Alemania, veinte a?os despu¨¦s
Tras la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, Kohl pact¨® con Gorbachov una r¨¢pida reunificaci¨®n alemana. El oeste absorbi¨® al este. Aquello impuls¨® en todo el mundo el tr¨¢nsito del capitalismo productivo al especulativo
Pocas semanas despu¨¦s de las elecciones generales del 27 de septiembre, se conmemora, seguro que con gran boato, el vig¨¦simo aniversario de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, acontecimiento que en 1990 transform¨® la Rep¨²blica de Bonn en la que se ha dado en llamar Rep¨²blica de Berl¨ªn. ?Qu¨¦ cambios, pol¨ªticos, sociales, culturales, ha tra¨ªdo consigo la nueva Rep¨²blica Federal de Alemania?
Todo el mundo pensaba que, recuperada la democracia en la Alemania Oriental, ambos Estados negociar¨ªan el camino de la unificaci¨®n. A los 20 d¨ªas de la ca¨ªda del Muro, el canciller Kohl present¨® un plan de 10 puntos, en el que, pese a ser muy consciente del riesgo que corr¨ªa en un contexto internacional marcado por la crisis interna de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, daba por descontado que el proceso durar¨ªa varios a?os. La unificaci¨®n llegar¨ªa, pero nadie sab¨ªa c¨®mo ni cu¨¢ndo.
Se renunci¨® a la aspiraci¨®n de dotarse de una Constituci¨®n al recobrar la soberan¨ªa
La privatizaci¨®n de los bienes p¨²blicos de la RDA gener¨® una corrupci¨®n desconocida en el pa¨ªs
Empero, muy pronto se esfum¨® el modelo de unificaci¨®n que se hab¨ªa manejado durante decenios, como si s¨®lo hubiera sido la vana ilusi¨®n de una izquierda que apostaba por una "tercera v¨ªa" que, en una Alemania unida, reuniese lo mejor del capitalismo y del socialismo.
Tres factores cambiaron en pocas semanas la direcci¨®n del proceso. 1.- En cuanto se abri¨® la frontera, se inici¨® un ¨¦xodo hacia occidente -medio mill¨®n de personas hasta las elecciones de marzo de 1990- que, dada la dependencia econ¨®mica de la RDA de un COMECON (1949-1991) a punto de desmoronarse, se supon¨ªa que ir¨ªa en r¨¢pido aumento. 2.- La victoria de la democracia cristiana en las primeras y ¨²nicas elecciones libres de la RDA mostr¨® la voluntad mayoritaria de integrarse lo antes posible y sin condiciones en la Rep¨²blica Federal. 3.- A la renuencia de los aliados europeos a convivir en un futuro pr¨®ximo con una Alemania unida -sobre todo la Francia de Mitterrand y el Reino Unido de Thatcher- hay que a?adir que Estados Unidos apoyaba el proceso ¨²nicamente si Alemania permanec¨ªa en la OTAN y en la Comunidad Europea, dos condiciones a las que la Uni¨®n Sovi¨¦tica siempre se hab¨ªa opuesto.
La unificaci¨®n fue posible en un tiempo r¨¦cord gracias a que Kohl negoci¨® s¨®lo con Gorbachov, llegando a un acuerdo por el que la Uni¨®n Sovi¨¦tica reconoc¨ªa la soberan¨ªa plena de la Alemania unida para mantener las alianzas que considerase oportunas, y Alemania aceptaba las condiciones de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, concernientes a la prohibici¨®n de armas nucleares, biol¨®gicas y qu¨ªmicas, a una reducci¨®n de sus Ej¨¦rcitos a un m¨¢ximo de 370.000 soldados -los de los dos Estados sumaban 530.000-, y a que, adem¨¢s, corriese con los costos que ocasionase la salida de los 400.000 efectivos sovi¨¦ticos de Alemania Oriental.
Desde un primer momento Alemania supo que la unificaci¨®n iba a costar mucho, aunque luego el precio resultase much¨ªsimo m¨¢s alto de lo calculado. La primera consecuencia de la unificaci¨®n fue econ¨®mica. Aunque se ampliase el mercado interno, un enorme gasto p¨²blico ralentiz¨® el crecimiento durante muchos a?os. Lo m¨¢s llamativo es que muy pocos se opusieron por los costos que se preve¨ªan, pero estos explican que la euforia en el oeste fuese mucho menor que en el este. A pesar de la cr¨ªtica aniquiladora del nacionalismo que trajo consigo la derrota en la II Guerra Mundial, el sentimiento de constituir una naci¨®n estaba lo bastante arraigado para que un alt¨ªsimo gasto p¨²blico no fuese un impedimento.
