Nostalgia y renta est¨¦tica

Sentimental onom¨¢stica donde parte del encanto se diluy¨® por el excesivo metraje de la velada: tres horas largas de fragmentos de repertorio, a excepci¨®n de Bodas de sangre: hubiera sido una herej¨ªa trocearlo.

Entre otras constataciones, est¨¢ claro que el ballet espa?ol en general (y la compa?¨ªa titular, en particular) vive de las rentas est¨¦ticas, de su pasado creativo, de su poso en un periodo que abarca desde los a?os cincuenta a los 30 de existencia del BNE. Los nombres propios los sabemos: Pilar L¨®pez, Mariemma, Antonio Ruiz Soler, Antonio Gades... y Mar¨ªa de ?vila. Su fruct¨ªfera etapa como directora (1983-1986) marc¨® un antes y un despu¨¦s en la concepci¨®n de las obras de encargo. Fue ¨¦poca de grandes core¨®grafos. ?vila fue denostada con crueldad, injustamente. Hoy lo palpamos.

En la Zarzuela, una plantilla regular, y se vio que obras como Bodas..., Ritmos y Medea tienen por derecho la categor¨ªa de cl¨¢sicos del g¨¦nero. Han sido despu¨¦s imitadas a mansalva y con desigual fortuna. En cuanto a los artistas, en el drama lorquiano destac¨® tanto la novia de Ana Moya como Elena Algado en la mujer, mientras Miguel Corbacho est¨¢ pat¨¦tico como Leonardo: no encuentra concatenaci¨®n an¨ªmica ni gestual con el personaje.

Hay que citar a Antonio M¨¢rquez en la Farruca del Molinero de El sombrero de tres picos; a los palillos de Maribel Gallardo en Concierto de Aranjuez y a Merche Esmeralda, convincente Medea, en el dram¨¢tico conjuro. Jes¨²s Carmona asumi¨® el dif¨ªcil solo Alborada del gracioso, y lo intenta, pero el control es cosa de madurez y experiencia. Carlos Rodr¨ªguez en el Martinete estuvo seguro y racial. Gran esfuerzo y m¨¦rito el de la guardarrop¨ªa al refrescar toda esa ropa de anta?o.

Ya se sabe que Barishnikov no estuvo en el 50? aniversario del American Ballet Theatre, pero aqu¨ª fueron notorias las ausencias. Debieron estar presentes desde A¨ªda G¨®mez a Joaqu¨ªn Cort¨¦s pasando por Javier Latorre y Antonio Canales, entre otros, que son tambi¨¦n parte de la historia de la compa?¨ªa y de la danza espa?ola de nuestro tiempo, pues en el coliseo de Jovellanos el or¨¦gano no dejaba ver el bosque mientras el ¨¢rbol se cre¨ªa ser todo el monte.