La tercera oportunidad
Despu¨¦s de Washington y Londres, Pittsburgh. En s¨®lo 10 meses los l¨ªderes de los 20 pa¨ªses m¨¢s significativos del mundo, autoconvocados, tendr¨¢n la tercera oportunidad de convencer de que sus asambleas poseen la voluntad reformista necesaria para embridar la econom¨ªa y que no vuelva a producirse una crisis tan da?ina e injusta como la que estamos viviendo, que se va a traducir en el largo plazo en espectaculares cifras de desempleo y de empobrecimiento de la poblaci¨®n, a causa de los abusos y el descontrol de una buena parte del sistema financiero mundial que dec¨ªa autorregularse.
Para analizar la pr¨®xima cumbre del G-20 lo m¨¢s oportuno es comparar lo prometido con lo cumplido, las expectativas con la realidad. El G-20 se ha constituido, por la sola voluntad de sus dirigentes, en el escenario para gobernar la globalizaci¨®n; al no tener la legitimidad de origen ha de encontrar la de ejercicio. En la reuni¨®n de Washington, en noviembre pasado, se definieron las causas profundas de la crisis, y de la de Londres, en abril, se sali¨® con un programa para combatir la recesi¨®n y con una desavenencia que hoy es m¨¢s tangible: EE UU demand¨® un mayor esfuerzo p¨²blico para evitar que la recesi¨®n deviniese en depresi¨®n; Europa, por su parte, no quer¨ªa comprometer est¨ªmulos mientras no se demostrase la eficacia de los ya aplicados y apostaba por una mejor regulaci¨®n de los mercados.
Hay unanimidad en que todav¨ªa no ha llegado el momento de retirar los est¨ªmulos fiscales
Cuatro meses despu¨¦s parece haberse olvidado el fantasma de la depresi¨®n; mientras ello se consolida hay unanimidad en que todav¨ªa no ha llegado el momento de retirar estos est¨ªmulos p¨²blicos. En cambio, de la regulaci¨®n financiera poco se sabe. Se avanza a velocidad de tortuga. Las resistencias de los lobbies financieros a perder parte de sus privilegios y sus beneficios en la sombra, son espectaculares. Es mucho m¨¢s popular y p¨²blica la pelea de Obama para lograr una sanidad universal que la sorda guerra de posiciones que se da en el interior del sistema financiero.
Obama quiere dotar de mayores poderes de supervisi¨®n y regulaci¨®n a la Reserva Federal y crear una oficina de defensa del consumidor, por lo que se enfrenta a las presiones de los intereses financieros privados articulados a trav¨¦s de los republicanos y parte del Partido Dem¨®crata. Dentro de esa regulaci¨®n deber¨ªan figurar los l¨ªmites a los escandalosos bonus de los ejecutivos bancarios, pero ¨¦se no es el centro del debate como a veces se quiere hacer creer.
En cuanto a la lucha contra los para¨ªsos fiscales, siempre es conveniente acelerarla y aplicarla, pero la actual crisis se gest¨® cuando una buena parte de la aristocracia financiera actu¨® como para¨ªso fiscal en Nueva York, Francfort o en la City de Londres, no s¨®lo en las islas Seychelles o en Gibraltar.
Otro gran fracaso del G-20 es el proteccionismo comercial. Tanto en Washington como en Londres se apremi¨® a cerrar con inmediatez la Ronda de Doha, de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC), y dotarla de reglas del juego m¨¢s objetivables. No ha sido posible. Aunque el director general de la OMC, Pascal Lamy, ha denominado a las medidas defensivas tomadas como "proteccionismo de baja intensidad", las ayudas a las industrias (como las que ahora emergen en la compra de Opel por Magna, que tanto pueden perjudicar a la f¨¢brica de Figueruelas), algunos rescates bancarios, el buy american, los aranceles, la pol¨ªtica agr¨ªcola... impiden describir los llamamientos del G-20 en este terreno como un ¨¦xito.
Las sensibilidades nacionalistas hacia el comercio fueron tan significativas que impidieron que en Bretton Woods, al final de la II Guerra Mundial, se crease, como estaba previsto, la OMC, que s¨®lo naci¨® medio siglo despu¨¦s. Esas sensibilidades no han cambiado tanto en la era de la globalizaci¨®n.
El G-20 es una oportunidad casi terminal para que los ciudadanos deduzcan si el esp¨ªritu reformista que emergi¨® en los momentos m¨¢s ¨¢lgidos de la crisis, persiste o se apaga conforme los problemas financieros se aten¨²an y s¨®lo quedan los de la econom¨ªa real. Ser¨¢ muy dif¨ªcil soportar m¨¢s ret¨®rica.
Si la reuni¨®n de Pittsburgh se salda s¨®lo con nuevas apelaciones al futuro y sin medidas concretas se har¨¢n m¨¢s realidad las palabras de Stiglitz: la crisis econ¨®mica ha hecho m¨¢s da?o a los valores fundamentales de la democracia "que cualquier r¨¦gimen totalitario en los tiempos recientes".
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