Testosterona y riesgo financiero
A finales de agosto, algunos medios de comunicaci¨®n se hicieron eco de un art¨ªculo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences. En ¨¦l, se expon¨ªan los resultados de un estudio realizado en una escuela de negocios norteamericana para determinar la funci¨®n de la testosterona en el mercado financiero.
Quienes dirigieron la investigaci¨®n hallaron que los niveles de testosterona elevados juegan un importante papel en la toma de decisiones financieras arriesgadas, lo que correlaciona con el mayor n¨²mero de estudiantes varones matriculados en especialidades de riesgo, tales como inversiones bancarias. Sin embargo, los resultados tambi¨¦n pusieron de manifiesto que aquellas mujeres que, pese a su sexo, ten¨ªan altos niveles de esta hormona masculina eran capaces de aventurarse tanto como los hombres. La conclusi¨®n fue que las diferencias entre hombres y mujeres al disponer acciones financieras arriesgadas es biol¨®gica y no social, y que las discrepancias individuales en la tasa de testosterona pueden afectar a aspectos importantes de la conducta econ¨®mica.
Una experiencia puede ser producto de las hormonas, pero ¨¦stas pueden ser el resultado de la experiencia
Sin poner en duda los resultados -aunque tal vez s¨ª su interpretaci¨®n-, quisiera manifestar la perplejidad que me provoca observar c¨®mo, una vez m¨¢s en la historia de la humanidad, se utiliza el salvoconducto de la "ciencia" para justificar desigualdades entre mujeres y hombres. En nombre de la ciencia, ya se equivocaron, por ejemplo, Darwin, que defend¨ªa la inferioridad ps¨ªquica y f¨ªsica femenina, o los ginec¨®logos victorianos, que consideraban la amenorrea como un da?o irreparable al cerebro causado por ese flujo menstrual no expulsado.
Y, sin embargo, evocando argumentos cient¨ªficos parece que se est¨¢ en posesi¨®n de la verdad: la ciencia no miente o no se equivoca. Excepto, claro, cuando la muestra elegida es insuficiente desde el punto de vista num¨¦rico o cuando no se controlan las variables que pueden estar incidiendo en el experimento, o cuando la conclusi¨®n que se desprende no se relaciona bien con la formulaci¨®n de la hip¨®tesis.
Por otro lado, cabe preguntarse por esas mujeres de niveles testoster¨®nicos casi masculinos. ?Se arriesgan financieramente porque su testosterona es elevada o su testosterona es elevada porque su conducta habitual es competitiva, agresiva y atrevida? Es decir, ?se comportan con un patr¨®n calificado de masculino debido a sus hormonas o sus hormonas se modifican porque esas mujeres, salt¨¢ndose a la torera los estereotipos de g¨¦nero, se comportan "masculinamente"?
Dicho de otro modo, la experiencia puede ser producto de las hormonas, pero las hormonas tambi¨¦n pueden ser el resultado de la experiencia. Est¨¢ demostrado, por ejemplo, que el cortisol, hormona que se segrega en situaciones de estr¨¦s, se reduce s¨®lo con que el individuo estresado modifique su pensamiento respecto a lo que le desazona.
Modelos todav¨ªa m¨¢s patentes de la incidencia de la experiencia sobre la biolog¨ªa aparecen en el libro El sexo de las lagartijas, de Ambrosio Garc¨ªa Leal, que cita unos peces de arrecife que viven en card¨²menes de hembras custodiados por un ¨²nico macho, a cuya muerte es reemplazado por la hembra de mayor tama?o, que, entonces, cambia de sexo.
En cualquier caso, est¨¢ claro que en el mundo financiero se priman la testosterona elevada y los comportamientos considerados t¨ªpicamente masculinos. Todo lo cual y a la vista del desastre econ¨®mico mundial que generaron las suprimes y otras jugadas financieras igual de peligrosas, lleva a pensar que en el futuro -?y ya en el presente!- ser¨ªa preferible reconsiderar los modelos. No digo que se tuviera que medir la testosterona a cualquiera -hombre o mujer- que participase en las ¨¢reas de riesgo financiero de las entidades bancarias, pero s¨ª que deber¨ªan priorizarse comportamientos contrarios a los que hasta el momento se han tenido en cuenta.
Desde ahora y como prevenci¨®n de nuevas crisis, habr¨ªa que dar paso a conductas secularmente menospreciadas por femeninas, como son las filiativas, cautelosas y cooperativas.
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