Hay que recalcar que la unificaci¨®n se llev¨® a cabo tratando de reducir a un m¨ªnimo las mudanzas en la vieja Rep¨²blica Federal. Si hubo disposici¨®n a pagar lo que fuese necesario, no la hubo, en cambio, a modificar ni un ¨¢pice las estructuras econ¨®micas, sociales y pol¨ªticas existentes, aunque ello implicase forzar a la antigua RDA a encajar en el modelo occidental. En vez de una negociaci¨®n entre los dos Estados para configurar uno nuevo, se recurri¨® al art¨ªculo 23 de la Ley Fundamental de Bonn que permit¨ªa anexionar cada uno de los cinco Estados Federados en los que la rep¨²blica unitaria del este se hab¨ªa autodisuelto.
Se renunciaba con ello a la que hab¨ªa sido la m¨¢s tra¨ªda y llevada aspiraci¨®n del pueblo alem¨¢n: recobrada la soberan¨ªa, darse por fin una Constituci¨®n. A la Ley Fundamental vigente no se la considera tal porque en su elaboraci¨®n no participaron representantes de todo el pueblo alem¨¢n, ni los aliados occidentales permitieron que fuese ratificada en refer¨¦ndum. La Constituci¨®n alemana de facto carece de legitimidad en el sentido m¨¢s estricto, pero soportar esta deficiencia era imprescindible para garantizar que nada cambiase.
A¨²n as¨ª, en estos ¨²ltimos veinte a?os los cambios ocurridos han sido muchos y significativos. Entre los de mayor alcance, hay que mencionar la cat¨¢strofe demogr¨¢fica de los nuevos Estados federados. La r¨¢pida unificaci¨®n no evit¨® que la poblaci¨®n menor de 50 a?os, mejor preparada, siguiese emigrando. A pesar de las cantidades ingentes gastadas en modernizar las infraestructuras, la emigraci¨®n y una reducci¨®n a la mitad del que ya era el ¨ªndice de natalidad m¨¢s bajo del mundo han supuesto dos decenios m¨¢s tarde una p¨¦rdida de 2 millones de habitantes de los 16 millones que ten¨ªa la RDA. El hundimiento forzado de la econom¨ªa oriental ha vaciado algunas ciudades hasta el punto de que hubo que poner en marcha un programa para sufragar parte de los costos de demolici¨®n de m¨¢s de un mill¨®n de viviendas desocupadas. Una disminuci¨®n tan dr¨¢stica de la poblaci¨®n no ha impedido, sin embargo, que los nuevos Estados den las cifras m¨¢s altas de desempleo y poblaci¨®n jubilada.
La unificaci¨®n por la v¨ªa r¨¢pida empez¨® por cambiar un marco oriental supervalorado para alegr¨ªa inmediata de la poblaci¨®n del este que ve¨ªa salvados sus peque?os ahorros, pero con la consecuencia querida de desmantelar de un plumazo toda la econom¨ªa de la antigua RDA. En un primer momento una buena parte de la poblaci¨®n se qued¨® sin puesto de trabajo, pero la "econom¨ªa de mercado" pronto los ir¨ªa creando. Empero, enormes inversiones p¨²blicas no han podido hacer realidad las promesas y falsas expectativas de entonces. Ello porque los nuevos Estados han tenido que competir en un mundo globalizado con la Alemania Occidental, cuya capacidad productiva bastaba, y sigue bastando, para abastecer a todo el pa¨ªs, y estar adem¨¢s entre los primeros exportadores del mundo.
El 17 de junio de 1990, todav¨ªa en la RDA, se cre¨® una instituci¨®n estatal (Treuhandanstalt) encargada de privatizar las empresas y propiedades estatales que, considerablemente ampliada despu¨¦s de la unificaci¨®n, pas¨® a depender del Ministerio de Hacienda. Las empresas fueron vendidas en su mayor parte a empresas alemanas -se justific¨® diciendo que hab¨ªa que evitar que cayesen en manos japonesas- pero los nuevos propietarios se apresuraron a cerrarlas, para evitar que un d¨ªa pudieran competir con las occidentales, o simplemente para luego vender el suelo o los edificios.
Los muchos procesos de fraude y estafa que han emergido en estos a?os -la punta del iceberg- confirman la que ha sido experiencia universal: la privatizaci¨®n de los bienes p¨²blicos constituye el mayor negocio para los amigos de los gobernantes. Pero cuando lo que est¨¢ en venta es un pa¨ªs entero, la corrupci¨®n sobrepasa con mucho los contactos personales. El entonces embajador de Argentina me dec¨ªa: "Algunos llevamos la fama, pero el latrocinio en la privatizaci¨®n supera con mucho lo que cab¨ªa esperar de una sociedad como la alemana".
La moral p¨²blica y la moral empresarial se amodorran en un proceso de privatizaci¨®n que en el tiempo coincide con la transformaci¨®n del capitalismo productivo en uno especulativo a partir de los 80. Haber contribuido a la desaparici¨®n de los antiguos valores que infundieron un d¨ªa al capitalismo es la consecuencia de la unificaci¨®n de que menos se habla, pero probablemente la de mayor calado.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa en excedencia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.