Se lo presto, se?or alcalde
Estos d¨ªas he pensando en prestar al alcalde mi ¨¢tico ubicado en la esquina m¨¢s famosa de la ciudad: La calle del Hospital esquina con Robador, en pleno coraz¨®n del Raval. Estoy segura de que no dejar¨¢ pasar la oportunidad de vivir en carne propia las vicisitudes del barrio; as¨ª no gastar¨¢ el dinero de los ciudadanos en estudios de pacotilla, escritos por funcionarios y asesores que desde su flatulento sill¨®n intentan comprender la realidad. Pase usted. ?sta es la terraza. Mire hacia abajo. No, se?or alcalde, su ombligo, no. Mire la antigua v¨ªa romana. ?Ya cont¨® cu¨¢ntos indigentes hay? Converse con alguno. ?Le da miedo? Son m¨¢s fiables que los integrantes de CiU, su ¨²nico pecado es ser considerados del PSC (Pura Suciedad Callejera).
Ahora gire para Egipc¨ªaques. Observe aquel grupo del ?frica negra. Vea c¨®mo venden la droga dura. ?Ya vio d¨®nde metieron la mercanc¨ªa? Ahora voltee a la izquierda. ?A la izquierda! ?Qu¨¦ man¨ªa de mirar a la derecha! Ah¨ª vienen los chulos. Distinga c¨®mo recaudan el dinero de las prostitutas. Tienen horarios fijos. Ahora vea a los Mossos, igualitos que la estatua de Col¨®n, siempre apuntando en la direcci¨®n equivocada.
As¨®mese otra vez. Ah¨ª est¨¢n los traficantes del ?frica mediterr¨¢nea. Divididos por etnias y comercios. Cada uno tiene su territorio. Gr¨¢bese sus rostros. Desde hace a?os guardan fidelidad al mismo pedazo de calle, tan empotrados como las g¨¢rgolas del Antic Hospital de la Santa Creu. ?Ya ve que no necesita llamar a la Interpol? Esto no es Ciudad Ju¨¢rez. Vi¨¦ndolo bien, lo tiene f¨¢cil. ?Entonces? ?No puede o no quiere?
Ahora intente dormir. ?No le dejan dormir los turistas escandalosos? ?Cu¨¢les? ?Los ingleses del quinto piso? ?O los italianos del tercero? ?Ya vio lo que sienten decenas de familias que viven en fincas convertidas en hoteles ilegales? Anote en rojo: Reglamentar primero a los hoteleros y despu¨¦s a los puteros. ?Ya quiere regresar a Les Corts? Qu¨¦dese otra nochecita. Deje las ventanas abiertas y escuche los lamentos de la clase trabajadora, la olvidada, la que ha sido traicionada por sus gobernantes. Escuche c¨®mo grita. A ver si puede conciliar el sue?o.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.