George Akerlof y del economista Robert Shiller, que lo puede ser pronto. Sostienen que los ciudadanos no se dieron cuenta de la tormenta porque se sent¨ªan respaldados por una teor¨ªa econ¨®mica que les convenc¨ªa de que estaban seguros, pero que era incorrecta e injusta (no ten¨ªa en cuenta la equidad). Los economistas cl¨¢sicos consideraban que, en conjunto, las variaciones de los sentimientos, las impresiones y las pasiones individuales carecen de importancia, y que los acontecimientos econ¨®micos est¨¢n dirigidos por factores t¨¦cnicos inexcrutables y siempre racionales. Y no es as¨ª.
Akerlof y Shiller no s¨®lo arremeten contra los neoliberales que nos han conducido a una burbuja del conocimiento, sino tambi¨¦n contra los keynesianos que mutilan los contenidos de la Teor¨ªa general. Keynes no s¨®lo desarroll¨® la idea de la necesidad de la inversi¨®n p¨²blica para estimular la demanda en tiempos de recesi¨®n, sino tambi¨¦n la de los animal spirits: la econom¨ªa no s¨®lo est¨¢ gobernada por actores racionales que, como una mano invisible, desean emprender actividades destinadas a obtener un beneficio mutuo, sino que tambi¨¦n existen otras muchas actividades que est¨¢n gobernadas por instintos animales, ya que los est¨ªmulos que mueven a las personas no siempre son econ¨®micos ni su comportamiento racional. Estos animal spirits son la causa principal de las fluctuaciones de la econom¨ªa. -
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